Miles de egipcios salen a la calle para exigir democracia
"Túnez es la solución", gritaba una multitud en El Cairo
Miles de egipcios se manifestaron ayer en la principal plaza de El Cairo y en otras grandes ciudades del país contra el régimen de Hosni Mubarak. La protesta, al estilo de las manifestaciones que terminaron con la salida del poder del presidente tunecino, Ben Ali, fue convocada en foros de Internet y más tarde contó con el apoyo de grupos de la oposición, como los Hermanos Musulmanes. Todo contribuyó a que la manifestación se convirtiera en la más grande que se ha vivido en Egipto en los últimos años.
"Abajo, abajo, Hosni Mubarak" o "Túnez, Túnez", gritaba la multitud. En Alejandría, la gente hizo trizas en plena calle un gran retrato de Mubarak y de su hijo Gamal, su previsible sucesor en el poder. Otro de los cánticos que se oyeron ayer advertía contra esta sucesión: "Gamal, dile a tu padre que los egipcios te odian", según Reuters. Mensajes en las redes sociales daban cuenta de que algunos policías se habían quitado el uniforme para unirse a la manifestación en Alejandría
Dos manifestantes y un policía mueren en los choques en Suez y El Cairo
. Mientras tanto, en El Cairo, un policía murió y hubo decenas de heridos y detenidos. En Suez, la televisión informó de dos manifestantes asesinados.
La protesta contra el abuso de fuerza amparado por una ley de emergencia que dura ya 30 años y el poder de un régimen corrupto fue convocada en las últimas
semanas a través de las redes sociales y bautizada como día de la ira. Y aunque las manifestaciones
empezaron tibiamente a primera hora de la mañana, para la tarde el ambiente se caldeó bastante.
La capital egipcia amaneció con las calles más céntricas y los puntos calientes de la ciudad, como el Parlamento o el Ministerio del Interior, tomados por la policía. En torno a la una y media de la tarde (una menos en la Península) algunos manifestantes lograron romper el cordón y cruzar la plaza de Tahrir (Libertad), empezando una marcha que les llevó hasta el edificio de la Prensa, siempre escoltados por un amplio cordón policial.
En otros puntos de la ciudad como Mohandesen o Shobra, así como frente a las Cortes, se repitieron las protestas, a las que algunos viandantes se sumaban. Otros simplemente miraban o tomaban fotos sin atreverse a unirse al río de gente: "Mira a estos, son todos policías secretas. Tengo miedo de tener problemas si me uno a la protesta, pero sí, abajo con Mubarak. No tenemos pan. No tenemos nada. Nos suben el precio de todo, ¿cómo vamos a vivir?", apuntaba en la entrada de un café un hombre con galabeya (túnica) y turbante. Más adelante entre el gentío, una mujer mostraba un paquete lleno de medicinas. "Cobro 300 libras al mes (40 euros), este tratamiento cuesta 250, ¿cómo voy a comer? Quiero que mis hijos vean un país mejor", clamaba.
Avanzada la tarde muchos de los manifestantes que habían cortado el tráfico y recorrido la ciudad se congregaron en la plaza de Tahrir, donde se produjeron violentos choques con la policía. Las fuerzas de seguridad, barbilampiños de apenas veinte años con los ojos llenos de lágrimas por los gases que sus compañeros disparaban, se enfrentaron a pedradas con los manifestantes.
Sus botas sonaron sobre el asfalto en las inmediaciones del Parlamento con la tensión marcando el paso. Contenidos, sí, pero no inermes. Inusualmente, la táctica de los antidisturbios parecía ser la de contener a la multitud dejando que poco a poco avanzaran hacia la Cámara legislativa, sin grandes enfrentamientos. A pesar de ello, en la retaguardia los mandos organizaban a sus hombres para romper baldosas de granito que después lanzaban contra los manifestantes. Jóvenes, ancianos, y hasta niños descalzos gritaban consignas contra Mubarak e instaban a las fuerzas del orden a unirse a ellos.
La emoción alcanzó sus cotas más altas cuando la multitud cantó el himno nacional mientras algunos manifestantes ondeaban la bandera egipcia sobre el camión de bomberos desde el que se les había intentado dispersar con agua a presión.
Shahira, una septuagenaria con el cabello plateado recogido en una coleta y un chal al cuello, argumentaba mientras trataba de esquivar las piedras: "Esta vez es diferente, somos miles. Es solo el comienzo. Ha llegado la hora".
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