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Columna
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Paciencia

En países como Irán pedir libertad de expresión o igualdad entre hombres y mujeres es dinamitar el régimen

Jorge M. Reverte

Las cárceles iraníes son enormes pudrideros donde se amontonan personas que han cometido delitos tan graves como reivindicar los derechos de las mujeres, la libertad de expresión o practicar la homosexualidad. En esas cárceles se les tortura con envidiable aplicación.

Shiva Nazar Ahari es una de esas condenadas. Las autoridades actuales, moderadas comparándolas con el anterior presidente, la condenaron a cuatro años de cárcel y 74 latigazos por informar en su web. El motivo es, “conspiración contra la seguridad nacional”.

Y la verdad es que la condena es razonable, porque en países como Irán pedir libertad de expresión o igualdad entre hombres y mujeres es dinamitar el régimen. Si se afloja la mano ahí, todo el entramado teocrático, dictatorial, inhumano y machista del que disfrutan las élites religiosas, pero también civiles y militares, saltaría por los aires.

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Irán es ahora un destino privilegiado del turismo europeo. Estable, en el que las calles rebosan prosperidad y no existe apenas inseguridad para los occidentales, siempre que las mujeres no provoquen escándalo.

Ignoro si a Shiva le han dado los 74 latigazos que fijaba su condena. Pero sé que la temporada en la cárcel la está cumpliendo y la cumplirá en su integridad. Porque Irán es un país serio. Tanto como para haberse convertido en un socio fiable para los empresarios europeos que ven allí una buena posibilidad de negocio.

Pasa en más sitios, como Arabia Saudí, o en Sudán, donde a una mujer embarazada la van a matar a pedradas.

Hagamos negocios con todos ellos. Y esperemos a que cambien sus costumbres. Entonces, Shiva podrá abandonar la cárcel.

¿Por qué no tienen más paciencia Shiva y sus cómplices?

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