Robert Mulligan, director de 'Matar un ruiseñor'
Fue estandarte de la 'generación de la televisión' y autor de 'Verano del 42'
Toda una generación de espectadores quedó inevitablemente marcada por un título como Matar un ruiseñor. También por una película como Verano del 42. Y miles de cinéfilos, hoy desolados, aún recuerdan la explosiva magia de un western casi abstracto, La noche de los gigantes, y de una película terrorífica tan estremecedora como personal, El otro. Todas ellas fueron filmadas por Robert Mulligan. El gran cineasta estadounidense murió en la madrugada del sábado, a los 83 años, en su casa de Connecticut, según informó ayer su esposa, Sandy Mulligan.
Paradigma de la llamada "generación de la televisión", Mulligan nació en Nueva York, el 23 de agosto de 1925. Tras estudiar en Fordham, sirvió en la Marina durante la II Guerra Mundial y, acabada la contienda, inició su carrera televisiva en la CBS, hasta que logró dirigir sus propios productos a lo largo de la década de los cincuenta. Series y telefilmes como Goodyear Television Playhouse, Suspense y The Philco Television Playhouse llevan su sello como director. En 1959 fue galardonado con un Emmy por su trabajo en The Moon and Sixpence, que supuso el debut televisivo en Estados Unidos de sir Laurence Olivier.
Mulligan debutó en el cine en 1957 con El precio del éxito, una olvidable biografía deportiva interpretada por Anthony Perkins. Pronto llegarían obras mayores que mostrarían a un director tan sutil como personal, siempre atento a los resortes expresivos de la imagen, además de un riguroso director de actores. En 1962, Mulligan se convierte en un clásico: adapta la novela Matar un ruiseñor, de Harper Lee, y crea un filme memorable, una fascinante fábula de contundentes intenciones antirracistas que entrelaza una trama infantil y el relato de un juicio por violación. Una obra que, además, convirtió en un héroe a su protagonista, Atticus Finch, siempre recordado con el rostro de Gregory Peck.
Sin aspavientos ni fuegos de artificio, Mulligan construiría una poderosa carrera: en 1963 llega Amores con un extraño, que emparejaba a Natalie Wood y Steve McQueen; en 1968 aparece La noche de los gigantes, un imborrable western, fantasmagórico y tétrico, en el que Mulligan se reencuentra con Gregory Peck. Mulligan conoce otro explosivo éxito popular con la entrañable Verano del 42 (1941) y un año después llega otro de sus títulos clave, El otro, una adaptación de la novela de Tom Tryon, actor protagonista de El cardenal, en la que el cineasta explora las zonas más oscuras del universo infantil, un filme malsano y asfixiante, modelo de cine terrorífico.
Poco a poco, Mulligan espacia sus películas, pero la intensidad de éstas permanece intacta como muestran El hombre clave (1974), una excitante y brutal inmersión en la Mafia de Los Ángeles, y El próximo año a la misma hora, deliciosa adaptación de una obra de Broadway de Bernard Slade, que recorre con inimitable sutilidad más de 20 años de historia estadounidense, en torno a los sucesivos encuentros anuales de una pareja de amantes
Mulligan se retiró del cine en 1991 con Verano en Louisiana, en la que aún daba lecciones de dirección a cientos de realizadores advenedizos. Fue la última obra de un autor que en estos tiempos, huérfanos de sensibilidad, debió filmar decenas de películas más.
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