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Reportaje:

En la flor de la vida

Se publica 'Hundido hasta el cielo', la única novela de Richard Fariña, leyenda de la contracultura neoyorquina

Diego A. Manrique

Thomas Pynchon lo cuenta en su prólogo para Been down so long it looks like up to me, ahora traducido como Hundido hasta el cielo (El Aleph). Aquel día de 1966, no pudo creer la noticia que difundía una emisora: que su amigo Richard Fariña había muerto en un accidente. Demasiado cruel: acababa de publicar su primera novela y, tras una firma de libros, se subió de paquete en una Harley y, un minuto después, se mataba en una curva californiana.

Tenía una biografía repleta. Natural de Brooklyn, hijo de cubano e irlandesa, aseguraba haber colaborado con el IRA y conocer la revolución castrista (de lo primero, no se sentía muy orgulloso). Con 29 años, desarrollaba una doble carrera: el escribir era tarea dura y solitaria; Richard descubrió la gratificación instantánea del músico.

Fariña se reinventó, a pasos acelerados, en folksinger. Y entró en la aristocracia del folk por vía de seducción. Se casó con Carolyn Hester, vocalista de prestigio. En 1963, lo volvería a hacer con Mimi Baez, hermana menor de Joan. Como Richard and Mimi Fariña, grabaron canciones que tuvieron dinámicas versiones folk-rock a cargo de Fairport Convention o Ian Matthews. Positively 4th Street, memorable libro de David Hadju, estudia la relación de esas dos parejas doradas de la bohemia folk neoyorquina: Richard y Mimi, Joan Baez y Bob Dylan.

Pero el cancionero de Fariña ha sido olvidado: no hay ningún disco de homenaje y cuesta encontrar las reediciones de sus grabaciones. Por el contrario, Been down so long it looks like up to me ha adquirido carácter de libro de culto. En parte, por la bendición de Thomas Pynchon: el evasivo autor de El arco iris de la gravedad fue compañero de Fariña en la Universidad de Cornell y aquellos años de descubrimientos constituyen el trasfondo de Hundido hasta el cielo.

El libro de Fariña se escapa de las convenciones del bildungsroman. Su protagonista está de vuelta de diversas y aterradoras "experiencias formativas". Gnossos Pappadopoulis domina la universidad Athené como el perfecto hipster, experto en cool jazz y seriales radiofónicos o personajes de cómic. Es un astuto bromista, que sabe engatusar a las autoridades: abundan las escenas hilarantes, como cuando solicita la extremaunción de un capellán del campus.

Estamos en 1958 y las universidades estadounidenses empiezan a levantarse contra los reglamentos que imponen un toque de queda a las estudiantes. Por amor y por venganza, Gnossos se pone al frente de los disturbios pero, confiado en la exención, una inmunidad contra las desdichas, olvida que todos -incluyendo sus compinches- tienen una agenda oculta.

Hundido hasta el cielo muestra todas las marcas de la novela primeriza, esa borrachera prolongada donde el autor no puede contenerse y todo cabe. Se hace, además, costosa de entender en castellano, debido a una traducción perezosa que deja incluso palabras en inglés. Pero se mantiene como un texto premonitorio de la contracultura, astuto en su desmitificación de las drogas, las religiones orientales, el amor liberal, la revolución y otras panaceas de los sesenta.

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