'Lírika' de extrarradio
En la última década y media el cine español, con sus alegrías y sus penas, ha logrado algo impensable: que determinados cortometrajistas alcancen tal prestigio que su llegada al mundo de los mayores, el del largo, adquiera categoría de acontecimiento. A Eduardo Chapero-Jackson, que a estas alturas ya no es ningún niño (40 años), hace tiempo que se le esperaba. Y, tras los galardonados Contracuerpo (2005), Alumbramiento (2007, mejor corto europeo del año) y The end (2008), aquí está Verbo, armada con los habituales simbolismos, imaginería visual y perfección técnica de su autor, y un rosario de referencias que la hacen una obra de su tiempo.
En Verbo se unen las influencias de la animación japonesa, el hip-hop, la cultura del grafiti y el universo de los videojuegos, con la sucesiva superación de pantallas como metáfora de los pasos que hay que dar en la vida. Aunque también en ella está El Quijote, su dualidad entre realidad y sueño a partir de uno de sus personajes, un poeta de la calle llamado Líriko, y, cómo no, la vida. La angustia adolescente, las sociedades multiculturales, la incomunicación entre generaciones, el paraíso prefabricado que no es sino el infierno disfrazado de piso impoluto, avenidas sin gente y reductos de aislamiento. "¿Por qué no hemos ido nunca al centro?", pregunta la protagonista a su madre. Contestación: "Vamos casi cada fin de semana al centro comercial". "No, digo al centro, a la parte antigua de la ciudad". La burbuja del suburbano.
VERBO
Dirección: Eduardo Chapero-Jackson.
Intérpretes: Alba García, Miguel Ángel Silvestre, Najwa Nimri, Víctor Clavijo, Macarena Gómez.
Género: fantasía. España, 2011.
Duración: 87 minutos.
Férrea en su libertad narrativa y verosímil en sus ambientes y actitudes a pesar de cabalgar a lomos de la fantasía (los insultos en el instituto, la sosería juvenil: "¿Pero tú en qué planeta vives?"), Verbo solo crea dudas alrededor de su efectividad como producto comercial para un tipo de público, el joven de extrarradio que retrata, al que puede espantar su casi nula acción y un aura de solemnidad en el que no hay hueco para la efervescencia. Su público tiene la respuesta a partir de hoy.
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