Miguel Martín: “Los españoles queremos una sanidad universal y pública”
Como oncólogo y docente, sus colegas lo califican de número uno. Es asesor del Gobierno en materia de salud. Defiende la sanidad pública, pero critica duramente la ineficiencia del sistema actual.
Miguel Martín es un reconocido oncólogo que se toma el trabajo muy en serio. De ahí su prestigio. De ahí también la incorrección política de parte de su discurso. “No puede haber una defensa malentendida de los derechos de los trabajadores de manera que defendamos al vago”, dice en medio de esta entrevista. “Lo siento mucho: no puedes defender igual al que trabaja que al que es un cara”.
Jefe del servicio de oncología del hospital Gregorio Marañón de Madrid y fundador del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (Geicam), Martín se levanta cada día entre las cuatro y las cinco de la madrugada para conseguir la mayor de las elasticidades en su apretada agenda.
Uno de sus colegas de hospital lo describe como un médico “técnicamente magnífico”. Como docente, añade, es “un número uno”. Martín se pronuncia abiertamente sobre determinadas dinámicas internas en los hospitales. “Hay una gran tendencia a decir: ‘Bueno, este es un médico, y yo soy un celador, estamos en el mismo plano’. Así no pueden funcionar los hospitales. Yo lo siento mucho, hay una jerarquía de roles y eso no se puede cambiar. Un médico español que ha tenido que hacer seis años de carrera, cuatro de especialidad, y luchar como ha podido, tiene lo que hace falta para ocupar un rol determinado en el escalafón. Esto da vergüenza decirlo en España, porque te dicen que eres un clasista. Cada uno, en el nivel que tiene, y sin ningún tipo de concepto de inferioridad”.
A sus 58 años, este prestigioso doctor en Medicina también destaca en el terreno científico: ha publicado (con el apoyo de su equipo, puntualiza) más de 120 artículos en revistas especializadas; dos de ellos, en el prestigioso y exigente New England Journal of Medicine.
Corren días revueltos en la sanidad. Se cierran puntos de urgencias rurales en Castilla-La Mancha, se rebelan masivamente médicos de todo el espectro político contra las privatizaciones en Madrid, entran fondos de capital riesgo en los grupos privados que gestionan centros públicos y la marea blanca de ciudadanos y profesionales que se oponen a esta amenaza para la calidad del sistema sanitario se extiende por todo el país. Martín, miembro del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad, órgano consultivo formado por 35 expertos de prestigio, desgrana en esta entrevista su visión de un sistema de salud debilitado y que necesita cambios de hondo calado. Nadie se salva de su incisiva disección.
Es inaceptable que los colores de la política condicionen la sanidad”
PREGUNTA: La idea de que la sanidad española es una de las mejores del mundo, ¿es cierta o es un mito?
RESPUESTA: Los médicos españoles, en particular, y los sanitarios españoles, en general, están entre los mejores del mundo. La sanidad española obtiene muy buenos resultados en macrocifras. Pero tenemos que ser autocríticos: es manifiestamente mejorable y ya lo era hace dos o tres años.
P: ¿Cuáles son las principales lacras o disfunciones del sistema sanitario español?
R: Primero, la gran dependencia política. Cada autonomía tiene un color político que puede condicionar la planificación sanitaria de su región, y a mí esto me parece inaceptable, constituye una fuente de inequidad. Lo segundo es que la planificación sanitaria en España siempre ha sido cortoplacista; siempre se van tapando agujeros presupuestarios.
P: El cortoplacismo, signo de los tiempos que vivimos…
R: Hay razones para ello. Hay una crisis. Y se aduce que no se puede saber cómo va a estar el mundo dentro de diez años. Pero puedes hacer una planificación modulable: el mundo dentro de diez años no va a ser como hoy, pero tampoco va a ser lo opuesto. La tercera lacra es una incomprensible falta de consenso entre los partidos políticos para definir un modelo de sanidad que sea aplicable a todas las comunidades. Yo creo que los españoles se lo han dicho muy claro a sus políticos: queremos una sanidad universal, equitativa y pública. No digo que la sanidad privada no pueda desempeñar un papel, pero la pública debe ser el eje. Para mí, la gestión privada de un hospital público es un contrasentido; supone admitir que la Administración pública no sabe gestionar. La Administración pública tiene que gestionar bien en vez de ceder la gestión a una entidad privada. En España tenemos que abordar el cambio en la función pública.
