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Columna
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Irak: la retirada

El acuerdo para la retirada de las fuerzas norteamericanas de Irak, que muchos creíamos que serviría para garantizar la permanencia en el país de un ejército de ocupación, parece, al contrario, un triunfo del nacionalismo árabe. El primer ministro, el chií Nuri al Maliki, vastamente considerado por la izquierda universal como un pelele, estaba hecho de otra pasta. Quedan, con todo, algunos flecos en el camino hacia un Irak verdaderamente independiente.

Lo que importa de lo acordado: 1. Para fin de 2011 todas las tropas, todas, deberán haber abandonado el país. El presidente electo Barack Obama lo preveía para 2010, pero seguro que puede convivir con esa fecha, aunque habría preferido dejar un contingente para entrenamiento del Ejército iraquí. 2. A fin de junio de 2009 las tropas de primera línea tendrán que haber abandonado los núcleos urbanos, y permanecer acantonadas en las 200 bases o campamentos norteamericanos repartidos por el territorio. 3. Los mercenarios o auxiliares contratados estarán bajo la jurisdicción iraquí y no la de Estados Unidos. 4. Igualmente, los delitos graves cometidos por las tropas norteamericanas se juzgarán en tribunales de la tierra, aunque está por definir qué es grave. 5. Las operaciones militares del ocupante deberán ser autorizadas por Bagdad. 6. Irak no podrá ser utilizado como base para lanzar operaciones contra terceros países; Washington no podrá atacar a Siria -como ha hecho- ni Irán -como nadie podía descartar que hiciera-.

Estas limitaciones, tan alejadas de los planes del presidente Bush, que abogaba por un Irak fuertemente abotonado a la política de Estados Unidos, han sido aceptadas por Washington por una variedad de razones. 1. La opinión iraquí abrumadoramente mayoritaria en favor del yankee, go home. 2. El descenso radical en el número de bajas propias -pese a lo que ya hay 4.300 muertos y más de 40.000 heridos- y no tan pronunciado de iraquíes, que cabe atribuir, pese a toda la literatura sobre la nueva estrategia de combate norteamericana, al reclutamiento de un ejército de suníes que cobran para combatir a Al Qaeda; operación y desembolso que Washington podía, sin embargo, haberse ahorrado, si el primer procónsul, Paul Bremer, no hubiera desmantelado el ejército de Sadam Husein, al que pertenecía la mayoría de estos hoy llamados Hijos de Irak. 3. Irak, Afganistán y Pakistán funcionan hoy como vasos comunicantes de la insurrección terrorista, y parte de los efectivos de Al Qaeda ha elegido pastos más verdes para su lucha. 4. La bancarrota general de la política norteamericana, rematada por la derrota de John McCain en las presidenciales, que ha permitido la consolidación de un Gobierno en Bagdad en excelentes relaciones, aunque no sometido, a Irán, el íncubo de Washington en Oriente Próximo.

Los flecos. 1. Puede permanecer una fuerza residual norteamericana si el Gobierno iraquí lo cree necesario "por razones estratégicas"; es decir, según vaya la guerra; así como se prevé una futura cooperación para combatir "la amenaza terrorista", lo que podría servir a idéntico fin. El Pentágono contaba, sin embargo, con hacer su propia interpretación de ambas estipulaciones. 2. Un referéndum deberá aprobar en julio de 2009 el acuerdo para que pueda entrar plenamente en efecto, lo que exige que en junio, como ahora se ha suscrito, las tropas norteamericanas estén fuera de la vista de la población. Pero tampoco es imposible que Al Maliki aplique esas previsiones en favor de algún tipo de permanencia norteamericana, sobre todo si se siente fuerte ante el nacionalismo iraquí más intransigente como son las milicias chiíes de Múqtada al Sáder, que quiere a todos fuera y cuanto antes.

¿Qué hará Estados Unidos con una embajada tan grande como el Vaticano, capaz para mil funcionarios, con restaurantes, cines, malls, campos deportivos, toda una disneylandia militar del way of life americano? ¿O de sus 14 megabases, de las que dos se cuentan entre las mayores de Washington en el mundo entero?

Los británicos recibieron de la Sociedad de Naciones el mandato sobre Irak en 1922; en 1930 le concedieron al país una independencia que les permitía todo lo que Bush quería retener y más; en ese tiempo la fuerza colonial tuvo que reprimir docenas de insurrecciones, y no fue totalmente repatriada hasta el derrocamiento y asesinato en masa de la familia real en julio de 1958. Casi 40 años, como la ominosa. Si lo que ha ratificado el Parlamento iraquí se sostiene, los legatarios de la Pax Britannica habrán aguantado mucho menos.

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