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El conflicto afgano

Obama sigue hablando con los talibanes

La Casa Blanca espera en los próximos días resultados de las conversaciones

Antonio Caño

Descartada desde hace tiempo una victoria militar en Afganistán, la Administración de Barack Obama confía hoy más en el diálogo con los talibanes que en la acción de sus fuerzas armadas como vía para la solución de un conflicto de más de una década. Fuentes próximas a esas conversaciones esperan que estas ofrezcan en los próximos días resultados suficientes como para establecer el calendario de un proceso de paz.

El estancamiento de las operaciones sobre el terreno, donde ninguno de los dos bandos consigue marcar diferencias sustanciales, unido a los reiterados síntomas de la falta de lealtad y preparación del Ejército regular afgano, ha recomendado a los responsables de la guerra la búsqueda de otros mecanismos para acelerar la retirada de tropas norteamericanas, que debería concluir, según los planes de Obama, en 2014.

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Aunque el presidente estadounidense tiene actualmente ventaja sobre sus potenciales rivales republicanos en cuanto al manejo de la política exterior, Obama pretende llegar al momento decisivo de la campaña electoral con un balance positivo que ofrecer sobre la situación en Afganistán, y no da la impresión de que la vía estrictamente militar pueda permitirle hacerlo.

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Estados Unidos lleva ya meses explorando, por canales oficiales y extraoficiales, las posibilidades de un diálogo con los talibanes, pero en las últimas semanas se han producido algunas novedades que han traído cierto optimismo a Washington. La más importante ha sido la apertura en Catar de una oficina de representación de los talibanes, lo que permite un contacto más fluido con ese grupo en un país que es aliado de EE UU y que podría estar actuando como mediador. Otro signo alentador, según fuentes que han hablado con medios de comunicación norteamericanos, es la participación en los contactos de altos representantes talibanes que están en capacidad de hablar por el grueso de sus militantes.

Marc Grossman, el enviado especial del Departamento de Estado para Afganistán y Pakistán, ha estado en las últimos semanas en comunicación con los Gobiernos de Arabia Saudí y Turquía con el fin de que favorezcan el diálogo con los talibanes y, eventualmente, participen en las negociaciones. Ambos países son actualmente muy influyentes entre los musulmanes suníes, la rama del islam a la que pertenecen los talibanes.

Aunque ese diálogo está repleto de dificultades e incertidumbres -a las que se ha referido recientemente el secretario de Defensa, Leon Panetta-, la Administración de Obama hace tiempo que lo ha incluido como una opción aceptable. Esa es una de la razones por las que, oficialmente, se identifica a Al Qaeda como el responsable del 11-S y el enemigo a batir en Afganistán, no a los talibanes.

Uno de los muchos obstáculos en la negociación es el de la actitud del Gobierno de Hamid Karzai. Aunque el presidente afgano respalda formalmente el diálogo, intenta que este se produzca en unas condiciones que le permitan seguir en el poder tras la conclusión de un eventual proceso de paz.

Asimismo, EE UU tiene que decidir qué hacer con los presos de Guantánamo que los talibanes identifican como miembros de sus fuerzas y cómo tratar al mulá Mohamed Omar, que gobernaba en Afganistán cuando ocurrió el 11-S y a quien los militares norteamericanos buscaron durante un tiempo con el mismo afán y el mismo propósito que a Osama bin Laden. En los contactos establecidos hasta ahora con los talibanes, los representantes norteamericanos han llegado a la conclusión de que el mulá Omar sigue liderando la organización y que algunos emisarios hablan en su nombre.

EE UU asume que tendrá que hacer concesiones a los talibanes que podrían resultar perjudiciales en la campaña electoral de Obama, pero pretende hacerlas con garantías de que los talibanes aceptarán públicamente participar en un proceso de paz y pararán las actividades militares. El principal aspirante a la nominación presidencial del Partido Republicano, Mitt Romney, ha expresado claramente su oposición a cualquier diálogo con los talibanes y ha defendido la política de "matarles allí donde se les encuentre".

Eso puede representar un problema para Obama, pero también puede ser un estímulo para los talibanes, que saben que pueden estar ante su última oportunidad de obtener algún rendimiento político de su larga actividad armada.

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