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Reportaje:

El obsceno arte de coleccionar

La feria de arte de Miami abre hoy sus puertas con los trabajos de 2.000 artistas

La relación entre arte y dinero siempre ha sido conflictiva. ¿Cuánto puede valer una obra de arte, sobre todo una de arte contemporáneo? ¿Puede ese Damien Hirst o ese Gerhard Richter, ese Beuys o ese Rothko que algún mecenas exhibe en su salón costar lo mismo que un piso de lujo o que un avión privado? Es tan frágil y relativa la respuesta en cada caso, es tan grande el riesgo de equivocarse o el vértigo de acertar que coleccionar se ha convertido en el más apetecible pasatiempo de los nuevos ricos. Así se palpa en el ambiente, así se respira estos días en Miami, donde hoy abre sus puertas al público, durante sólo tres días, Miami Art Basel, la edición americana de la prestigiosa feria de arte suiza. Se exhibirán los trabajos de cerca de dos mil artistas acogidos en los espacios de las 200 galerías de 30 países, severamente seleccionadas para la ocasión. Es el quinto año que se celebra y su impacto en la vida de la soleada ciudad de los jubilados ha sido tal que ese breve lapso ha generado otra docena de ferias paralelas, de apreciables dimensiones, que también se celebran estos días en la ciudad, dedicadas a la fotografía, el diseño, el vídeo, arte gráfico, multimedia, interactivo y sobre todo a los artistas o galerías emergentes.

A la vista del visitante

Además de las exposiciones de los centros de arte cercanos, los creadores abren sus estudios o trabajan en talleres acristalados a la vista de los visitantes y se ha montado un complejo de galerías y fundaciones en un barrio industrial, convirtiendo Wynwood en la zona caliente del arte local. Ahí está instalada la colección Margulies, que ha instalado 400 impresionantes obras, sobre todo fotografía y escultura (de Ed Rusha, Thomas Ruff, y Cindy Sherman a Gabriel Orozco o Ernesto Neto), también con salas de vídeo en sesión continua. Un paradigma para los nuevos aficionados. Catherine Hinds, conservadora de la colección, afirma que los coleccionistas han asumido un papel más activo que antaño. "Algunos dicen que los coleccionistas terminan por convertirse en los mejores comisarios, y creo que en este caso es así".

La diferencia es que si hasta hace poco los coleccionistas más serios preferían guardar un discreto anonimato, ahora muchos han pasado a primer plano. No es casual que la revista Vanity Fair dedique su número de diciembre al arte contemporáneo en más de 75 páginas sin publicidad. O que la editorial Taschen, normalmente dedicada a libros ilustrados, haya lanzado con notable éxito una especie de guía para navegantes titulada ¿Cómo coleccionar arte contemporáneo? En ambos casos los nombres de los grandes coleccionistas se mezclan con los de los artistas en alza, los galeristas o los comisarios más influyentes. El nuevo boom de las subastas y el que la cotización de los artistas más valorados (una información celosamente confidencial hasta hace poco) esté a disposición de cualquiera a través de una web como Artnet.com, actualizada constantemente, han empezado a caldear el ambiente.

Porque, después de todo, ¿a qué puede aspirar la gente rica de hoy? Ya no interesa aparentar que se codean con la aristocracia, o que tienen muchas propiedades y que conocen los lugares más exquisitos del planeta. Coleccionar arte es un juego peligroso y excitante, se puede pagar demasiado por una pieza que poco después no vale ni el material en que se ha realizado. Tiene algo de casino, pero es una actividad que empieza a ser menos incomprensible, es más variada y participativa. Y bastante más interesante, porque hay que informarse, saber, aprender. Viajar, pero con un objetivo. Desear y enamorarse de una obra, ceder a esa obsesión. Convivir con ella y después, si quiere, venderla con grandes beneficios. Muchos se asesoran con profesionales y otros se arriesgan llevados por su incipiente olfato. Las revistas de papel cuché se nutren ahora de estos personajes que abren sus casas para mostrar sus últimas adquisiciones. En Vanity Fair presentan una doble página sobre el Universo del Arte, plagada de nombres, cerca de 500. El único nombre español es el de Tita Thyssen-Bornemisza.

Miami Art Basel ofreció el martes una glamurosa fiesta de bienvenida a los cerca de cinco mil coleccionistas que han llegado ya al sur de Florida. Las etéreas cortinas blancas entre las altas columnas, los extravagantes muebles de diseño del hotel Delano, y su jardín, con la piscina rodeada de camas balinesas bajo las palmeras, dio el pistoletazo de salida a un intensísimo programa de para estos nuevos mecenas, adulados, mimados, felices con su nuevo juguete. Ayer pudieron ver la feria en visita privada y empezaron a resplandecer los primeros puntos rojos en piezas millonarias, sobre todo de clásicos del siglo XX. Samuel Keller, director tanto de esta feria como de la original en Basilea, estaba pletórico ante esta nueva edición que consolida a Miami Art Basel como la más importante del continente americano. "El coleccionismo de arte se ha convertido en la nueva pasión de las élites internacionales", afirma hinchando el pecho con total convicción.

<i>Smoke + Veil, París (Vogue)</i>, de William Klein, fotografía que exhibe la galería Howard Greenberg.
Smoke + Veil, París (Vogue), de William Klein, fotografía que exhibe la galería Howard Greenberg.

ART BASEL MIAMI BEACH 2006

- Participan 200 galerías de 30 países

- Se exhibe arte de los siglos XX y XXI

- Entre las actividades se cuentan exposiciones como Art positions (instalaciones en contenedores), Art nova (obras de artistas jóvenes), Art video lounge Art sound lounge y Art conversations (conferencias de artistas y directores de museos)

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