Un médico de origen vietnamita, líder de los liberales alemanes
Sentado en su recién estrenado sillón presidencial, la sonrisa de Philipp Rösler resultaba el sábado más cauta que exultante. Ni siquiera la larga ovación parecía convencerlo de haber satisfecho con su discurso a los más de 660 delegados que lo eligieron presidente del Partido Liberal Democrático (FDP). Había salido sin folios ni tarjetas que lo guiaran durante su alocución de 66 minutos. Rösler, nuevo jefe liberal, será vicecanciller de Alemania y ministro de Economía en la coalición de Gobierno que preside la democristiana Angela Merkel (CDU). Rösler se llevó de calle a los liberales presentes en el congreso federal. La juventud y su carrera de medicina facilitan las cosas a los que quieren ver en él al que traerá los cambios que han de reanimar a un partido próximo a la bancarrota política.
El ministro es un gran orador, tiene 38 años y pretende retirarse a los 45
La principal baza de Rösler: que no es Guido Westerwelle, sino todo lo contrario. El contraste entre el nuevo presidente y su predecesor empieza en el aspecto y continúa en la biografía. Westerwelle, rubio y con la pálida cara picada de acné, es un político vocacional y correoso que nunca trabajó fuera del partido. Peleó duro por el liderazgo y lo ejerció implacablemente; es vehemente y polémico. En cambio, el doctor Rösler nunca echa mano de retóricas afiladas. Es paciente y cordial. Excelente orador, juvenil en sus rasgos y en su voz, su llegada a la presidencia ha tenido más de salto al vacío que de escalada a la cima. El nuevo vicecanciller deberá definir hacia dónde quiere llevar al partido. Su rumbo actual es cuesta abajo.
Rösler nació en Vietnam, no sabe qué día de 1973. Un matrimonio alemán lo adoptó y lo trajo a Baja Sajonia. Tras su divorcio, el niño se quedó con su padre, que era instructor de vuelo de la Luftwaffe. Estudió medicina en el Ejército y se licenció como capitán. Su carrera política comenzó en Baja Sajonia, donde fue ministro de Economía entre febrero y septiembre de 2009. Entonces lo llamó Westerwelle para hacerse cargo de sanidad en la nueva coalición de Gobierno. Los liberales ambicionaban una profunda reforma sanitaria que no han llegado a completar. Como tampoco se llevó a cabo el punto clave de su programa electoral, la jugosa rebaja fiscal con la que convencieron a 6,3 millones de votantes. Desde entonces, el partido ha perdido todas las elecciones regionales y se asoma a un abismo demoscópico. Los sondeos lo dejan rozando el 5% de intención de voto, al filo del umbral que los dejaría fuera del Parlamento (Bundestag). Rösler se presenta como el gran revulsivo que necesitaba el partido. El Süddeutsche Zeitung comenta que "su único capital es la juventud". A Rösler le quedan siete años para invertirlo, porque promete dejar la política a los 45.
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