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Necrológica:In memóriam
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

José Álvarez Lopera, jefe de Conservación de Pintura Española del Museo del Prado

La prematura e inesperada muerte el pasado día 8 de José Álvarez Lopera (Algarinejo, Granada, 1950), jefe de Conservación de Pintura Española del Museo del Prado, ha producido consternación en esta institución, pero también en el mundo universitario español, pues no en balde, antes de incorporarse al Prado en 2003, había ejercido la docencia en las universidades de Granada y la Complutense de Madrid, para las que trabajó sucesivamente durante casi 30 años.

No obstante, reducir la proyección de Álvarez Lopera a estos dos nobles ámbitos de la Universidad y el Museo, donde fue muy apreciado, es, nacional e internacionalmente, limitado, porque, fruto de un trabajo continuado de toda la vida, se convirtió en el máximo especialista en El Greco, al que, primero, dedicó su tesis doctoral, dirigida por su maestro José Manuel Pita Andrade, pero al que siguió estudiando de manera sistemática, llegando a erigirse en una autoridad mundial. En este sentido, muy poco antes de que la muerte le sorprendiera, acababa de hacer la presentación pública del segundo volumen del Catálogo razonado de El Greco, una obra de empeño muy necesaria que, según entonces anunció, habría de constar de otros dos volúmenes, uno de los cuales, al parecer, dejó casi ultimado y esperamos que vea la luz pronto.

Sin meternos aquí en detalles eruditos al respecto, sólo diré que desde que Harold Wethey estableció un primer catálogo razonado del genial pintor candiota ya hace más de medio siglo, nadie recogió tan complicada antorcha. Pero Álvarez Lopera llevó además a cabo la magna exposición El Greco. Identidad y transformación, que, al filo del cambio de siglo, se exhibió sucesivamente en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, en el Palacio de Exposiciones de Roma y en la Pinacoteca Nacional de Atenas, cosechando un éxito de público en las tres sedes y una muy notable aceptación entre críticos y especialistas.

Los casi cinco años que estuvo en el Museo del Prado fueron asimismo pródigos de investigaciones y muestras temporales bajo la responsabilidad de Álvarez Lopera, un gran trabajador, muy estimado por sus alumnos y por sus colegas. A pesar de sus muchos saberes y el justo reconocimiento que obtuvo por ellos, era un hombre nada infatuado, de trato fácil y casi campechano y una punta de ironía, muy de su tierra natal, que traslucía el vuelo de su inteligencia. Álvarez Lopera estuvo casado con otra gran investigadora, Esperanza Navarrete Martínez, y tuvo dos hijos varones, a los que enviamos el testimonio de nuestro pesar.

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