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Elecciones en Serbia

Mladic, el gran obstáculo en el camino hacia la UE

Guillermo Altares

El peso del pasado en Serbia puede resumirse en un nombre: el general Ratko Mladic, acusado de genocidio durante la guerra de Bosnia, que se encuentra, según el Tribunal de La Haya, escondido con la protección de una parte del Ejército y de los servicios secretos serbios. La UE suspendió en mayo las negociaciones para la firma de un acuerdo de asociación, paso previo a ser declarado país candidato, por la falta de cooperación en la captura de criminales de guerra del Gobierno de Vojislav Kostunica.

Sea cual sea el resultado de las negociaciones para formar un nuevo Ejecutivo, el nuevo primer ministro, independientemente de su signo político, tendrá como primera misión volver a encarrilar las negociaciones con Bruselas. Y no va a ser una labor fácil ni exenta de peligros: personajes muy cercanos a los poderosos y oscuros servicios secretos estaban tras el asesinato en 2003 del primer ministro reformista Zoran Djindjic.

"La captura de Mladic es un asunto de control sobre los servicios secretos", señala el analista de la revista Vreme Dejan Anastasijevic. "Le siguen protegiendo, sobre todo porque quieren mantener el estado actual, evitar cualquier reforma que se produciría cuando Serbia comience a acercarse a la UE. No hay ninguna supervisión parlamentaria sobre estas agencias y son ellas las que se investigan a sí mismas", añade.

El candidato de los demócratas, Dozidar Djelic, que formó parte del Gobierno de Djindjic, es tajante: "Hemos aprendido la lección. Es necesario tener un control mucho más directo sobre estos servicios secretos". Según el Gobierno saliente, se ha hecho todo lo posible para capturar a Mladic, pero desde hace dos años su paradero es desconocido, desde que abandonó la calle Yuri Gagarin en Belgrado. De hecho, 11 personas están siendo juzgadas en Serbia por haber ayudado a ocultarse al general, acusado de haber orquestado la muerte de 9.000 musulmanes en Srebrenica.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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