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Reportaje:

Muerto sobre muerto en Irak

La espiral de violencia en el país árabe frustra los últimos intentos de Irán de frenar el conflicto por la vía diplomática

Ángeles Espinosa

El presidente iraquí, Yalal Talabani, no viajó ayer a Teherán como tenía previsto a causa de la situación en su país, pero dio a entender que lo haría hoy si las condiciones lo permiten. Este retraso es el último contratiempo a los esfuerzos diplomáticos de Irán para tratar de frenar la violencia sectaria y evitar que Irak se hunda en el caos. El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, también había invitado a su homólogo sirio sin que haya tenido respuesta. Mientras, EE UU trata de mover sus alianzas en la región con objetivos parecidos aunque no idénticos.

"No puedo ir porque el aeropuerto está cerrado. Si reabre el domingo, viajaré entonces", justificó Talabani a la salida de una reunión del Consejo de Seguridad Nacional a última hora del viernes, según la televisión estatal Al Iraqiya. Hiwa Ozmán, un portavoz de Talabani, recordó ayer que la entrevista con Ahmadineyad estaba prevista para hoy, por lo que el retraso no debiera afectar.

En cualquier caso, ha creado nerviosismo en Teherán, donde el diario ultraconservador Kayhan dijo que la cumbre tripartita iba a "hacer tambalearse al presidente de EE UU". El más progresista Iran News hablaba de "un posible precedente para una conferencia internacional más amplia sobre Irak, en la que participaran todos sus vecinos".

No parece casual que las noticias de la convocatoria hayan coincidido con el debate recién abierto en Washington y Londres sobre la necesidad de contar con Irán y Siria para estabilizar Irak. Pero aunque nadie discute la influencia de ambos países en la seguridad de su vecino, algunos analistas advierten que sus objetivos difieren finalmente de los de EE UU.

En teoría, el retraso de Talabani daría una oportunidad para que Bachar el Asad se uniera a la cita, pero los iraníes no se hacen ilusiones. Si bien Irán es el único aliado de peso de Siria y los portavoces en Damasco han tenido mucho cuidado en no dar un portazo que pueda molestarle, el baile diplomático iniciado por Teherán no es el único en marcha en la zona.

Tanto observadores iraníes como extranjeros coinciden en que el presidente sirio está más preocupado por no molestar a EE UU que a la República Islámica. Aceptar la invitación de Ahmadineyad en este momento le cerraría las puertas a eventuales conversaciones con Washington, una posibilidad que se ha hecho más real tras la derrota republicana en las elecciones del pasado día 7 y la decisión de Bush de revisar a fondo de sus políticas para Oriente Próximo.

El Asad, que acaba de reanudar las relaciones diplomáticas con Irak y de prometer a Bagdad colaboración en materia de seguridad, buscaría sobre todo concesiones de Washington. Siria, a la que EE UU acusa de hacer la vista gorda al uso de su territorio por los insurgentes iraquíes, quiere recuperar los Altos del Golán (ocupados por Israel desde 1967) y la influencia perdida en Líbano tras el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri el año pasado.

Pero con o sin El Asad, la sola visita de Talabani a Teherán había despertado grandes expectativas ya antes del atentado antichií del jueves, el peor desde la invasión de Irak y en el que murieron 215 personas. Más allá de las acusaciones de interferencia que hace EE UU, se considera que Irán puede ayudar a frenar la violencia sectaria gracias a sus relaciones con los principales grupos chiíes iraquíes. Durante el régimen de Sadam Husein, Irán albergó a la cúpula de la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak y entrenó a su brazo armado, la Brigada Báder. Tras caer el dictador, también tendió lazos con Múqtada al Sáder y su Ejército del Mahdi.

Los suníes responsabilizan a ambas milicias de los ataques contra su comunidad. EE UU, que comparte ese análisis, ha sido incapaz de persuadir a los líderes chiíes para que desarmen a sus irregulares. Los responsables aducen que las tropas de EE UU no han logrado acabar con la insurgencia suní.

Pese al estricto toque de queda, un nuevo incidente ratificó ayer esos temores. Durante la noche del viernes al sábado, varios hombres armados entraron por la fuerza en dos casas de Balad Ruz y mataron a todos los varones, 21 en total, delante del resto de sus familiares, según informó Reuters citando fuentes policiales. Las víctimas pertenecían a la tribu chií de los Al Sawed. Balad Ruz es una aldea de Diyala, una provincia mayoritariamente suní, pero con una importante minoría chií. Mientras, en Ciudad Sáder, sus habitantes siguieron enterrando a los muertos del atentado del jueves. Un responsable de la Oficina de Múqtada visitó los hospitales donde están internados los 257 heridos, a quienes entregó sobres con dinero, según la agencia Associated Press.

Los 'invitados indeseados'

"Los invitados indeseados deben dejar la región en cuanto sea posible", le dijo el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, el pasado septiembre. En el lenguaje de la República islámica, los invitados indeseados son las tropas estadounidenses, a cuya permanencia en Irak se ha opuesto desde el principio. Es la política oficial; sin embargo, la perspectiva de que Estados Unidos pueda acelerar su retirada ha empezado a suscitar temor entre los dirigentes iraníes.

"A nosotros no nos interesa un Irak inestable", confía un diplomático iraní a esta corresponsal, en el sobreentendido de que la salida de las tropas estadounidenses agravaría aún más la situación iraquí. Por supuesto, la postura oficial no ha cambiado. Las declaraciones formales se oponen a la presencia de soldados extranjeros al otro lado de su frontera y les responsabilizan del aumento de la violencia. Pero en los últimos meses, el énfasis de los portavoces parece estar más en el "cuando sea posible" que en el "deben marcharse".

Hace pocos días, el canal en inglés de la televisión estatal iraní difundió un comentario del politólogo Piruz Mojtahedzadé pidiendo que EE UU permanezca en Irak hasta que haya establecido un Gobierno central fuerte, estable y capaz de garantizar un mínimo de seguridad. "Los estadounidenses no pueden irse de Irak sin más, dejando el actual desorden", manifestó Mojtahedzadé, partidario de una retirada escalonada de las tropas.

Algunos analistas norteamericanos argumentan que Irán desea la permanencia de sus soldados porque los considera un seguro contra un eventual ataque. Las declaraciones de algunos responsables iraníes parecen darles la razón. "Si EE UU ataca a Irán, sus 200.000 soldados y sus 33 bases serían extremadamente vulnerables", advirtió el jefe de los Guardianes de la Revolución, el general Yahya Rahim Safavi, el pasado miércoles.

Pero más allá de la retórica, Irán trabaja silenciosa, pero activamente para impedir el colapso total en Bagdad. Tanto observadores locales como extranjeros coinciden en que las autoridades iraníes temen el contagio de la violencia sectaria entre chiíes y suníes.

Aunque Irán es un país mayoritariamente chií (89% de la población), tiene una importante minoría suní (9%) constituida sobre todo por kurdos, árabes, baluchis y turcomanos que se concentran en las zonas fronterizas. Si se confirman todos los temores, una repentina salida de los soldados provocaría una avalancha de refugiados hacia Irán, como la que ya se produjo en 1991 durante los bombardeos estadounidenses. Esa presión podría reavivar las tensiones étnicas a lo largo de sus 1.200 kilómetros de frontera con Irak.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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