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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Relevo en la Junta

El presidente Griñán culmina su plan de retirada para intentar dejar un Gobierno sin lastres

Apenas dos meses después de anunciar su intención de no presentarse a la reelección, prevista para 2016, el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñan, oficializará hoy su renuncia al cargo que dará paso a la investidura, el 5 de septiembre, de su sucesora, Susana Díaz. En tan breve plazo se ha producido el abandono de su compromiso de agotar el mandato, y la convocatoria de unas elecciones primarias que no llegaron a celebrarse. También ha decaído por el camino la afirmación de que su salida, debida a razones personales, no tenía nada que ver con el escándalo de los ERE que investiga la juez Alaya.

Las razones personales son reales, no un pretexto, pero también lo es que en la decisión ha pesado lo que ahora ha reconocido como intento de evitar que, si hay consecuencias, caigan sobre el Gobierno andaluz; es decir, que si fuera imputado, no ocurra siendo presidente de la Junta. Esa imputación es posible, aunque él no ha dejado de proclamar su inocencia.

La principal acusación proviene del interventor general de la Junta cuando Griñán era Consejero de Economía: afirma que pasó a esa consejería no menos de quince informes alertando de que el departamento de Empleo prescindía “de forma absoluta del procedimiento administrativo previsto por la ley” para financiar los ERE. Griñán alega que no leyó esos informes y la que entonces era su viceconsejera ha declarado que no se los pasó.

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Se da por seguro que Griñán será designado senador autonómico, pero el argumento de que con ello pretende mantener la condición de aforado no es del todo válido, pues esa condición la conservaría en todo caso como parlamentario andaluz, cargo al que no ha renunciado. Tampoco al de presidente del PSOE.

Este partido está preparando la Conferencia política, que se celebrará en noviembre, encargada de actualizar el programa y la estrategia, y solo tras ella, si se cumple el calendario de Rubalcaba, se planteará la renovación personal de las federaciones del PSOE mediante un proceso de primarias. Las circunstancias han llevado a la de Andalucía a adelantar esa renovación; pero también a evidenciar sus debilidades. La sucesora, de 39 años, se presenta como eje de la renovación generacional. Se supone que formará un Gobierno sin ninguno de los dirigentes provenientes del periodo de Manuel Chaves, en el que se gestó el asunto de los ERE, lo que les permitirá gobernar sin ese lastre.

Pero Susana Díaz deberá despejar algunas cuestiones. Llega sin haber sido elegida en primarias, porque ninguno de los otros aspirantes contó con los avales necesarios; y se trata de una dirigente muy ligada al aparato de un partido que lleva 31 años gobernando. Ella misma se retrató algo ingenuamente cuando, nada más ser señalada, comentó: “Para alguien que considera al partido su familia, algo así es muy grande, muy grande”. Paradójicamente, su padrino político tiene fama de refractario al aparato: de servidor público más que de líder de partido.

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