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Entrevista:ENTREVISTA

Marta Etura esencia de actriz

Hay algo que Marta Etura tiene mucho interés que los periodistas consulten en Internet antes de elaborar su perfil. No es su página de Facebook, ni su cuenta de Twitter. De hecho, la actriz donostiarra, de 31 años, no ha entrado nunca en esas comunidades virtuales."No sé si soy romántica, obsoleta, vieja o antigua... Quizá un poco de todas. Pero soy de piel. Me gusta ir al cine, al teatro, a tomar algo, mirar a la gente a los ojos y tocarles".

Lo que Marta insiste en que se vea para escribir sobre ella no tiene que ver con su identidad digital. Tiene que ver con su identidad como actriz. Se trata de un vídeo colgado en YouTube en el que Patsy Rodenburg, una prestigiosa profesora de voz, habla de la interpretación. "Me conmovió y me hizo recuperar la confianza en mi profesión", cuenta. "Explica cómo a lo largo de la historia el actor ha prestado su voz a las historias que hay que contar y sobre las que hay que reflexionar. Casi nadie defiende ya este oficio".

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Este año, Marta Etura presta su voz, su delicado aspecto y su luminosa sensibilidad a dos de esas historias que cree que merecen ser contadas. Una historia de ciencia-ficción en un futuro incierto y una visión del lado más oscuro del ser humano. La combinación de Eva, el debut como realizador de Kike Maíllo, y Mientras duermes, el nuevo filme de Jaume Balagueró, podrían convertir el décimo aniversario de su estreno en el cine en el año de su segunda oportunidad. La numerología no podría ser más propicia, porque 2011 lo rubrica un pequeño papel en The impossible, de Juan Antonio Bayona. Película que marca la casilla del 20 en esta década de carrera.

La primera oportunidad se la dio Joaquín Oristrell cuando la seleccionó, con otros estudiantes de la escuela de Cristina Rota, para Sin vergüenza. Con 22 años, Marta exhibía tanto entusiasmo como ingenuidad. "Era muy cría cuando llegué a Madrid. Hay gente que con 18 años es más mayor, pero yo era una enana y no sabía nada. Los cuatro años en la escuela fueron de aprendizaje brutal. Personal y profesional". Como tantas niñas, Marta se disfrazaba con la ropa de su madre y repetía testaruda que quería ser actriz. Al acabar el colegio en San Sebastián, se trasladó a Madrid y se matriculó en la escuela de cine por la mañana y en la de interpretación por la tarde. Se especializó en montaje porque era la disciplina que menos horas exigía. Su ilusión estaba puesta en La catarsis del tomatazo, el espectáculo que los alumnos de la escuela montaban los fines de semana.

Ahí la encontró Oristrell y se encontró ella con Cristina Rota. La relación entre maestra y discípula continuó después de que Marta terminara sus estudios. Fue Rota quien le abrió las puertas del teatro con un papel en la obra Despertares y celebraciones. "Es una persona inteligente, de una sensibilidad exquisita. Una de esas actrices especiales, preparada para comprender y revelar los conflictos del alma humana", opina la mentora. "Ama su arte por encima de sí misma y se entrega a su función social. Eso se nota en su actitud generosa y en su profundo compromiso con el trabajo en equipo".

Ese debut teatral, en 2007, le reportó algunas de las mejores críticas de su carrera. Aunque ya había recibido tres nominaciones a los premios Goya por su trabajo en el cine. Fue candidata como mejor actriz revelación (La vida de nadie, 2002), mejor actriz secundaria (Para que no me olvides, 2005) y mejor actriz principal (Azuloscurocasinegro, 2006). No obtuvo ninguno de esos galardones, pero la secuencia ilustra la forma tan canónica y ordenada en que ha ido creciendo. "Eso tiene sus cosas buenas y malas", matiza. "La sensación es haber ido muy despacio y no acabar de llegar. Pero hago lo que me gusta y no me puedo quejar. Si miras para abajo, dices: 'Qué suerte que tengo'. Si miras para arriba: 'Quiero eso".

Tuvo que esperar a que pasara por su vida un tren llamado Celda 211 para poder oír su nombre tras la apertura de un sobre en la principal ceremonia del cine español. El suyo fue uno de los ocho premios que la película de Daniel Monzón obtuvo en 2010. "Me sorprendió mucho la nominación, porque era un personaje muy pequeño. ¡Y mucho más que me premiaran! Quiero creer que es fruto de mi trayectoria, y me hizo una ilusión terrible. Es como si te aceptaran en una familia. Para alguien que ha deseado tanto formar parte de esta como yo, es increíble".

