_
_
_
_
_

“Queremos que los niños prodigio ardan para decir que la fama no da la felicidad”

Teddy Wayne reflexiona en 'La canción de Jonny Valentine' sobre los niños celebrity y la gente que se expresa como un seminario de marketing de tercera

Teddy Wayne ha sido finalista del Premio PEN con 'Kapitoil', su primera novela.
Teddy Wayne ha sido finalista del Premio PEN con 'Kapitoil', su primera novela.Christopher Gabello

Justin Bieber acaba de convertirse en el jubilado más joven del mundo, después de una racha en el que visitó burdeles, perdió a su mono y experimentó con sustancias legales en el estado de Colorado. Además, fue la clara inspiración de uno de los libros del año, La canción de Jonny Valentine (Blackie Books). Su autor es Teddy Wayne, que debutó en la novela con Kapitoil, la historia de un nerd en Wall Street justo antes del 11-S. Wayne, además, ejerce de observador contemporáneo en el New York Times, Vanity Fair, Time y otra docena de publicaciones, donde lo mismo escribe sobre la ciencia de la biografía de Twitter como “forma de arte posmoderna” que polemiza sobre hombres, mujeres (novelistas) y viceversa. Aquí habla de Michael Jackson, de su fascinación por los niños celebrity y de la gente (cada vez más) que se expresa como un seminario de marketing de tercera.

¿Por qué está tan fascinado por los niños estrella? ¿Viene de lejos?

Siempre me han interesado los niños celebrity, incluso cuando era pequeño. Hay algo perturbador y fascinante al ver que un niño tiene la influencia y las responsabilidades de un adulto, que tiene que crecer a un ritmo acelerado pero que por la misma razón está como paralizado. Debe presentar una imagen de sí mismo como “normal” y a la vez su vida es cualquier cosa menos convencional. Como niño no-famoso, sentí algunas de esas cosas a pequeña escala. Y como adulto, al publicar libros, también tuve una pequeñísima idea de lo que debe ser lidiar con la celebridad.

Es curiosa la edad que da a Jonny, su protagonista. Con 11 años, es un preadolescente, ni siquiera un teen en toda regla. A ratos suena como un señor mayor de vuelta de todo y a ratos como un crío.

Me di cuenta de que, en muchas novelas, el niño protagonista tiene 12 años, el último año de infancia. Yo no quería que Jonny estuviese justo en el límite de la adolescencia, sino que fuera un auténtico preadolescente con preocupaciones adultas. El contraste entre estas dos voces, la del niño inocente y la del adulto cínico, es lo que me atraía. Si lo hacía mayor, esta colisión entre los dos registros hubiera sido menos violenta.

Construir mi marca es la frase clave del libro, la idea de que la gente se autoconcibe como marcas y se vende como productos

 A Jonny le sale de lo más natural esa voz marketiniana. ¿Qué frases de esa jerga diría que han infiltrado nuestra manera de hablar?

La frase “construir mi marca” la usa la gente, no sólo las empresas, con una frecuencia alarmante. Esta es quizá la frase clave del libro, la idea de que la gente se autoconcibe como marcas y se vende como productos. A Jonny han sido otros los que le han convertido en producto.

Quizá la gente se acerca al libro esperando una sátira total. Tiene algo de eso pero también hay mucha compasión por Jonny. ¿Era esa su idea?, ¿fue cogiéndole cariño al protagonista a medida que escribía?

Mi primera idea fue escribir una sátira completa, la parodia de esas autobiografías de estrellas del pop que escriben los negros literarios. Una hora después de tener esta idea, me di cuenta de que si trataba el material con un poco más de gravedad, podría salir una novela intrigante y de que la vida interior de un niño estrella casi no se ha descrito. Cuando empecé a escribir el libro, la voz de Jonny estaba más exagerada para tener un efecto más satírico, pero cuando me puse a ello, se equilibró. Salió la persona real y se ocultó un poco el personaje de tabloide unidimensional.

Su historia es la más clásica que puede haber: niño busca a su padre. ¿Qué ejemplos tenía en mente?

No tenía un modelo específico. Aunque los padres de Jonny se separan cuando él es pequeño, es una narrativa bastante clásica para el niño estrella, sobre todo para la estrella musical. El padre abandona la familia y la madre invierte toda su energía en el niño y proyecta en él sus propios deseos de ser amada y famosa. El crío inconscientemente intenta superar a su padre ausente convirtiéndose en un superéxito.

Jonny está obsesionado con Michael Jackson. Él fue el niño-hombre definitivo, con las tremendas consecuencias que conocemos.

