_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Primero de Mayo

El ritual de las manifestaciones no impide que el clima de puente laboral pueda más que la dimensión reivindicativa

Josep Ramoneda

Pasó otro Primero de Mayo. El ritual de las manifestaciones no impide que el clima de puente laboral pueda más que la dimensión reivindicativa. Tanto la clase obrera como los sindicatos han cambiado mucho. La pirámide social ha evolucionado y el proletariado no es la clase monolítica, estructurada por intereses comunes, que era en el capitalismo de hegemonía industrial. Hoy la condición de asalariado tiene mil versiones. Y dentro del universo de los trabajadores por cuenta ajena hay grupos con intereses divergentes y, a veces, en competencia directa entre ellos. En un país con seis millones de parados, la contradicción entre el que tiene empleo y el que no lo tiene es central, con el efecto directo de la precariedad laboral, tanto en el sentido de tener el lugar de trabajo amenazado como de las abusivas condiciones del mismo. En este panorama, los sindicatos ya no saben muy bien quiénes son porque hay confusión respecto de a quién representan.

Los sindicatos mantienen cierta capacidad de movilización, pero no es fácil defender a la vez los intereses del que tiene trabajo y miedo a perderlo y del que no tiene trabajo ni perspectivas claras de encontrarlo, o del trabajador fijo y del precario. El eslogan “no nos representan”, dirigido inicialmente a los partidos políticos, también alcanza a los sindicatos, que son vistos como un poder integrado, burocratizado y opaco, cada vez más situado del lado de los sospechosos. Ahí está el caso de los ERE andaluces y las estafas de cursos de formación en diversas comunidades. Y todo ello en un clima de cansancio, porque, como explica el filósofo Byung-Chul Han, la sociedad del rendimiento está capturando las energías ciudadanas. Ante la impotencia de los sindicatos y de la izquierda convencional el discurso emancipador ha emigrado hacia los movimientos sociales, portadores de una incipiente cultura de la defensa de la dignidad de las personas.

Cuando las desigualdades crecen sin parar y las fracturas sociales se multiplican, cuando vemos que el Gobierno renuncia a la batalla contra el paro, dejando el futuro del empleo al efecto estricto de un crecimiento ínfimo, cuando el desempleo juvenil (55%) asfixia a una generación y el paro se hace crónico para los que tienen más de 50 años, sin que se dé otra respuesta que precarizar el empleo, ¿dónde están los nuevos instrumentos de resistencia a los abusos de poder?

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO
¿Dónde están los nuevos instrumentos de resistencia a los abusos de poder?

Del capitalismo industrial al capitalismo financiero actual hay un gran salto. Los sindicatos no han evolucionado al ritmo de estos cambios. Los trabajadores les ven impotentes y cargados de intereses espurios, los empresarios los tildan de arcaicos, inadaptados a la realidad. Decía Terry Eagleton que la izquierda a medio plazo lo tiene mal porque la ciudadanía está aceptando la opresión. En la sociedad meritocrática la explotación se camufla como una opción voluntaria: empresario de sí mismo. Y ha calado la idea de que en ella está la salvación. El ciudadano se aísla y aguanta. Hasta que se descubra la estafa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_