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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Basuras soberanistas

Un plan de gestión de residuos en Gipuzkoa deriva en bronca política

MARCOS BALFAGÓN

Quién iba a decir que la gestión de la basura estaba llamada a convertirse en la gran pelea de Bildu con otros partidos. Pero es así: hay una considerable bronca política en Gipuzkoa por esa causa. Cuatro Ayuntamientos bajo control soberanista obligan a los ciudadanos a separar los residuos en bolsas diferentes —aquí el material orgánico, allá el vidrio, esta para el papel-cartón, una cuarta de envases y plástico, una quinta con lo que no entra en la clasificación anterior— y les limitan los días para sacarla a la calle: si hoy es lunes, toca lo orgánico; si martes, los envases; si miércoles, el papel y el cartón. Junto a los portales se han colocado postes con txintxilikarios, colgadores donde cada ciudadano debe dejar su cotidiana bolsa de residuos. Está previsto extender el invento a otros 34 municipios, de forma que casi un tercio de los guipuzcoanos quedarían afectados en 2013.

No se entiende qué escándalo puede haber en seleccionar los residuos por tipo de material, ni en sacar cada día una clase de basura: hay quien alega que eso afecta a la intimidad del ciudadano —de hecho, está pensado para saber a quién se debe multar—, pero procedimientos similares se aplican en otros lugares de Europa, entre ellos Bruselas.

No está claro lo que se pretende hacer con unas basuras tan cuidadosamente seleccionadas. Porque se ha parado la construcción de una incineradora en Gipuzkoa, y Bizkaia ha suspendido la importación de las 25.000 toneladas anuales de residuos que no caben en los vertederos de Gipuzkoa. Los de Bildu confían en que su sistema permitirá reciclar el 80%, recortando así el volumen a eliminar; otros les llaman ilusos. Más de 8.000 ciudadanos de Zarautz han firmado un escrito en contra del nuevo sistema, que les hace temer el retroceso del turismo ante el espectáculo de árboles de bolsas de basura.

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Todos pueden tener un poco de razón y nadie la tiene por entero. Ahora bien, un cambio de hábitos tan considerable no se debe imponer sin más. Sobre todo por un grupo soberanista que antes defendía las consultas ciudadanas. He aquí el ejemplo de cómo convertir una cuestión técnica en absurda guerra política.

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