Sí, y Jonny no tiene concepto de lo que la fama le hizo a Jackson. Probablemente es la persona de la historia a la que la infancia y la celebridad volvieron más extrafalario. Y a la vez era un genio musical cuya obra se adelantó a la de sus competidores. Jonny lucha con la ambición a lo largo de la novela, se debate entre si vale la pena aspirar a niveles jacksonianos de fama o si es suficiente estar satisfecho con un nivel “normal” de éxito.

Pasamos una porción ingente de nuestras vidas trabajando u obsesionándonos con el trabajo, pero pocas novelas se ocupan de eso, lo apartan como si fuera una parte menor de la vida de los personajes. Usted sí que explora las miserias y los detalles de los lugares de trabajo en sus novelas. Lo hizo también en Kapitoil.

La mayor parte de nosotros pasa un mínimo de ocho horas al día con clientes o compañeros de trabajo, mucho más del que pasamos con nuestros seres queridos. Y muy pocos hacemos cosas que nos gusten. El trabajo es un pilar de la vida y merece que se examine cómo nos afecta como una cuestión sociológica y filosófica.

Un día después de los premios VMA, empezó a circular un artículo antiguo de The Onion en el que “predecían” lo que pasaría con Miley Cyrus. Era curioso, pero no muy difícil de ver, igual que las movidas del propio Bieber últimamente. ¿No es un poco hipócrita todo el escándalo que rodea a las estrellas infantiles?

Mucho de este escándalo es falso en general. La gente busca cosas con las que escandalizarse y liberar su ira juzgando a los demás. Es una cortina de humo para no hablar de otras cosas más importantes para las que no tenemos soluciones. Así que nos disgustamos por ver a Miley Cyrus haciendo twerking para distraer nuestra atención de la desigualdad económica, de los conflictos internacionales…o de nuestras propias insatisfacciones. Lo que queremos es sentirnos decepcionados comparándolos con la imagen angélical de cuando eran niños, esperamos que se derrumben y ardan en la pira pública para poder seguir creyendo que la fama y el dinero no dan la felicidad.

Si escribiese una secuela, ¿dónde cree que estaría Jonny a los veintitantos; seguiría siento una estrella o sería material para esas galerías de internet de 'dónde están ahora'?

La única forma interesante de escribir una secuela sería si Jonny se hubiese convertido en algo del pasado, si estuviese acabado y ya no fuera famoso. Si siguiese siendo una estrella, estaría enfrentándose a las mismas presiones, sólo que como un artista mayor y más cínico. Igual me pongo algún día…

Escribe para muchos medios, entre ellos la sección Styles de The New York Times, quizá la más comentada, copiada y vilipendiada del periódico… La gente disfruta indignándose con las tendencias sociales que aparecen allí.

Escribo para su columna de Estudios Culturales y generalmente me fijo en tendencias influidas por la tecnología, en cómo usamos Twitter o los smartphones. A la gente le encanta criticar el New York Times en parte porque a veces llega un poco tarde a las tendencias y en parte por la misma razón por la que nos gusta criticar a las celebrities. Es un objetivo visible y poderoso. En general, me considero un novelista que escribe mucha sátira y un poco de periodismo para algunas publicaciones. Intento aceptar encargos divertidos. Hace poco escribí sobre la web de infidelidades Ashley Madison y fue bastante divertido.

'La canción de Jonny Valentine' cuesta 23 euros.
'La canción de Jonny Valentine' cuesta 23 euros.

No se mantiene alejado de las polémicas mediáticas. Escribió un artículo muy discutido en Salon en el que argumentaba que las mujeres novelistas lo tienen más fácil…

Bueno, el artículo tenía más miga que el titular que le pusieron (“La agonía del hombre novelista”). Mi argumento era que mientras los hombres, sobre todo los hombres blancos, siguen recibiendo más atención y mejores críticas -en América, por lo menos-, las novelistas mujeres venden más porque el 80% de la gente que compra libros de ficción son mujeres. Aún mantengo la idea, pero también he reconocido que, dado que las ventas son tan pequeñas de todas formas, quizá la atención mediática es más importante para tu supervivencia y para tu ego. He visto cómo los libros de muchas amigas escritoras eran ignorados por el establishment y seguramente les hubieran hecho más caso si fueran hombres. Y, de la misma manera, he visto cómo amigos escritores recibían bastante respeto pero vendían poco.

¿Qué ha leído últimamente que le haya afectado?

The Night Gwen Stacy Died, de Sarah Bruni y The Facades, de Eric Lundgren. Los dos son inteligentes, divertidos y conmovedores. El de Lundgren creo que se publicará en España.

 ¿Y en qué anda en estos momentos?

Estoy escribiendo una nueva novela e intentando que produzcan un guión que escribí a medias con un amigo novelista.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_