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Reportaje:

El silencioso fenómeno de El Barrio

Ninguneado y sin apenas promoción, el cantante andaluz arrasa en Madrid

A El Barrio le han llamado de todo. Sus admiradores: genio y poeta. Sus detractores: cursi y hortera. Pero lo cierto es que, pese a quien pese, pocos cantantes españoles vivos pueden presumir de unos seguidores tan ardientes y pasionales como José Luis Figueredo, alias El Barrio. Un ejemplo: en la casa de Cádiz, donde nació hace 38 años hay una placa para ayudar a los peregrinos a localizar el lugar donde hacerse la foto de rigor. "Allí van como quien hace el camino de Santiago", comenta el cantante a pocas horas de su última gran hazaña perpetrada este fin de semana pasado: llenar dos días seguidos (ayer y el sábado) el Palacio de Deportes de Madrid. Con las entradas agotadas hace meses, reunir 30.000 personas es una proeza al alcance de muy pocos.

Sábado, diez de la noche. No queda ni un asiento libre; 15.700 personas sacan sus teléfonos móviles para inmortalizar uno de los momentos del concierto: una anciana de pelo gris y un antiguo vestido negro se sienta en una silla de mimbre. A su lado José Luis, canta una balada aflamencada sobre el tiempo perdido, el arrepentimiento y la figura de la madre. "¡Qué se oiga mi gente!", grita. El público, que en su mayoría ha llegado del extrarradio de Madrid, aplaude con locura.

El Barrio es un fenómeno extraordinario. Sobre todo porque sin apenas promoción, sin sonar en las radios comerciales y ninguneado por la prensa musical no hay concierto donde el cantante no agote las entradas. Su octavo disco, La voz de mi silencio, grabado en una pequeña discográfica, ha superado en ventas a músicos escoltados con gigantescas campañas de publicidad.

¿Cuál es el secreto de su éxito? "Mi música es como Walt Disney, para todos los públicos", explica. "Yo soy un cantautor andaluz que hace música andaluza a través del pop-rock andaluz". Por supuesto, en Andalucía arrasa. Es tierra conquistada.

"Pero también en Valencia, Cataluña y País Vasco. Y ahora vamos a por Galicia", explica su manager, Rafael Casillas, minutos antes del concierto del sábado. "Podríamos haber hecho dos conciertos más aquí y lo hubiésemos llenado", continúa Casillas.

Visto lo visto, no parece en absoluto un farol. No es difícil distinguir entre la multitud a los barrieros, los fans más fieles del cantante. Casi todos llevan un sombrero, que se ha convertido en un símbolo. Rebeca, de 20 años, y conocida por sus amigos como "la Rebe de Fuenla", ha pasado ocho horas en la cola. "Él canta las cosas que siento y que a mí no me salen", explica alterada.

Es la revolución silenciosa de un tímido con éxito que tras las dos horas de concierto sale disparado hacia su hotel, escoltado por su equipo de seguridad. "No quiero reconocimientos públicos. Sólo hacer feliz a mi gente, a mi público".

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