_
_
_
_

“Siempre tienes miedo de morir”

Una mujer siria relata su experiencia desde que comenzó la guerra en su país hasta que llegó a España

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rudaina Al-Kindi y su traductora, en una rueda de prensa.
Rudaina Al-Kindi y su traductora, en una rueda de prensa.CEAR

Mi nombre es Rudaina Al-Kindi, tengo 33 años, soy de Siria y llevo un año en España, en un centro de refugiados. CEAR me ha dado la oportunidad de dar voz a las personas refugiadas en España y voy a contaros mi historia.

Más información
Europa cierra la puerta a los refugiados
Más de 50 millones de refugiados en el mundo, según la ONU
Cine y refugio: 12 películas para saber más
Desplazados
Cuatro décadas de la historia de los refugiados

Es muy difícil contar tres años de guerra en unos minutos. Como sabéis, la revolución comenzó el 18 de marzo de 2011 en el sur de Siria, pero no en Damasco. Damasco comenzó a ser atacada por el ejército y los tanques el 1 de abril, en la zona norte, donde yo vivía. Era un vecindario en el centro de una zona militar. Las primeras seis personas que murieron en Damasco eran de mi barrio. Así que fui testigo durante tres años, pero en otras zonas no pasaba nada.

Más tarde, las cosas empeoraron y, después de unos meses, nos dimos cuenta de que había escasez de gasolina, pan, leche, medicamentos y muchas otras cosas… Para conseguirlas tenías que hacer cola y esperar durante horas, después durante días y, si al final las conseguías, eran muy caras. Muchas veces nos veíamos obligados a quedarnos en casa por los ataques… y además podíamos oír los bombardeos y los tiroteos durante todo el día.

El número de personas muertas y arrestadas crecía día a día. Pasábamos muchas noches temiendo que alguien viniera y nos matara; incluso, a veces, imaginábamos cómo seríamos asesinados, si con un cuchillo o de otra forma, y a quién matarían primero. No puedes imaginarte cómo es la vida allí, siempre tienes miedo de morir, de que alguien llegue y te mate o te viole, tienes miedo del hambre, de ver a la gente durmiendo en las aceras, de los cadáveres en las calles devorados por perros… Y no creáis que exagero cuando digo esto. Hay tantísimos detalles, que no tendría tiempo de mencionarlos todos y, al mismo tiempo, tampoco quiero recordarlos. La realidad es más dolorosa de lo que veis en televisión.

Estamos en medio de nada: no podemos volver atrás y es muy difícil seguir adelante

Antes de la guerra todo iba bien. Teníamos nuestros trabajos, nuestros estudios, nuestros amigos y nuestros hogares. Yo trabajaba para un Programa de Naciones Unidas de desarrollo en Siria. Y estudiaba derecho. Pero después de la guerra perdí mi trabajo y no pude continuar con mis estudios. He perdido a muchos de mis amigos, algunos han sido asesinados y otros arrestados.

Abandonamos nuestra casa dos veces. La segunda vez éramos la única familia que quedaba en el edificio, que estaba rodeado por soldados, y en el momento en que decidimos irnos no pudimos porque habían cortado la carretera y nadie podía irse. Esperamos al día siguiente y, cuando nos fuimos, se oían bombas por todas partes. Fue la última vez que vi mi casa. No pudimos volver y, hasta hoy, nadie puede entrar en esa zona. Lo dejamos todo atrás: dinero, ropa… todo. Yo solo cogí documentación importante. Cuatro meses más tarde decidí abandonar Siria y llegué a España el 17 de junio de 2013.

He perdido a muchos de mis amigos, algunos han sido asesinados y otros arrestados

La historia no acaba aquí, sino que es justo donde comienza. La historia de ser una refugiada. De hecho, ser una persona refugiada no es una opción: nosotros nos vimos forzados a huir de nuestro país. Ahora estamos en medio de nada: no podemos volver atrás y es muy difícil seguir adelante. De repente, un día te encuentras en otro país, en otra cultura, con un idioma diferente y tienes que empezar desde cero. Tenemos muchos temores y muchas preguntas: ¿nos aceptará el Gobierno? ¿Nos ayudará más adelante o no? ¿Desde dónde tenemos que empezar? ¿Cómo podemos aprender otro idioma y encontrar un trabajo en unos pocos meses? ¿Cómo podremos vivir una vez que abandonemos el centro de acogida de CEAR? ¿Seré aceptada por esta sociedad como una persona refugiada o no? Y quizás esta sea la pregunta más importante: ¿cómo ve la gente a una persona refugiada en general? Espero que se tengan en cuenta los problemas económicos, sociales y educativos de los refugiados.

Para terminar, lo que me gustaría decir como refugiada es que antes teníamos vidas normales, igual que tú, teníamos trabajos, amigos, familia… Por supuesto, todos somos seres humanos a pesar de la nacionalidad, el idioma o la religión. Pero por desgracia, lo perdimos todo en cuestión de minutos y ahora no tenemos nada, solo nuestra esperanza de que todo irá a mejor y trabajaremos duro para ser mejores. Y, como es normal, hay tres cosas que no le deseo a nadie, especialmente a los niños y niñas: guerra, hambre y miedo. Eso fue lo peor.

No lo hagamos más difícil

Hacen falta cien mil firmas para que personas como Rudaina encuentren menos dificultades en su ya difícil vida.  La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) lanzó en el mes de marzo la campaña 'Esto hay que cortarlo' para pedir al Gobierno que retire las cuchillas instaladas en las vallas de Ceuta y Melilla y para exigir el cumplimiento de los Derechos Humanos. Por el momento, se han reunido 10.000.

Más de la mitad de las personas que entran en las ciudades autónomas proceden de países en conflicto y, por tanto, son susceptibles de pedir asilo, según CEAR. Sin embargo, sostiene la organización, no hay ninguna posibilidad de pedir asilo sino después de jugarse la vida saltando la valla o echándose al mar.

"Pedimos que se cumpla la ley, porque España es un Estado de Derecho garantista y si se aplicase la ley no habría ningún problema; que se habiliten vías seguras para la llegada de refugiados y migrantes y que se habiliten puestos fronterizos para pedir asilo", señala Estrella Galán, secretaria general de la organización

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_