P: ¿A qué se refiere?
R: A una actitud que es poco eficiente y que hoy día no es muy defendible. El español medio tiene la obsesión de obtener un contrato de funcionario, ganar poco, trabajar de ocho a tres y desentenderse de su trabajo a partir de las tres; a cambio, quiere tener la plaza de por vida. Yo creo que esto es un error. Las plazas vitalicias son un lastre para la sociedad española. Habría que evaluar a las personas cada cinco años, con criterios objetivos, para que no haya venganzas. Eso sí, habría que hacerlo con unos sueldos más competitivos que los actuales. Un médico español, con los recortes, no gana 2.000 euros al mes. Uno portugués gana tres veces más. Es algo injusto, y las injusticas nunca acaban bien. El sueldo del médico español es el más bajo de Europa, por debajo de Grecia.
P: ¿Y cómo es esto posible y que, sin embargo, se diga que la sanidad española es tan buena?
R: Porque el salario no tiene que ver con la eficacia. El médico español se ha acostumbrado a esta idea: sabe que gana poco por la mañana y que por la tarde duplica o triplica lo de la mañana. A mí no me parece eficiente que un médico trabaje en dos sitios a la vez; y yo lo estoy haciendo, tengo una consulta de segundas opiniones un par de tardes por semana porque no puedo vivir con el sueldo del hospital. Pero a mí me gustaría vivir con un sueldo digno, y que el sueldo contemplara asimetrías, de modo que la persona que más trabaja y más produce pudiera recibir un sueldo diferente al que tiene menos motivación o quiere dedicar menos esfuerzo.
Martín y el amigo Félix
Miguel Martín (Valladolid, 1954) siempre ha sido un amante de los animales. Aunque acabó siendo médico, quería ser biólogo. Su padre era agricultor y él siempre estuvo cerca del campo. En la finca donde se desarrolló su infancia vallisoletana criaban halcones peregrinos, los entrenaban para la caza. “Es la caza más justa que hay, porque el halcón y la perdiz tienen las mismas fuerzas”, explica. “Fue un deporte apasionante para mí”.
Alguna vez fueron a cazar con el divulgador Félix Rodríguez de la Fuente, que era compañero de promoción en la universidad de su tío. Es más, las ovejas atacadas por lobos que salían en un mítico episodio de la serie televisiva El hombre y la tierra eran de su tío. “Les soltaron los lobos para rodar el capítulo”, recuerda. “Las ovejas estuvieron dos meses sin dar leche después de aquello”.
P: Políticos, médicos y pacientes. ¿Los pacientes deberíamos hacer también algún tipo de autocrítica?
R: Quisiera hacer un comentario general antes de responder esto. Todo lo que ocurre con los médicos, con los políticos, con los pacientes, tiene que ver con cómo somos los españoles. Los defectos son comunes a todos. España es un país que tiene unas peculiaridades que tenemos que intentar cambiar. Hay una gran facilidad para la envidia, para criticar a los demás en vez de negociar; para criticar a las personas, en vez de sus actos, lo cual es un craso error. Y además tenemos una enorme tolerancia con la corrupción. Yo soy profesor de universidad y hay gente muy prestigiosa que me llama cada día para pedirme que apruebe a su hijo que ha sacado un dos en el examen. Esto, para mí, es un modo de corrupción, un intento de tráfico de influencias. Y esto les parece normal. “Es humano”, dicen. A mí no me parece humano, me parece inaceptable, pero me veo obligado a tener que dar unas explicaciones como si yo fuera un monstruo o un loco, como si tuviera que justificar por qué no hago lo que me piden.
P: Este país está viviendo, de hecho, momentos tremendos en este frente. ¿Cree usted que existe una especie de tradición de corrupción?
