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Columna
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Pólvora

Para los estudiantes valencianos la injusticia no es una idea abstracta, la sufren cada día en los institutos y colegios públicos y en el deterioro de los barrios

La creciente rebeldía que están acumulando con razón los estudiantes de la Enseñanza Pública en Valencia constituye una carga muy sensible que puede estallarle en las manos a una derecha prepotente y sin complejos, que ha tomado el éxito en las urnas como una patente de corso para hacer lo que le dé la gana, incluso el no aceptar el derecho de unos chavales a cabrearse. Sería suicida no valorar este peligro. La adolescencia es una edad complicada, llena de turbulencias, fácil de manipular en algunos casos, pero a lo largo de la vida de estos escolares ya no habrá un tiempo en que su ira sea tan limpia, desinteresada y arrojadiza. Para ellos la injusticia no es una idea abstracta. La sufren cada día en los institutos y colegios públicos degradados, en el deterioro de los barrios donde crecen en general sin otra salida que la de expresar sus neuras con spray en los muros. Esta miseria moral que descubren en su educación entra diariamente en colisión con su idealismo incontaminado, una síntesis altamente explosiva. Al contrario del movimiento del 15-M, la cólera de estos estudiantes no se deriva de un malestar difuso que puede llenar de pancartas y gritos una plaza para disolverse poco después en el aire. Su rebeldía ya es un poder que se canaliza y se desarrolla en las aulas y patios de la Enseñanza Pública, un ámbito cada día más irrespirable. Hay que conocer Valencia. En esa tierra se dan las fricciones ideológicas más violentas. Se equivoca quien piense que se trata de una sociedad aborregada, conformista y paellera, por el hecho de haberle dado tres mayorías absolutas a una derecha que se ha movido a sus anchas entre el despilfarro hortera y la corrupción impune. Debajo de ese conformismo hay mucha pólvora acumulada. En Valencia huele ya a una república de primavera donde los deseos inaprensibles del placer se van a mezclar con el fervor de la savia y de la sangre de unos estudiantes dispuestos a llevar la protesta hasta el final. La cridá o llamada que este domingo va a realizar la fallera mayor desde la torres de Serranos convocando a la fiesta podría unir esta vez dos clases de fuego y de pólvora, la de las tracas y la de la cólera. Sería terrible que esta cólera de los estudiantes se convirtiera en otro combustible de las fallas.

 

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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