Los ratones aguan la fiesta a Jamie Oliver
Uno de los restaurantes del conocido chef británico cierra por sus malas condiciones de higiene Cinco meses después, se descubren los detalles: carne caducada, moho y excremento de ratas
Dicen que en Londres nunca se está a más de dos metros de una rata, pero lo último que esperaban los comensales de uno de los restaurantes de Jamie Oliver era compartir su comida con una panda de ratones. Los inspectores de sanidad suspendieron en higiene a la carnicería que provee a Barbecoa, uno de los locales propiedad del conocido chef televisivo, después de encontrar excrementos de ratón, carne con moho y carísima ternera de kobe pasada de fecha en sus instalaciones. Unas desagradables sorpresas que no se corresponden con los precios que cobra el cocinero británico en su establecimiento. Comer en el restaurante Barbecoa puede costar 120 euros por persona y una clase magistral de dos horas sobre el arte de la carnicería no sale a menos de 150.
El local, situado en las proximidades de la catedral de Saint Paul, cerró sus puertas voluntariamente después de la inspección, que ocurrió a finales del año pasado. Al día siguiente volvió a recibir clientes, pero hasta ahora no se habían conocido las causas de su clausura temporal. Ahora, cinco meses después del incidente, ha sido el diario The Times el que ha difundido el secreto que Oliver quiso acallar.
El informe al que ha accedido el periódico británico describe el hallazgo de carne enmohecida, instrumentos sucios y piezas de ternera japonesa, tuétano, rabo de buey y lomo de caña que habían pasado sus fechas de caducidad. El producto fresco brillaba por su ausencia: algunas pechugas de pollo estaban envasadas al vacío con una etiqueta que marcaba su uso para una semana después. Por si fuera poco, la higiene del local dejaba mucho que desear. Las puertas de las neveras estaban sucias, los empleados no contaban con las facilidades adecuadas para asearse, el suelo se encontraba en mal estado y había una “gran cantidad” de excrementos de roedor.
La portavoz de Oliver ha respondido que el moho es un proceso natural y que la carne añeja es apta para el consumo humano. Según el comunicado completo, emitido por la empresa de restauración del famoso chef británico, estos problemas “son extremadamente poco frecuentes dentro del grupo de restaurantes JO y se tratan con la mayor seriedad”. Los hechos, sin embargo, lo desmienten. Uno de sus restaurantes italianos en Londres, Jamie’s Italian, recientemente recibió mala nota en higiene. En otro establecimiento de la capital del Támesis servían comida caducada, en uno de Edimburgo se encontraron ratones agonizando en trampas cerca de las mesas, y la filial de Portsmouth fue multada por sus pobres condiciones sanitarias.
Jamie Oliver fue descubierto a los 23 años mientras trabajaba para el reconocido restaurante londinense River Café y pronto se posicionó como uno de los chefs más populares de la televisión británica a finales de la década de los noventa. El público adoraba su cara bonita, su actitud de chico enrollado y sus recetas fáciles y de influencia europea. En sus años de trayectoria ha amasado una fortuna de 180 millones de euros procedente de ventas de libros de cocina, programas de televisión, líneas de menaje del hogar, contratos publicitarios con supermercados y cadenas restaurantes a su nombre.
El imperio de Olivier ha cruzado el Atlántico y se extiende de Brasil a India; cuenta con 48 locales y unos 7.000 empleados. En los últimos años ha logrado ganancias nada desdeñables, pero su ambición y la ampliación constante del negocio le están jugando alguna mala pasada. Nadie es intocable. Tres de sus restaurantes Union Jack, dedicados a la comida tradicional británica, han cerrado y la línea de productos artesanales Jme ha sido un fracaso absoluto de ventas. Las noticias sobre el estado deplorable de algunos de sus locales no ayudarán a mejorar su reputación.
Oliver tiene una faceta altruista. Ha llevado a cabo una importante campaña para mejorar la calidad de los menús en las escuelas públicas británicas y mantiene un programa de formación para jóvenes desfavorecidos. En 2003 fue condecorado por la reina de Inglaterra por sus servicios a la industria de la restauración.
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