El lado oscuro de la arquitectura
Propuestas sostenibles, algún dislate y necesarias dosis de realidad, en un recorrido por una Bienal de Venecia llena de preguntas sobre el futuro
El lado oscuro de la arquitectura es la ambigüedad. En el mejor de los casos, porque se convierte en una puerta abierta a la interpretación y, en el peor, pretende engañar. Así, el "más allá de los edificios" propuesto por el comisario de la actual Bienal de Venecia, Aaron Betsky, ha sido interpretado por la mayoría de los países participantes como la exigencia de una respuesta sobre las urgencias de la arquitectura, tan ligadas a las del planeta.
La francesa Anne Lacaton, que un día declinó intervenir en una bienal al ser rechazada su propuesta de emplear el presupuesto en construir un puente en África, sigue creyendo que las bienales son una "pérdida de energía y dinero". Tal vez por eso aplaudió convertir el pabellón belga de esta bienal en un espacio vacío, repleto de confeti, titulado Después de la fiesta. Lo firman Geers y Van Severen. Y algo parecido han hecho otros países, como Japón, donde Junya Ishigami ha levantado invernaderos en torno a un pabellón vacío y caligráfico. Entre vacíos, realismo y filigranas, las dos vertientes de la arquitectura actual se han dado cita en esta undécima edición de la Bienal (que tiene lugar hasta el 23 de noviembre). Una trata de resolver problemas y la otra no cesa de proponer utopías formales y conceptuales. Así, es significativo que el León de Plata se lo llevara Gregg Lynn, la gran promesa de la arquitectura digital, por fabricar muebles supuestamente reciclando juguetes pero, en realidad, decapitándolos para que parezcan reciclados. Todo un signo del final de la fiesta.
En Skycar City, de los holandeses MVRDV, los coches circulan... por el cielo
El pabellón británico responde a las preguntas con vivienda pública
En el Arsenale, donde exponen los arquitectos seleccionados por Betsky para ilustrar su tesis, Zaha Hadid presenta sus muebles fluidos que funcionan como arquitecturas. Otros autores de formas sinuosas, los neoyorquinos Asymptote, exponen "prototipos de futuro", "casas para el subconsciente". Y Víctor López Cotelo, que muestra su reconversión de una fábrica de curtidos en el pabellón de España, comenta que "las casas deben pensarse para el presente si quieren llegar al futuro".
Pero no todos opinan lo mismo. Los holandeses MVRDV están detrás del Skycar City, "una ciudad que libera al urbanismo de la incomodidad del plano" y en la que los coches circulan... por el cielo. En esa línea, el valenciano Vicente Guallart pone una vela a Dios y otra al diablo cuando propone un vistoso "hiperhábitat" en el que "la interacción de objetos con microordenadores puede programar el mundo", dice. Y se pregunta si el planeta podría resistir otro siglo XX. ¿Cómo han respondido las estrellas arquitectónicas a la provocación de Betsky? Con la fórmula mágica, y nada fácil, de nadar y guardar la ropa. Hay quien lo consigue. El octogenario Frank Gehry, que recibió el León de Oro a su trayectoria, sostiene que "la arquitectura existe antes, durante y tras la construcción". También los suizos Herzog & de Meuron (con Ai Wei Wei) saben hacer equilibrios. Como su arquitectura, su respuesta es sutil. En el corazón del pabellón de Italia tienen instalada una hermosa estructura de bambú de la que brotan sillas. Lo tiene todo: es escultural y espacial, habla de tradición pero no es convencional.
Los comisarios españoles Ángel Fernández Alba y Soledad del Pino también contestan a Betsky eligiendo la obra de arquitectos discretos: Llinás, Clotet, Picado y de Blas, Navarro o el propio Cotelo, y las propuestas de jóvenes. "La ironía no se pasa, pero el chiste sí", comentan.
La propuesta de mayor calado podría estar en el pabellón británico. Cinco arquitectos, de Tony Fretton a Sergison Bates, responden a las especulaciones con la realidad de viviendas públicas. Denise Scott Brown, invitada estelar, lo explica así: "Una enorme preocupación por dar cobijo a los pobres sacará a los arquitectos de la arquitectura y los llevará a la economía y a la política", vaticina. En el pabellón de Francia echan mano de Camus: "La generosidad hacia el futuro consiste en darlo todo al presente". Y dedican su pabellón a lo inesperado: un jardín en la azotea, pequeñas alegrías en lugar de grandes soluciones. Más allá de la arquitectura, la política también pasea por Venecia. Con el lema "Venezuela construye una esperanza", el antiguo pabellón de Carlo Scarpa queda oculto tras paneles que explican la mejora en el nivel de vida de los venezolanos. Contrastan con la información que dan los ex residentes cuando aseguran que Chávez ha eliminado la clase media y se dedica a repartir azúcar, como un señor feudal. El pabellón de Polonia, que explora "la vida después de los edificios", recibió el León de Oro. Y López Cotelo resumió esta edición con esperanza: "A través de lo negativo llegamos a lo positivo".
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