R: España tiene gran tolerancia cultural con la corrupción o la corruptela. Si alguien puede aprovecharse de cosas en el trabajo, lo hace. La gente se lleva folios del lugar de trabajo, y bolígrafos. El que tiene acceso a folios, se lleva a folios; el político que tiene acceso a millones, se lleva millones. Usted me puede decir que no es lo mismo y tiene razón, no es lo mismo, pero deberíamos empezar por asumir cada uno de nosotros que como no hagamos un máximo esfuerzo de austeridad y no seamos firmes para eludir el favoritismo, el amiguismo y la corruptela, no vamos a poder cambiar el sistema global.
Miguel Martín responde a las preguntas erguido en su silla, impecablemente trajeado. Estamos en San Sebastián de los Reyes, a las afueras de Madrid, en las oficinas del Geicam, el grupo de investigación que dirige desde hace 17 años. Desde aquí se coordinan los ensayos clínicos que se realizan en 177 hospitales de toda España con nuevos fármacos contra el cáncer.
Martín es partidario de la sanidad pública, sí, pero considera que esta necesita reformas de fondo. Desembarcó en el servicio de oncología del hospital Gregorio Marañón hace cuatro años y, según describe uno de sus colegas, le dio la vuelta al departamento. Puso en marcha una unidad de ensayos clínicos y un programa de racionalización de gastos que permitió que los 14 millones de euros de desembolso en quimioterapéuticos se redujeran a 11. Para ello involucró a la industria farmacéutica en el pago de los ensayos clínicos. Es decir, atrajo dinero privado hacia la sanidad pública.
P: La cobertura sanitaria es una de las conquistas más preciadas del siglo XX. Llegar al Estado de bienestar costó años de lucha y esfuerzo. ¿Estamos asistiendo al desmantelamiento de la sanidad pública?
R: No. Los ciudadanos no lo permitirán. Los políticos deben ser conscientes de una cosa que a veces se les olvida: el pueblo español ha elegido una sanidad universal, equitativa y pública. Esto no lo pueden cambiar por su cuenta.
P: Pues el caso es que se están adoptando toda una serie de decisiones que, si se mantienen en el tiempo, son un modo de laminar la sanidad pública…
R: Esto que usted dice es el miedo que tenemos todos. La cuestión es complicada. El problema que ha habido, en particular en la Comunidad de Madrid, es que de golpe y porrazo ha habido una reducción de 500 millones de euros de financiación para la sanidad. La Consejería se ha encontrado con que tenía que ahorrar 500 millones de euros en un mes o dos meses, se quedaban sin dinero para las nóminas. Entonces han tomado la decisión de externalizar la gestión de algunos hospitales. Económicamente les resuelve parte del problema, pero a mi modo de ver es un error. ¿De fondo hay un intento del PP de privatizar la sanidad española? Yo, sinceramente, no lo creo, porque serían tontos. No lo van a poder hacer aunque quieran. El pueblo español no lo va a permitir.
Hay que decir que el cáncer de mama se cura en un 80% de los casos”
P: La dimisión en masa de directivos de centros de atención primaria que se produjo en Madrid a finales de enero ha sido algo excepcional. Fue una rebelión de médicos de latitudes políticas bien distintas. Si se ha producido, debe de responder a algo…
R: Usted mismo lo acaba de decir: personas de latitudes políticas muy distintas. Todos los médicos en España están esencialmente de acuerdo en que el sistema público es el que hay que seguir. Este tipo de cambios no van en consonancia con lo que todos en España queremos que sea la sanidad. Incluso médicos votantes del PP están en contra de estas aventuras que no sabemos en qué van a acabar. Está el modelo Alzira, el modelo de Andalucía… En Andalucía han hecho algo que es menos dañino, que es subcontratar alguna pequeña gestión. Pero la Administración debe mantener el control del hospital público. Si la cede a la empresa privada, esta puede plantearse el gobierno del hospital en términos meramente económicos.
P: Por acabar con el caso de Madrid, ¿las medidas que se adoptaron fueron consultadas con los profesionales?
R: Radicalmente, no.
P: Hay muchas voces críticas que sostienen que una cúpula política ha tomado decisiones sin tener todos los elementos de juicio en la mano.
R: Totalmente de acuerdo. No se ha consultado a los profesionales, y es un craso error, un error de principiante. No entiendo cómo los políticos pueden ser tan ingenuos. No se puede imponer una reforma médica en contra de los médicos. Hay que ser sensatos.
