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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El juego de Nissan

Más allá de los salarios, el Gobierno debe hacer valer las ventajas de la producción en España

La decisión de la multinacional japonesa Nissan de adjudicar la producción del nuevo modelo de furgoneta descubierta (pick up) a las plantas barcelonesas de la Zona Franca y Moncada ha desatado los parabienes por la madurez de los trabajadores, que aceptaron la semana pasada ajustes salariales para asegurarse que elegiría Barcelona como destino de la nueva carga de trabajo. La planta española tiene garantizado el empleo (3.200 personas de forma directa) hasta 2024 al menos. A cambio, los trabajadores han tenido que aceptar una congelación salarial en la práctica (no habrá subida en 2012 y en 2013 será del 0,5%) y un aumento de la productividad del 6%.

Pero, al tiempo que el Gobierno español y Nissan España celebran (con justicia) el mantenimiento del empleo, no está de más recordar algunos hechos de esta operación. Barcelona competía con las plantas de Nissan en Suráfrica y Marruecos. Las ventajas catalanas son evidentes: más proximidad a las zonas de comercialización, sindicatos conscientes del valor del empleo en tiempos de crisis, mejores infraestructuras, obreros preparados, industria auxiliar al alcance de la mano y ventajas crediticias (el Gobierno aportará créditos blandos para financiar parte de la inversión). Para colmo, los trabajadores surafricanos exigieron subidas salariales desorbitadas y organizaron una huelga sonada para conseguirlos. A pesar de las condiciones imbatibles de Barcelona frente a sus competidoras, la dirección de Nissan ha mantenido hasta el último momento las dudas sobre la adjudicación con el fin de forzar la congelación salarial. Se dice que son condiciones excepcionales y transitorias, pero lo cierto es que la supervivencia de la producción española depende repetidamente de este tipo de excepciones.

El Ministerio de Industria está obligado a reflexionar sobre la inversión extranjera en sectores maduros e ir un poco más allá de celebrar el mantenimiento del empleo. Además de la moderación salarial, la producción en España ofrece muchas ventajas competitivas que los Gobiernos (central y autonómico) deberían hacer notar y valer. Han pasado los tiempos en los que la rentabilidad se basaba solo en salarios bajos. Si además se invierte más en innovación con el fin de que la producción española ofrezca más valor añadido, mejor. Pero esa inversión no aparece. Y ahí radica el problema.

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