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Ha nacido una estrella

Janelle Monáe pulveriza expectativas en el Sónar - Actress y Hype Williams brillan en la jornada diurna

Iker Seisdedos

En el tan a menudo estúpido y nocivo circo de divas del pop contemporáneo, Janelle Monáe desempeña el papel de la chica lista. Como una astuta y estelar aparición protagonizó ayer el arranque de la edición nocturna del Sónar en la jornada de clausura del festival barcelonés. Se presentó como el cruce al fin posible entre Stevie Wonder y Diane Keaton; entre Grace Jones y Bobby Fischer.

El sobresaliente espectáculo -que, lástima, a ratos sonó demasiado saturado y que repite hoy en Madrid- empezó como una sinfonía negra al ritmo de los violines endiablados de Bernard Hermann (¡con una quincena de músicos sobre el escenario!) para derivar en una puesta al día del soul feminista y sofisticado. Hizo falta frotarse los ojos para creer que aquello estaba sucediendo. Monáe dio sentido a todo lo sucedido en el Sónar de día, en el que el clímax llegó al filo de la caída del sol, con los conciertos de Actress, alias del hombre que compareció con gorro chino y sin embargo desgranó una propuesta occidental modernísima, entre británica y antillana, y de los brillantísimos Hype Williams, adorable pareja (también en la vida real) de practicantes de la religión del experimentalismo nebuloso.

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Aunque las emociones, que más de uno arrastraba de la noche anterior, habían comenzado tan pronto como a las tres de la tarde, cuando el grupo estadounidense No Surrender compareció con un invitado sorpresa: nada menos que el actor Eddie Steeples, célebre en España pese a que la notable serie que le dio fama, Me llamo Earl, fue ninguneada por La Sexta en la zona altísima de la parrilla. No adornan a su banda, no, las virtudes dramáticas de su personaje, El Hombre Cangrejo, un tipo entre dadaísta e intoxicado. Con su electrónica naif, No Surrender sirvieron de ejemplo a por qué a veces en estos asuntos la línea que separa lo sublime de lo ridículo resulta una linde demasiado porosa.

El veterano dj Gilles Peterson, que tuvo que hacerse cargo de una audiencia enardecida, volvió a demostrar que el coleccionismo de discos raros también puede ser un acto de creatividad. Pero sobre todo probó, que, pese a lo que invitaba a pensar la inexplicable inclusión en el cartel del Sónar de noche del colectivo madrileño Zombie Kids, no es disc jockey quien quiere sino quien realmente puede.

En el otro extremo (y no solo físico) del recital, el inglés David Rodigan ofreció una evasión revisionista incomprensible en un festival con tanto pedigrí avanzado. No es solo que partes de su show habrían visto la roja directa en el jukebox de cualquier pub británico por su obvia dieta de canciones aderezadas con comentarios históricos. ¡Es que el público estaba encantado! ¿No era más que la indulgencia propia de la hora de la siesta? ¿O tendrá razón la más reciente crítica cultural y toda esta gente tan ligera de ropa y con gafas de sol tan grandes está obsesionada con el pasado, el propio y el ajeno?

Al último interrogante cabe responder que los raperos Yelawolf sí lo están. No extraña: el hip-hop siempre fue un estilo obsesionado con la añoranza. Con todo, la solvente mezcla de referencias como base de un buen mc funcionó en un dúo que gasta la estética del tatuado sin gusto, del inadaptado nihilista. La misma de grupos tan exitosos como Salem o Die Antwoord, invitados al Sónar de la noche del viernes. Inquieta pensar que esta clase de arquetipo, basura blanca lo llaman en EE UU, algo así como el tercer mundo en el primero, sea, como en los sesenta lo fueron los Panteras Negras para las fiestas de Leonard Bernstein, el último exotismo permitido en la gran cena de la modernidad.

Del tercer mundo de verdad (Sudáfrica) llegaron Shangaan Electro, con su estética de vuvuzela y su gozosa celebración del ritmo africano como origen de todas las cosas musicales. Podrá tildarse de colonialismo cultural su admisión en el cartel. O podrá disfrutarse a secas de su irresistible propuesta. Otra de las sorpresas de la jornada, siempre a espera de la descarga nocturna de Janelle Monáe, Chris Cunningham o Magnetic Man, la puso el derroche de talento local del sello Disboot. Tanto Downliners Sekt como C156 demostraron la buena salud del underground de la música electrónica tomada en serio. Venga esta de donde venga.

La cantante Janelle Monáe, ayer durante su actuación en el Sónar.
La cantante Janelle Monáe, ayer durante su actuación en el Sónar.GIANLUCA BATTISTA
Un momento de la actuación del grupo sudafricano Shangaan Electro, ayer en Barcelona.
Un momento de la actuación del grupo sudafricano Shangaan Electro, ayer en Barcelona.CONSUELO BAUTISTA
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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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