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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inundación de liquidez

La subasta del BCE aliviará los vencimientos de la banca, pero no elevará el crédito a las empresas

La segunda gran inyección de liquidez del Banco Central Europeo (BCE) se ha cerrado con un éxito técnico y con algunas dudas, nada nuevas por otra parte, sobre cuál será el destino de esta barra libre financiera preparada por la autoridad monetaria europea. El banco ha adjudicado más de 529.000 millones de euros entre unos 800 bancos, a un tipo de interés del 1% y a tres años de plazo. El BCE aplica el principio sensato de que en tiempos de recesión es necesario dotar de abundante disponibilidad financiera al sistema, para aliviar al menos las tensiones monetarias a corto plazo, ejercicio de sensatez que contrasta abruptamente con los corsés presupuestarios procedentes de Alemania.

El éxito del último riego de liquidez se mide por el número de entidades que han acudido a la subasta: 300 más que en la primera, en diciembre. De esta capacidad de convocatoria cabe deducir que el BCE ha relajado las exigencias para optar a la subasta, han entrado en juego muchos bancos medianos y pequeños y que, por fin, las entidades han perdido el temor a quedar marcados por la apelación al banco central. La crisis de confianza afecta a todos y resulta un grave daño para las cuentas de resultados ignorar ventanillas y ayudas por causa de un prestigio mal entendido.

Pero el problema financiero europeo, y el español en particular, no es solo cuestión de liquidez. Por lo menos, dejó de serlo tiempo atrás. El problema principal es de calidad de los balances. Con el antecedente de la primera subasta puede calcularse que la banca no trasladará la liquidez que ha recibido del BCE a préstamos para empresas y particulares; o, dicho con más precisión, no concederá nuevos créditos para proyectos de inversión y empleo. Una parte del dinero recibido volverá al BCE para cubrir vencimientos; y otra, según las intenciones de Draghi y su staff, podría destinarse a la compra de deuda pública. Pero lo que se dice a crédito, a financiar empresas y familias, lo más probable es que, de nuevo, vaya muy poco. Los bancos (y las cajas, por supuesto) todavía no han superado la fase en la que consideran que la mejor forma de cumplir con las nuevas exigencias de capital es no conceder nuevos préstamos. Se conforman con refinanciar viejas deudas.

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No hace falta subrayar que esta disposición, que las entidades consideran razonable y argumentada, es un obstáculo formidable para la recuperación de la economía. Y confirma de manera concluyente que la restauración de la confianza en el mercado bancario, y todo lo que ello implica (recomposición de balances, cobertura de activos dudosos, recuperación de la confianza entre entidades), era y es estratégicamente más importante que cualquier otra reforma. Desgraciadamente, el tiempo perdido en Europa y en España implica que la normalización del crédito, que será la última fase del saneamiento bancario, no llegará al menos hasta mediados de 2013.

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