_
_
_
_
_
Reportaje:

El dragón de la danza

El coreógrafo Lin Hwai-min triunfa con su grupo Cloud Gate y el espectáculo 'Moon Water', que llevará a Barcelona

Jacinto Antón

La ciudad del provecho, Hong Kong, la gran Babilonia comercial de ojos rasgados, encallecida en una larga historia de piratas, opio, ambición y mercadeo, tiene su corazoncito. La otra noche, mientras la manoseada perla de Oriente abrillantada por el arrojo y la codicia de los taipanes -los primeros grandes negociantes británicos instalados en la isla, los Jardine y Matheson y su poderosa descendencia- encendía sus prendas rutilantes exhibiendo los rascacielos del formidable skyline con luces de asombrosa extravagancia y dudoso gusto, una ceremonia de límpida belleza, espiritualidad y rigor se desplegaba ante el público del Gran Teatro del Hong Kong Cultural Centre, conmoviéndolo hasta las lágrimas. Actuaba en ese centro moderno, en el waterfront de la península de Kowloon que mira hacia el Hong Kong insular y se espejea en las historiadas aguas del canal, plenas de transbordadores, lanchas, juncos, sampanes y grandes aventuras (¡ah, los viejos clippers de Dirk Struan), el Cloud Gate Dance Theatre de Taiwan, la extraordinaria compañía de danza contemporánea creada y dirigida por el coreógrafo Lin Hwai-min, considerado uno de los artistas más prominentes e influyentes de Asia.

Apuntalado en el taichi y la meditación, el arte de la compañía es embriagador
El movimiento empieza desde dentro hacia fuera y arranca en el perineo

Apuntalado en el taichi y la meditación, el arte de la compañía sedujo al auditorio y pareció fluir como nube de incienso o de embriagador perfume entre los Rolls Royce aparcados frente al hotel Península, las abarrotadas tiendas de electrónica, los jugadores de mah-jong y las ajadas rameras de Nathan Road -la antigua arteria de los burdeles- hasta sosegar también el tráfago y la avaricia de la metrópoli, aplacando incluso los olores del caldero de Hong Kong condimentado con aceite, polución y mil extraños aromas presididos por la omnipresente tufarada de los puestos de comida callejera que ofrecen hasta hipocampos secos.

En el escenario, los atléticos bailarines del Teatro de la Puerta de las Nubes se movían como anémonas -repliegue, extensión-, arrastrados por la música de las Suites para violonchelo de Bach (en grabación de Mischa Maisky). Representaban escenas de Moon Water (1998), uno de los más célebres espectáculos de Hwai-min -un genio de la danza y de la fusión entre elementos occidentales y orientales, antiguos y modernos- y el que el coreógrafo ha escogido para su debut en España, en Barcelona, en el marco del festival Grec, el 29 y el 30 de junio. El título de la obra, Agua de Luna, Shuiyue en chino, hace referencia a dos cosas. Una es el proverbio budista: "Flores en un espejo y la Luna en el agua son cosas ilusorias". La otra es el estado ideal de los practicantes de taichi: "La energía fluye como agua, mientras el espíritu brilla como la Luna".

En un momento de la bellísima coreografía, los bailarines parecen espectros de marfil inmersos en la práctica de una ignota arte marcial. En otra escena, un solo, una bailarina se retuerce con una plasticidad estremecedora sobre una frase obsesiva del chelo. Los cuerpos dibujan geometrías que sugieren un cruce entre Forsythe y el Feng Shui. En el auditorio, el público se entregaba al espectáculo, en el que se despliega agua y espejos, con una devoción casi mística.

Hwai-min, nacido hace 60 años en Taiwan, bajo, nervudo y simpático, amigo de Pina Bausch y Ang Lee, admirador de Almodóvar, estrella mimada de su país y receloso hacia China, recibe en su lujosa habitación de hotel, con una vertiginosa vista sobre la bahía de Hong Kong que permite admirar el vuelo de los milanos, reyes del cielo alfileteado de rascacielos. Sobre un escritorio, el coreógrafo, cuya vitalidad y aspecto parecen desmentir que acaba de cumplir 60 años y al que la revista Time ha escogido como uno de "sus héroes de Asia", ha instalado un pequeño altar con fotos de sus padres y una conmovedora ofrenda de fruta. Habla de su sorprendente técnica de danza: "Si el bailarín occidental es como un Ícaro, que va siempre hacia arriba, que se eleva como las iglesias católicas, nosotros vamos pegados a tierra, en horizontal, como la Gran Muralla, obteniendo de ella, de la tierra, la fuerza. Las rodillas siempre flexionadas y un movimiento no vertical, sino con la energía fluyendo en forma de ocho, creando espirales, como en la caligrafía, sin trazos directos. Con un gran énfasis en la respiración".

Hwai-min señala una de las características más curiosas de su danza. "El movimiento empieza desde dentro hacia fuera y desde abajo, arranca en el perineo". El maestro es claro y prescinde de sutilezas y falso pudor al destacar ese punto tan neurálgico: "The hole of the ass (el agujero del culo)" .

El coreógrafo no fue tan explícito con la famosa bailarina Sylvie Guillem, para la que creó un solo, Sally, que precisamente se verá también en el festival Grec. Con ella se circunscribió a enseñarle ejercicios de respiración. Y es que el trabajo de Cloud Gate, que "es más una forma de vida que una compañía", precisa de una inmersión larga, completa y compleja, con una minuciosa preparación en artes marciales, taichi, ópera china y caligrafía (además de ballet y danza moderna). Con todo ello, más las enseñanzas recibidas de Martha Graham y Merce Cunningham, Hwai-min ha creado "algo muy extraño y particular". Cuando se mueven sus bailarines, "no hacen una representación para la audiencia, sino algo íntimo, meditativo, miran hacia dentro".

Una escena de <i>Moon Water,</i> espectáculo de la compañía de Taiwan Cloud Gate Dance Theatre.
Una escena de Moon Water, espectáculo de la compañía de Taiwan Cloud Gate Dance Theatre.
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_