Aquellos polvos trajeron estos lodos
Acerca de la noticia del 86% de aspirantes a profesores que presentaron graves fallos en sus exámenes de oposición, voy a permitirme señalar un aspecto que vengo observando desde hace tiempo en los 30 años que llevo ejerciendo como profesor. Cada curso, cualquier profesor de la ESO que sea medianamente exigente recibe un importante número de “observaciones” y otras señales procedentes de diversos ámbitos de su entorno que apuntan hacia la conveniencia de no ir demasiado lejos con eso de exigir, porque no es bueno convertirse en un ogro ni frustrar a nuestros infantes. El resultado, hora es de decir las cosas en voz alta y si es que de verdad queremos resolver los problemas que tenemos, ha sido que la exigencia en la ESO ha bajado tanto que se puede aprobar de cualquier manera, es decir: con un bagaje muy pobre. Sucede que esos alumnos que aprueban llegan a Bachillerato, donde el sistema hasta aquí descrito ya está instalado, y que no me hable nadie de que luego viene la Selectividad, porque sucede otro tanto. ¿Y dónde acaban esos alumnos que han obtenido su ESO, su Bachillerato y su Selectividad en estos términos? En los estudios superiores, claro. Muchos de ellos son alumnos muy sólidos, pero otros no puede decirse que lo sean porque llevan años aprobando “de rebaja”. Y llegan a la universidad con ese sistema muy interiorizado. Tengo amigos profesores universitarios que me hablan de esto y lo que me cuentan hace que no me extrañe de esa noticia del 86%. Si queremos acabar con esta situación, tendremos que empezar por instaurar esta regla: el aprobado para el que lo trabaja, desterremos presiones y paños calientes.— Pablo López Gómez.
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