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Tribuna
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Europa al rescate

Estamos ante un fracaso político en toda regla, que tiene que asumir lógicamente el actual desorientado Gobierno

Diego López Garrido

Después de meses de focalizar en la Unión la fuente de todos los males —que ha sido el deporte favorito de gobiernos imprudentes y de columnistas precipitados— resulta que sólo Europa es capaz de rescatarnos —y nos rescata— del desastre de un significativo sector de nuestro sistema financiero y de la ineficiente gestión de la crisis de deuda por el Gobierno español.

Es Europa la que nos va a dar hasta 100.000 millones de euros (10 puntos de PIB) a menos de la mitad del coste de financiación que nos están exigiendo hoy los mercados, gracias a la llamada Facilidad Europea de Estabilidad Financiera que se creó en julio de 2011 y que Rajoy no ha querido utilizar hasta que el agua le ha llegado al cuello. Es a Europa a la que se apela angustiosamente cuando se exige al Banco Central Europeo que intervenga para salvarnos de la incontenible subida del interés de la deuda soberana española, que se ha recrudecido después de las elecciones en Grecia del pasado domingo.

Se creyó Rajoy que iba a ser respetado por los mercados, sus amigos ideológicos. No ha sido así. El cáncer especulativo de la burbuja inmobiliaria engendrada hace una década por Aznar y Rato al declarar edificable todo el territorio nacional, ha terminado por destruir —paradojas de la política— un supuesto plan del PP —inexistente en realidad— para salir de la crisis. Una parte de la banca española —esencialmente las Cajas, y, sobre todo, Caja Madrid y Bancaja, fusionadas en Bankia con Rato a la cabeza— estaba (está) contaminada hasta la saturación por los activos inmobiliarios sobrevalorados en los balances. Es el resultado de muchos años de deuda fácil tomada del exterior por la banca española (apalancamiento) y concedida a continuación en forma de crédito, sobrepasando de forma temeraria los propios depósitos bancarios (en algún caso se calcula que el crédito concedido llegó a ser de 160% respecto a los depósitos en cuentas corrientes).

Los dos grandes partidos tienen que pactar una hoja de ruta ante Europa

El Gobierno ha perdido medio año sin abordar esta enfermedad, y, ante ello, los inversores han decidido huir en desbandada del sistema financiero español; del público y del privado (más aún que del euro en general). Con ello, hemos entrado en un círculo vicioso, porque nuestra deuda pública ha de ser refinanciada en buena parte por la banca privada española, ya de por sí debilitada. Según los últimos datos del Tesoro Público, los inversores extranjeros habían reducido su tenencia de bonos españoles, en marzo, hasta un 32% del total, mientras que los bancos españoles habían aumentado su posesión de bonos soberanos de nuestro país hasta un 41% del total (desde un 35% en diciembre pasado). Así se ha establecido esta perversa relación entre deuda del sistema financiero y deuda soberana, que sufrimos ahora con especial intensidad. Esto ha sucedido durante el Gobierno de Rajoy, que esperaba un milagro que no se ha producido.

Estamos ante un fracaso político en toda regla, que tiene que asumir lógicamente el actual desorientado Gobierno. Este fracaso no se va a convertir inmediatamente en una crisis de solvencia de país porque existe la Unión Europea. Ha sido vituperada y ninguneada por quienes carecen de la suficiente perspectiva histórica (en la derecha y también en la izquierda), pero es la criticada Europa quien viene en auxilio de España.

En las circunstancias actuales, el Gobierno, sin otros apoyos, no parece tener la capacidad necesaria para sacarnos del pozo. Tenemos un Gobierno erosionado en el interior y en el exterior. En el interior, porque ha querido compensar su inacción fiscal y su temor ante los poderes económicos y financieros con medidas contra los trabajadores (propiciando el despido en masa) y contra los ciudadanos (degradando la sanidad y la educación). Y debilitado en el exterior por su caótica política económica, y la incomprensible e inconsistente respuesta a la crisis de tres dirigentes como Rajoy, Guindos y Montoro, gravemente descoordinados, y, por ello, sin autoridad suficiente ante los líderes europeos.

Los dos grandes partidos tienen que pactar una hoja de ruta ante Europa, que no podrá conseguirse de forma creíble sin que a los ciudadanos se les explique por qué nos ha pasado esto y se exijan las debidas responsabilidades.

El Gobierno debe acordar con el partido principal de la oposición su postura ante el Consejo Europeo, y también la política económica y fiscal de España, que necesita un giro progresista.

He venido sosteniendo desde hace tiempo que la alternativa en política económica española y europea es sustituir deuda por tributación; es repartir los esfuerzos y subir los impuestos progresivos a los que más tienen y a las rentas del capital (algo que ya debimos hacer los socialistas) en un país como España que tiene 10 puntos menos de presión fiscal que la media de la eurozona. No lo ha querido así el Gobierno y nos encontramos con la necesidad de un rescate que implica un aumento brutal de la deuda pública y el peso correspondiente en intereses, difícilmente asumibles en un contexto de recesión económica. De ahí que los mercados sigan castigando la prima de riesgo, con independencia del resultado electoral griego.

La alternativa en política económica española y europea es sustituir deuda por tributación

Es incomprensible que el Partido Popular no haya batallado desde el principio por la tasa de transacciones financieras (que el G-20 rehúye) y los eurobonos para financiar un potente programa de crecimiento. Son propuestas de la izquierda europea —ahora fortalecida por Hollande— que favorecen a España y demás países que sufren tipos de interés altísimos para financiarse. Esto es lo que el presidente del Gobierno debería exigir a finales de mes en el Consejo Europeo, y es lo primero que tendría que haber planteado a su correligionaria Merkel, principal responsable de que los eurobonos no sean una realidad en Europa. No hay otro camino si se quiere la Unión fiscal y bancaria, es decir, la verdadera Unión Económica que España ha venido pidiendo desde comienzos de 2010, como preludio de la necesaria Unión Política.

El rescate al sistema financiero español es algo que cualquier gobierno querría evitar. Pero, al tiempo, es una tabla de salvación que, de alguna forma, muestra las ventajas de la mutualización de la deuda, de los eurobonos, porque logrará intereses manifiestamente más bajos. El rescate es, en realidad, una decisión sobre Europa. Una prueba más de que ahí está la solución, no el problema, y que, en estos momentos dramáticos, la instancia en quien podemos y debemos confiar es, con todas sus contradicciones e insuficiencias, la Unión Europea.

Diego López Garrido es diputado socialista. Ha sido Secretario de Estado para la Unión Europea.

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