P: Tiene usted fama de ser independiente, de no entrar en cuadrillas políticas, ¿es así?
R: Yo he sido de todo. Cuando estaba en Valladolid, estudié Medicina y simultáneamente Historia. En aquella época, la política se hacía en la Universidad. Recuerdo que formé parte de los Grupos Autónomos Revolucionarios, un partido anarquista. Fue una experiencia increíble, incluso montamos una comuna en una buhardilla. Resultó una experiencia frustrada porque al cabo de un año no conseguimos que entrara ninguna chica… He pasado por todo el espectro político, y al final me he hecho muy realista. Hay que convivir con todos los partidos políticos, todos tienen derecho a existir. Yo no soy de ninguno, desde luego. He votado a varios, a algunos minoritarios. Y mi voto ahora ya está condicionado por la persona: si yo me fío de una persona, la voy a votar, me da igual la sigla. Corolario: estoy a favor de las listas abiertas; las listas cerradas son una perversión de la democracia. Soy partidario del modelo anglosajón, de una mayor proximidad del político a sus votantes. Como los políticos no se acerquen a los ciudadanos que les votan, van a seguir en esta dinámica de desprestigio.
Martín se muestra crítico con la clase política española. “El tema de la corrupción va a ser sometido a un control estricto, no me cabe la menor duda. Ellos pensaban que no iba a pasar nada, por eso robaron, pensaron que eran impunes”. En este campo vuelve a citar la cultura anglosajona, donde el comportamiento individual tiene trascendencia. “En Estados Unidos, un presidente miente y le hacen dimitir. Aquí no. Aquí puede mentir, rementir, y si es hábil con la mentira y cuenta con suficientes apoyos en número de parlamentarios y medios de comunicación, a lo mejor no dimite. Persona que miente en la política, persona que automáticamente debería dejar el cargo”. Considera, además, que habría que exigir una cualificación profesional a los gobernantes. “Yo no entiendo que un presidente del Gobierno no hable inglés. Y los cuatro últimos presidentes no lo hablaban. Las negociaciones se cierran en las cenas, no en las reuniones”.
P: Volviendo a la actividad de su fundación Geicam, en España, una de cada 12 mujeres sufrirá cáncer de mama a lo largo de su vida. Esta enfermedad es la primera causa de muerte en la población femenina española. ¿De los últimos avances que se han producido en el campo de la oncología, hay alguno que resulte especialmente esperanzador?
R: Lo primero que me gustaría contar es que el cáncer de mama se cura en un 80% de los casos, cuando hace 15 años solamente se curaba en un 60%. Este cambio no se ha visto en otros tumores, y tiene un origen curioso: la altísima frecuencia de la enfermedad. La gran cantidad de mujeres que hay con cáncer de mama nos permite realizar muchos estudios y avanzar hacia terapias mejores. En un año, el Geicam puede incluir 1.000 enfermas en un estudio. Nos hemos dado cuenta de que las mujeres son una población particularmente agradecida de cara a los médicos. La mujer es mucho más luchadora y altruista: es más capaz de entender lo que el médico le plantea cuando le propone entrar en un ensayo clínico. Los hombres, por desgracia, en cuanto tenemos un cáncer, tiramos la toalla. Y a menudo no colaboramos mucho con los médicos. La mujer afronta la enfermedad de una manera increíblemente positiva, que también ayuda mucho en el avance.
P: ¿Por qué existe este tabú en torno al cáncer?
R: Es una buena pregunta. Es un tabú que tiene antecedentes ancestrales, históricos. El cáncer era considerado sinónimo de muerte en el pasado. La Sociedad Española de Oncología médica está intentando, incluso a nivel de la Real Academia Española, que se evite esta acepción del cáncer como algo que destruye, como algo que inevitablemente lleva al desastre y a la perdición. Cuando yo empecé a hacer oncología, se curaban el 40% de los cánceres. Ahora se curan más del 65% de los casos, o sea, solo se muere una tercera parte. Se han producido unos avances increíbles. Y la única forma de que se sigan produciendo es afrontar la enfermedad con una mentalidad de ganadores.
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