El último gran divorcio del siglo
La esposa de Vladimir Potanin acude a los tribunales de Chipre para obtener una ventajosa separación del octavo hombre más rico en Rusia con 10.300 millones El magnate fue uno de los principales inversores en las obras del complejo para los Juegos de Sochi
Tras el divorcio del siglo de la semana pasada en el que Dmitri Rybolovlev supo que le tenía que pagar 3.200 millones de euros a su exmujer, ahora es otro rico oligarca ruso quien parece estar en la misma situación. La exmujer de uno de los más ricos empresarios rusos, Vladímir Potanin, presidente del holding Interros y director general de la compañía minera Norilsky Nickel, ha exigido a las autoridades chipriotas que embarguen todos los bienes de su exmarido en Chipre. Tras más de tres décadas de matrimonio parece que las cosas entre ambos no son nada fáciles y han dejado que la justicia decida por ellos. La pareja se divorció en febrero del 2014 después de más de 30 años de matrimonio. Pero Natalia Potanin apeló la sentencia, que se basaba en el hecho de que los cónyuges no vivían juntos desde 2007. Otro juicio, sobre el reparto de los bienes de la expareja, está previsto para el 26 de junio.
“Potanin registró prácticamente todos los bienes de la familia en varias compañías offshore, en particular, las acciones de Norilsky Nickel pertenecen a una compañía chipriota, aunque se sabe que el propietario real de esos bienes es Potanin”, dijo este martes el abogado de Natalia Potanin, Filip Riábchenko. Según su letrado, su cliente ha sido obligada a dirigirse al tribunal de Chipre exigiendo que reconozca su derecho a las compañías, que están registradas en el territorio de ese país, y sus activos, pues la mayoría de los demandados y de las pruebas están allí.
“Hemos pedido al tribunal chipriota que embargue los bienes en litigio. Cualquiera que sea la sentencia del tribunal esperamos recibir explicaciones por parte de las compañías chipriotas sobre las cuestiones relativas al registro de los bienes familiares”, explicó Riábchenko.
Según Forbes, Potanin, de 53 años y padre de tres hijos junto a Natalia (Anastasia, de 30 años, Iván, de 25 años, y Vasiliy, de 14 años), figura en la lista de los empresarios rusos más ricos del país, ocupando el octavo puesto con un patrimonio de 14.100 millones de dólares (unos 10.300 millones de euros). Es el único propietario del holding Interros, posee acciones en varias empresas, como el complejo minero Norilsky Nickel, la compañía de medios de comunicación ProfMedia, la cadena de cine Cinemá Park, la compañía de transporte y logística Interport y compañías turísticas ProfEstate y Roza Jutor en Sochi. Potanin ha sido uno de los principales inversores en las obras del complejo para los Juegos Olímpicos de Sochi, donde ha financiado la estación de esquí Roza Jutor.
Él fue uno de los primeros oligarcas rusos de la época postsoviética que empezó a donar parte de su fortuna a objetivos caritativos. En 1999 organizó el Fondo benéfico de Vladímir Potanin, que da becas a estudiantes y patrocina el museo Ermitage en San Petersburgo. En 2010 el empresario hizo púbica su decisión de dejar toda la fortuna familiar a obras filantrópicas, siguiendo los pasos de varios magnates americanos, como Warren Buffett o Bill Gates. De hecho en febrero del 2013 el oligarca se unió a la iniciativa de Gates y Buffett, Giving Pledge, motivando su decisión no solo por objetivos benéficos, sino educadores. “Es una forma de proteger a mis hijos de la riqueza excesiva, que les puede privar de la motivación para hacer algo suyo en la vida”, explicó.
Potanin no es el primer oligarca ruso que tiene problemas de reparto de bienes al divorciarse. En 2013 se separó de su segunda mujer el empresario Arkady Rotenberg, amigo de infancia del presidente Putin, cuya fortuna se calcula en unos 3.300 millones de dólares. Su mujer insistía en que el acuerdo de matrimonio no era válido, por lo cual ella podía obtener la mitad de los bienes de la pareja. Pero el tribunal no le dio caso a sus argumentos y salvó los bienes de Rotenberg.
Otro magnate ruso, Dmitriy Ribolovlev, expropietario de la compañía Uralcaliy y dueño del equipo de fútbol AS de Monaco, no tuvo tanta suerte. Su esposa, Elena, pidió el divorcio en 2008 en Ginebra, dirigiéndose a tribunales de Inglaterra, Estados Unidos, Singapur y Chipre con peticiones de embargar los bienes de su marido. La semana pasada el tribunal de Ginebra cerró el proceso de divorcio, decretando que el millonario debe devolver a su expareja 3.200 millones de euros, la mitad de su fortuna.
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