"Dejó de ser inalcanzable"
Los protagonistas de la primera Copa Davis ganada por España, ahora hace 10 años frente a Australia, recuerdan cómo el equipo consiguió derribar "una barrera psicológica"
Tal día como el viernes pasado, hace 10 años, España acabó con décadas de frustrante espera: Juan Carlos Ferrero, Albert Costa, Àlex Corretja y Juan Balcells ganaron (3-1 a Australia) la primera Copa Davis para el tenis español y cerraron en Barcelona las heridas de una generación de pioneros (Santana, Gisbert, Arilla, Couder, Orantes...) que se pateó el mundo en busca de un trofeo que dos veces (1965 y 1967) se les resistió en la final. Este es el diario de esos días. Todo empezó con "un problema gordo" y siguió con I will survive, de Gloria Gaynor, como banda sonora para acabar con una cena en el Palacio de Pedralbes y una fiesta en el Luz de Gas. "Ahora", dice Balcells, "la ganan como churros, pero nosotros rompimos el hielo...".
"¿Vais a perder?', '¿ahora o nunca?', nos preguntaban", recuerda Corretja
"Había una sensación de desconfianza por la historia del tenis español"
- La previa: el pesimismo. La final arranca marcada por tres decisiones: Carlos Moyà no es seleccionado, Corretja no juega el primer día y el australiano Woodbridge, de los mejores doblistas, se queda en Australia para el nacimiento de su hija.
"El problema más gordo", recuerda Javier Duarte, la voz del G-4 (José Perlas, Juan Avendaño, Jordi Vilaró y él mismo dirigían a España), "fue decidir que Carlos no estaría". "Actuamos con sentido común. Tras seis meses lesionado, ya estaba a buen nivel, pero no mejor que Albert o Àlex. Fue lo más difícil", insiste; "Àlex y yo hablamos en la Copa de Maestros de las opciones que ofrecía la nueva reglamentación, que por primera vez permitía cambios de jugadores antes de los partidos. Planificamos reservarle el primer día para que jugara el doble y cerrar el último si hacía falta. El equipo sentía el cosquilleo de que no podíamos perder con la nueva fórmula. Pensábamos en Santana. '¡Qué injusto era el sistema anterior!', nos decíamos, porque ellos tenían que ir a jugar al país del campeón. Nos acordamos mucho de esa gente".
"Lo más difícil", apunta Corretja, "fue la sensación de desconfianza que se sentía por la historia del tenis español. '¿Vais a perder?, ¿ahora o nunca?', nos preguntaban. Nos rodeaba un negativismo terrible. Nos aislamos. Dejé de leer los diarios, de usar el móvil, me quedé en el hotel...".
- El viernes: gran Ferrero. "Recuerdo los nervios de la presentación. Esa inquietud se me quedará marcada para siempre", dice Costa, que abre la final contra Hewitt tras ver a Rafa Nadal como abanderado. "Había desayunado con el doctor. Todos querían aparentar tranquilidad, pero estábamos con una tensión muy grande. Hablaba mucha gente: el capitán, los técnicos, el médico... Yo me quedé con lo que me dijo Perlas: 'Juega con responsabilidad, pero piensa que, si pierdes, no te mueres'. Al final, fue una derrota dura (6-3, 1-6, 6-2, 4-6 y 4-6). Empezamos con mal pie...".
"Y yo", cuenta Ferrero, que jugó luego contra Rafter, "recuerdo los nervios que vi en el vestuario. Salir tras Costa fue complicado". ¿Cómo era ese Ferrero de 20 años? "Un chaval superambicioso", dice; "salí sintiendo la presión. El público, que luego se calentó, estuvo un poco frío".
"El peor momento fue perder el primer punto por un pelín", admite Duarte; "Albert, sin embargo, le hizo un desgaste terrible a Hewitt, que se quedó hecho polvo. Eso obligó a que Stolle jugara el doble. Luego, con 0-1, llegó el Ferrero-Rafter. Nunca vi al australiano jugar como en esos dos primeros sets en tierra. Íbamos 0-1 y tie-break en el segundo. Esa muerte súbita marcó la eliminatoria: la ganó Juan Carlos y Rafter se fue desfondando. Acabó hecho una piltrafa (6-7, 7-6, 6-2, 3-1 y retirada). Aquel Juan Carlos joven, sin miedo, motivado, tenía un ritmo espectacular. Al terminar el día (1-1), vi a Newcombe, el capitán australiano, levantando la mano a la gente de su grada, contento. Nosotros también nos fuimos felices. Sus mejores tenistas estaban agotados y Àlex ni había jugado todavía".
- El sábado: el mejor ambiente. "Destacaría el ambiente de ese día", recuerda Duarte; "dicen que Barcelona es fría, pero en el momento crucial nos ayudó muchísimo". Los australianos se quejan de la grada. Se juega el dobles. Corretja y Balcells contra Stolle y Woodforde. "Antes de bajarse del avión, dijeron que daban ese punto por seguro", rememora Balcells; "no se puede hablar antes de tiempo. Es hablar y cagarla. En el vestuario, Àlex y yo nos dijimos con humor: '¡Pues sí que estamos bien! Me acuerdo de una frase de mi entrenador, Pato Álvarez: 'Cuando uno juega un partido tan importante, lo único que quiere es que acabe rápido". España gana por un triple 6-4 (2-1 en la eliminatoria).
"Y esa noche no pegué ojo", admite Duarte. "Con la ilusión que tiene todo el mundo, ahora, si perdemos, nos fusilan, tenemos que salir corriendo', pensé. Bajé, me tomé una Coca-Cola, un café... Al día siguiente, en el partido de Ferrero, me tuve que espabilar porque estaba rendido".
- El domingo: cae la barrera. Ferrero gana a Hewitt a la cuarta bola de partido. "Tenía una movilidad increíble, además de garra y una ambición fuera de lo común", cuenta, "pero era en tierra y...". Y España, coreada por el Palau Sant Jordi (6-2, 7-6, 4-6 y 6-4), ganó su primera Davis (3-1) mientras su victoria era retransmitida en el Camp Nou. El título obligó a varios afeitados de bigote y barba y fue como un niño recién nacido. Vino con un pan bajo el brazo. En 2009, Costa vuelve al Palau. Es el capitán. Dirige la caza del cuarto título. Toca la República Checa (5-0): "Y les hablé a los jugadores de mis sensaciones entonces, de mi miedo a la pista, porque patinaba mucho, parecía una rápida. El primer título rompió una barrera psicológica. Dejó de ser inalcanzable".
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