el triunfo de una película de consenso fue decisivo para el efecto catártico que la edición del año pasado tuvo en esta convulsa familia. Cuando los premios iban cayendo, hasta los rivales parecían alegrarse. "Tuvimos la sensación de que Celda 211 ayudó a armonizar", admite la actriz. "Es una historia original, con ritmo, acción... Gustó dentro de la industria y en la calle. Produjo una sensación de reconciliación con el cine español". Más allá de sus bondades cinematográficas, el grupo humano que la sostenía despertaba innegables simpatías. La camaradería entre aquellos tipos duros, comandados por un reflexivo Daniel Monzón y con la delicada Marta en el centro, era material fílmico en sí mismo. Casi sugerían una película dentro de otra. "Hay rodajes de los que sales con la misma sensación que de las convivencias en el colegio. El equipo se une como una piña. Eso se notó en la noche de los Goya. Un director es siempre el capitán del barco y Daniel es especial. Escucha igual al protagonista que al figurante, y cuando creas un ambiente tan bueno se refleja en la pantalla", afirma Marta.

Alberto Ammann -que se estrenaba en el cine- obtuvo el galardón como mejor actor revelación. Alberto y Marta vuelven a coincidir ahora en Eva, con Daniel Brühl como tercer vértice de una historia de relaciones humanas, entre androides y nieve. "Marta es un ángel", defiende Ammann. "Generosa, clara, trabajadora y sincera. A mí me ha ayudado muchísimo. Es una compañera de trabajo ideal. Te incita a esforzarte más. Es perfeccionista, pero sin la connotación neurótica que a veces acompaña a esa palabra. Entre otras cosas, en Celda 211 tenía que meterme en la cama con una mujer por primera vez delante de una cámara. Ella me dio confianza y tranquilidad en mi inexperiencia. Esa película fue algo muy mágico, y Marta, un bálsamo que cambiaba totalmente la energía en el rodaje".

Aquella noche de febrero de 2010, Marta dedicó su primer premio Goya a su padre. En diciembre había sufrido un accidente de moto en el que perdió una pierna. Cuando sus padres se separaron, Marta tenía 12 años, y su hermano, 14. Lo pasó mal: "No sabía nada de la vida ni del amor, pero ya no era tan cría como para no enterarme". Su madre solía trabajar en una tienda de decoración, y su padre, ahora a punto de jubilarse, vendía barcos en Getaria. Pasión por la náutica que ha heredado su hermano mayor, gerente de ese puerto pesquero. Tras el segundo matrimonio de su padre, Marta pasó a tener otro hermano, 20 años menor. Todos siguen viviendo en el País Vasco. "Nadie en mi familia tiene relación con el mundo artístico o con las películas. Ellos y mis amigos de siempre me tiran mucho hacia a la tierra y me ponen los pies en el suelo".

últimamente sueña con bebés. Literalmente. Así que no le queda más remedio que admitir su deseo de ser madre. Pronto. Quiere tener, al menos, tres hijos: "Eso ya es una tribu". Pero no es fácil compaginar ese anhelo con una agenda laboral que en los últimos meses le ha hecho viajar a Suiza (por Eva) o a Tailandia. En Asia rodó el pasado otoño su pequeña contribución a la esperada segunda película de Juan Antonio Bayona, The impossible. Tumbada en silencio junto a Naomi Watts, Marta representa a las víctimas anónimas del tsunami en 2004.

Al menos, el tercero de sus proyectos más recientes le ha permitido pasar tiempo con su pareja, Luis Tosar. Se encuentran en Mientras duermes por tercera vez en sus carreras. La primera fue en La vida que te espera (2003), de Manuel Gutiérrez Aragón; la segunda, en Celda 211. "Nos gusta trabajar juntos, porque muchas veces las obligaciones nos separan. Además, es un placer coincidir con grandes actores, y él lo es. Aprendo mucho viéndole. Luego, te vas a casa, haces la cena y ves la tele. Como todo el mundo", termina con una carcajada.

"No tendría por qué saber que son pareja: durante el rodaje ni te dabas cuenta", sostiene el director de Mientras duermes, Jaume Balagueró. De la película -que se estrenará en verano o en otoño- prefieren revelar lo mínimo. Se sabe que cuenta la historia de un conserje (Tosar) y sus oscuras actividades en el edificio que vigila. Una historia "de mal rollo", especialmente en lo que concierne a su relación con la vecina que ella interpreta. "Marta siempre me ha gustado por su naturalidad y encajaba muy bien con el personaje", explica el realizador de Rec y Darkness. "Necesitaba alguien muy luminoso. Marta da toda la energía y la vitalidad que Luis destruye. Es un combate entre la luz y la oscuridad". "Lo que le sucede a mi personaje es terrible", apunta Marta. "Es tan repugnante lo que él le hace a ella, que me dio un poco de miedo que diluyera las fronteras entre ficción y realidad y nos afectara. Pero nos hemos reído muchísimo rodando, como si estuviéramos en una comedia".

