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La princesa del imperio Zara se casa

Marta Ortega y Sergio Álvarez contraen matrimonio ante unos 200 invitados Multitud de curiosos y cámaras se apostaron a las puertas de la finca familiar

Marta Ortega llega con su padre a la ceremonia.
Marta Ortega llega con su padre a la ceremonia.GABRIEL TIZÓN

Marta Ortega y Sergio Álvarez tienen desde ayer más vida en común que los concursos hípicos. A última hora de la tarde formalizaron su matrimonio en la capilla del Pazo de Drozo, una de las casas paternas. Un festejo que, más que el guión de un cuento de hadas, siguió el habitual de una pareja con padres de posibles (de más que posibles, desde luego). Entre los 200 invitados había pocos compromisos de la familia, pocos representantes de la empresa familiar y sí muchos amigos de los novios, o compañeros de afición/trabajo del mundo de la hípica. Los más conocidos y únicas celebrities, Athina Onassis y Ainhoa Arteta, parejas de jinetes.

“Feliz” y “nada nervioso”, se declaró Amancio Ortega horas antes, al salir del hotel coruñés donde estaban alojados prácticamente todos los invitados al enlace. Su hija sí reconocía estar nerviosa. Pasadas las siete de la tarde comenzaron a desfilar las furgonetas con los invitados. Desde las seis, el tráfico en la estrecha pista que bordea parte del pazo, y es parte del Camino Inglés a Compostela, tuvo que ser regulado para evitar el atasco entre las furgonetas que daban servicio al acto, los coches de los vecinos y los numerosos vehículos que parecían convocados por el lema “podíamos ir a dar una vuelta a Anceis, a ver si vemos algo”.

Esa intención es la que atrajo a tres amigas que llegaron a las cinco desde Santiago -“por eso del glamur”- y que no querían identificarse, como otro grupo que eran y no eran de Anceis -“tenemos aquí una segunda residencia”- y cuya portavoz, María, explicaba la espera: "Estamos aquí en vez de encender el televisor”. Con ellos, un cada vez más nutrido y más aterido grupo de cámaras e informadores (alguno también famoso, o por lo menos objetivo de las cámaras de los móviles). “¡Mira, como en la casa de Belén Esteban, no me extraña que se enfade!”, señalaba una vecina de Anceis de toda la vida al grupo que obstaculizaba la carretera. “Belén Esteban se lo busca”, le matizaba una vecina.

Sergio Álvarez cruzó el portalón y la nube de flashes a las 19.50. Veinte minutos después, entre algún grito tímido de “¡guapa!”, lo hacía el coche que llevaba en la parte de atrás, sonrientes, a Marta Ortega y a su padre. Ella, con vestido hecho en (y no de) Zara. El novio, con un traje más homologado de Massimo Dutti. El ramo, inspirado en la primitiva pintura flamenca, confeccionado por el francés Thierry Boutemy, a tono con la decoración floral. Una ceremonia tradicional, con la salvedad de que en la capilla prácticamente solo cabían los celebrantes y los protagonistas. El resto de los invitados siguieron los “sí quiero” en unas pantallas de plasma encastradas. Ainhoa Arteta interpretó el Ave María de Charles Gounod (ese fue su regalo de boda). Un cañón de luz enfocado a la vidriera desde el exterior proporcionaba ese halo de luz que figura en el imaginario de todas las ceremonias decisivas.

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La carpa no era la de las fiestas en el jardín o las levantadas para los actos institucionales de colocación de primeras piedras. Era, según ha venido detallando La Voz de Galicia, una estructura que engloba a varias, que a última hora se ha revestido de un muro imitando piedra y que ha sido diseñada para las necesidades específicas del acto. La conexión con la capilla se ha hecho mediante un pasillo con bancos como si fuese la nave una iglesia, en donde los asistentes han seguido la retransmisión de la ceremonia. Al finalizar, los invitados han pasado a un salón de casi mil metros cuadrados, decorado con cuadros de Fernando Sotomayor, un pintor costumbrista de la burguesía gallega y de las escenas populares de principios del siglo XX, con fotografías de los novios y con algunos de sus trofeos en concursos hípicos.

El menú, de Marcelo Tejedor, chef del restaurante compostelano Casa Marcelo (estrella Michelin), con entrantes y postres de Nacho Manzano (chef asturiano de Casa Marcial, dos estrellas Michelin), estará regado con albariño Pedralonga y rioja Roda I. La mantelería es de hilo con encaje de Camariñas, pero la cubertería es de Zara Home. Amplio escenario con piano e instrumentos de cuerda (se supone que para amenizar la cena) y eléctricos (para la sobremesa). Eso sí, el viaje de novios no será normal. Sea a las Canarias o a Santo Domingo, será en el jet paterno.

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