La pugna entre Ahmadineyad y su rival reformista polariza como nunca a Irán
Los seguidores de Musavi gritan en las calles al presidente: "Muerte al dictador"
La pugna electoral bloqueó anoche las congestionadas calles de Teherán. Partidarios de los dos candidatos con más posibilidades en las presidenciales del próximo viernes, el actual mandatario Mahmud Ahmadineyad y el reformista Mir Hosein Musavi, decidieron medir sus fuerzas en la capital. Decenas de miles de jóvenes simpatizantes de Musavi inundaron las principales arterias a gritos de "Muerte al dictador", mientras los seguidores de Ahmadineyad trataban de contrarrestar la marea verde con su presencia. La intensidad de los debates televisados ha polarizado como nunca la opinión pública iraní.
"Soy un abstencionista. Nunca he votado, pero ayer vi el debate y tras oír el programa que anunció [Musavi], he pensado hacerlo esta vez", declara Mohamed, un empleado de banca de 30 años, en el estadio Badr, donde el candidato que porta la antorcha reformista daba un mitin. El lugar, al suroeste de Teherán, está en las antípodas de los barrios pijos del norte donde los lazos verdes revelan el apoyo a las reformas. Yaft Abad es un distrito obrero y, según los carteles pegados en las tiendas de ultramarinos vecinas al estadio, territorio de Ahmadineyad. Sin embargo, cerca de 4.000 personas jalean al reformista.
"El presidente no ha cumplido sus promesas electorales", justifica Ashar, un estudiante de maestría industrial de 19 años. "Nos ha dicho muchas mentiras". Varios entrevistados más conceden que Musavi no es su candidato ideal, pero apuntan que el objetivo es "frenar a Ahmadineyad para que no repita mandato".
La tarea no va a ser fácil. Casi a la misma hora, miles de personas se han dado cita en el recinto de la Mosalla, en el centro norte de Teherán, para mostrar su apoyo al presidente, quien en el último momento canceló su presencia por temor a una avalancha humana. "Los expedientes están sobre la mesa y él responde 'esa cosa, esa cosa", corea un grupo de chicas que se dirige hacia allí en autobús. La frase, que rima en persa, se mofa del abuso que Musavi hace de la coletilla chesi (cosa). Con igual entusiasmo, los simpatizantes del reformista contestan: "No responde, no responde, y ataca a la mujer de su rival". Y así por toda la ciudad.
Las invectivas hacen referencia al inusitado debate entre ambos candidatos el pasado miércoles. Ha sido la primera vez en la historia de la República Islámica que los aspirantes a la presidencia se enfrentan en televisión. Para sorpresa de propios y extraños, a falta de logros políticos que defender, el presidente Ahmadineyad acusó a altos responsables del régimen de haberse enriquecido ilícitamente e incluso -algo muy chocante en esta cultura- atacó a la esposa de su oponente, de la que dijo que había obtenido sus títulos de forma irregular. Musavi le tachó de mentiroso y le reprochó su deriva dictatorial.
Desde entonces, el rifirrafe no ha hecho más que crecer. Varios de los aludidos por el presidente han anunciado querellas si no les pide disculpas públicas. Más allá de ofensas personales, el atrevimiento de Ahmadineyad ha sacudido los cimientos del sistema. La corrupción de la clase dirigente iraní es un secreto a voces, pero nunca antes un mandatario la había denunciado con nombres y apellidos. Su triquiñuela tal vez le granjee respaldos entre los más desfavorecidos. Sin embargo, pone en entredicho su lealtad a un régimen cuyo principal objetivo es mantener el poder.
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