cuando su relación empezó, Marta Etura y Luis Tosar trataban de ocultarla. Con el paso del tiempo, decidieron que era absurdo. "Tenemos la suerte de que no despertamos mucha curiosidad. En esta sociedad, las cosas que van bien no interesan. Me alegra porque aprecio mucho la privacidad". También es verdad que es más fácil ver a Marta en una clase que en una fiesta. Su actitud hacia la vida está presidida por un profundo sentido del trabajo. En un tiempo en que parece motivo de orgullo conseguir la fama por no hacer absolutamente nada, hay algo de conquista moral en quien lucha y suda por el reconocimiento. "Me gusta colaborar con ella por su compromiso", confirma Cristina Rota. "Posee una ética del trabajo y una responsabilidad formidables. Su apariencia -inocente, frágil y cariñosa- esconde convicciones inquebrantables". Bajo la dulce sonrisa está la férrea constancia de la bailarina. Disciplina a la que todavía dedica tiempo y atención. Admira a la bailarina y coreógrafa Pina Bausch y suspira por un proyecto como Cisne negro, que le permitiera unir sus dos pasiones, el baile y la interpretación. Etura y Rota juegan con la idea de preparar algo juntas en esa dirección.

Apenas ha aparecido en televisión. Tampoco en revistas: ni de moda, ni de corazón. Y pone la versatilidad de su rostro al servicio de sus representaciones. Una suma que la convierte en una criatura atípica. No es un florero y se revuelve contra la idea de que la belleza defina su carrera. "No me considero guapa. Soy del montón. Además, me gustaría terminar con ese tópico de que una actriz tiene que ser bella. Contamos historias del mundo real y en la realidad no todo el mundo es atractivo. Me da mucha rabia, porque en España jamás ha importado si los actores son guapos o no. Pueden ser atractivos o interesantes, pero no es imprescindible que estén buenísimos. Ellos son buenos o malos; nosotras, guapas o feas. En los años cincuenta, ¡las actrices eran modelos! Las doblaban porque no sabían ni hablar. Ese es nuestro terrible pasado".

Parte del problema, según Marta, está en el carácter masculino de la industria. A eso achaca la falta de papeles interesantes para las mujeres. "Intento luchar contra eso de la única forma que puede hacerlo una actriz que ni pincha ni corta: no acepto personajes femeninos que creo que no existen. Las mujeres, en la vida, tienen los mismos conflictos que los hombres. O más. No voy a hacer un papel que echa atrás el trabajo de las que han luchado por que todas tengamos un lugar en la sociedad".

sin embargo, solo con principios no se pagan las facturas. Marta no está orgullosa de todas las películas que ha hecho. En algunos casos, admite, sabía desde el inicio que no estaba participando en una obra maestra. "Afortunadamente, han sido pocas. Pero en alguna ocasión no he tenido elección: hay que pagar las lentejas". A las inseguridades propias de un oficio que deja el ego tan expuesto, el actor suma la incertidumbre y la anarquía de su ritmo laboral. Sin contratos ni garantías, vale lo que su última película. A veces, las ofertas se amontonan, y otras, parecen no llegar nunca. Marta sigue aprendiendo a lidiar con esos periodos de inactividad. "Nunca he conseguido relajarme del todo. Tener la certeza de que alguien acabará llamando. Esa seguridad en este país la tienen Javier [Bardem], Penélope [Cruz], Luis [Tosar] y muy pocos más...".

"La carrera de cada actor es diferente", reflexiona Cristina Rota. "Marta no ha tenido la película definitiva. Le faltan todavía personajes que le permitan demostrar de lo que es capaz. Tal vez el de Despertares haya sido el único. Es una mujer muy sensual y con una enorme pulsión vital. Le queda mucho por mostrar".

A la espera de esa oportunidad definitiva, ¿qué quiere Marta Etura? "Ser una gran actriz. Todavía estoy lejos. Pero trabajo duro. Sueño con personajes buenos, con poder actuar y crecer. Cuando ves un buen bailarín sobre el escenario... Parece que lo que hace es fácil. Pero es dificilísimo. Está incorporado en él gracias a años de trabajo y dedicación. No hay atajos".

Guiño a la moda."No me interesa excesivamente la moda, pero disfruto vistiéndome para una ocasión especial. Eso sí, me fascinan los zapatos de tacón". Camiseta de lino y pantalón corto de Chanel por Karl Lagerfeld.
Guiño a la moda."No me interesa excesivamente la moda, pero disfruto vistiéndome para una ocasión especial. Eso sí, me fascinan los zapatos de tacón". Camiseta de lino y pantalón corto de Chanel por Karl Lagerfeld.SERGI PONS
Cuerpo y alma.
Apasionada por la danza, sueña con un proyecto que le permita unir baile e interpretación. En esta imagen, la actriz lleva falda de cintura muy alta de Hermès y cinturón de Fleet Ilya para Love Dispensary.
Cuerpo y alma. Apasionada por la danza, sueña con un proyecto que le permita unir baile e interpretación. En esta imagen, la actriz lleva falda de cintura muy alta de Hermès y cinturón de Fleet Ilya para Love Dispensary.SERGI PONS

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