Martí y Borja de Riquer seleccionan reportajes históricos
Plinio el Joven recordando que tenía que sacudirse la túnica a cada instante para quitarse las cenizas que expulsaba el Vesubio en los últimos días de Pompeya; el viejo templario Emery de Villars-Le-Duc dispuesto a confesar "si así lo querían", que "había dado muerte a nuestro Señor"; el anónimo cruzado que describe la toma de Jerusalén y la entrada al templo de Salomón "donde los nuestros andaban con sangre hasta los tobillos"; el barón de Marbot describiendo cómo los austrorrusos cayeron en la trampa de Napoleón en Austerlitz; Goebbels rememorando el bombardeo de Berlín de 1943; la guerra de Irak según los periodistas de la Agencia Efe...
De este calibre son las 153 historias -a cuál más apasionante, todas reales, reflejo de 26 siglos de humanidad y siempre contadas por testigos de esos sucesos- que ofrecen los dos volúmenes de Reportajes de la historia (Acantilado).
El prestigio de los compiladores, el académico Martín de Riquer y su hijo Borja, catedrático de Historia, rematan una propuesta que no tiene parangón por ambición geográfica y cronológica y que vio su primer borrador en una obra de 1962 que realizó Martín de Riquer para una edición de venta domiciliaria de Planeta.
Épica y sangre
Advierte Borja de Riquer que son "historias parciales", subjetivas, como en el caso de la crónica del rey Jaime I sobre la toma de Mallorca: "Claro que ahí no se explican las atrocidades que cometen, que sí recogen las crónicas coetáneas árabes". Luego, admite también la imposibilidad de dar cabida a todo: "Faltarían quizá más crónicas de relatos orientales o africanos, aunque hemos incluido desde Marco Polo a Lawrence de Arabia".
La erudición y la curiosidad de la familia Riquer permiten que uno de los principios rectores de las casi 3.000 páginas del texto sea tanto o más la calidad literaria que el testimonio. Eso explica, por ejemplo, que la crónica de la incipiente Rusia soviética quede, en vez del "demasiado conocido John Reed", en manos de H. G. Wells ("pocos saben que estuvo y, además, está muy bien escrito"). O que sea Chaplin, y no un informe del senador McCarthy, quien explique la caza de brujas que sufrió.
"En estos textos no hay erudición sino vida, palpitación de la sangre, épica...", recita encendido el editor Jaume Vallcorba, él mismo reportero de la caída del muro de Berlín.
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