No más fotos de platos, por favor
¿De verdad crees que el mundo necesita ver los 18 platos de tu menú degustación en tu Instagram?
En la Era de los Sobres, las noticias cada vez lo tienen más difícil para generar inquietud entre los españoles. Estás tan acostumbrado a los electroshocks informativos, que cuando lees que un ciclón arrasará tu barrio el mes que viene o que un asteroide destruirá la Tierra en un par de días, miras al cielo y piensas: “Vaya, otra vez me he dejado la ropa tendida, y parece que esta tarde va a llover”.
Ahora bien, aún existen informaciones capaces de levantar revuelo, al menos en ciertos micro-ámbitos. El mundillo gastronómico anda un poco alterado tras la publicación de un amenazador reportaje en The New York Times que avisa sobre el creciente cabreo que tienen algunos chefs y hosteleros con la gente que saca fotos a los platos. El asunto comienza a salirse de madre en Estados Unidos, donde turistas, blogueros, tuiteros, instagrameros y demás fauna llegan a convertir los restaurantes en sus estudios fotográficos personales. El artículo habla de individuos que usan el flas a troche y moche, instalan trípodes sobre las mesas o se suben a las sillas para captar planos cenitales, para luego correr a colgar las imágenes en su red social favorita.
Algunos locales se llevan amablemente a estos fotógrafos compulsivos a la cocina para que no den la tabarra. Pero en otros, como Momofuku Ko, el irascible chef David Chang ha tomado la determinación de prohibir el uso de cámaras para retratar la comida. La primera reacción es pensar que estos señores son un poquito nazis. Que no se pueden imponer tantas normas, y que hacer fotos y colgarlas no solo no hace daño a nadie, sino que además sirve como promoción para el propio restaurante.
Ahora bien, no puedo dejar de sentir cierta simpatía por estos dictadorzuelos, y eso que soy el primero en disparar en cuanto detecto cualquier actividad interesante encima de un plato. Si no lo practicas con discreción, el uso del móvil o la cámara en la mesa puede resultar de lo más cargante para tus acompañantes —y si es con flas, para todos los presentes en el local. Además de interrumpir el flujo natural de la conversación, entorpece el disfrute de la comida.
Muchas personas acaban sufriendo el síndrome del turista japonés, y les importa más la fotografía de su huevo cocido a baja temperatura que la experiencia real de zamparse el huevo en cuestión. Por no hablar del latoso exhibicionismo de mostrar todo lo que comes en Internet. ¿O de verdad crees que el mundo necesita ver los 18 platos de tu menú degustación?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.