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Columna
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La pompa

Rosa Montero

Verán, lo siento mucho, pero cada vez que oigo hablar de la Alianza de las Civilizaciones me entra la risa. Y no es que me parezca mal intentar fomentar el conocimiento entre los pueblos, e incluso es posible que las ideas manejadas sean buenas y útiles. Pero tengo un problema de terminología. Porque, como dice Savater, civilización no hay más que una. La cual, por cierto, está compuesta por aportaciones de todas las culturas: por la escritura inventada por los babilonios, por el número cero que concibieron los indios, por el álgebra desarrollada y bautizada (aljabr) por los árabes. De modo que no puede haber ni alianzas ni conflictos entre civilizaciones, sino entre culturas; y lo que se opone a la civilización es la barbarie.

Pero se ve que hablar de un pacto de culturas o algo así (la palabra alianza también es pretenciosa) les pareció que quedaba pobretón. Se ve que querían algo más rimbombante y de mayor tronío. Y desde luego el término escogido es mayestático y hace que todo adquiera un tono ampuloso. Como lo que dijo la vice De la Vega: "Las Civilizaciones no son cerradas ni rígidas, sino porosas y abiertas". ¿A que suena enorme? Para mí, que soy una amante de la ciencia-ficción, es como si me hablaran de la civilización selenita y la venusiana. Es un tono tan elevado que parece galáctico; da la sensación de que la vice va a añadir: "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais, atacar naves en llamas más allá de Orión, brillar rayos C en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser", como el replicante de Blade Runner. Ya digo, puede que la iniciativa sea atinada, pero tanta pompa me pone de los nervios.

Como tengo la tonta manía de creer en las palabras veraces, dudo que podamos desarrollar la lenta y humilde tarea de conocer al otro si empezamos con estas grandilocuencias tan vacías.

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