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Operación Hollywood

No levantan un palmo del suelo y ansían ser famosos. Cientos de niños acuden a Los Ángeles cada temporada en busca de ese sueño. Ésta es la historia de cómo algunos padres estadounidenses invierten años y fortunas en convertir a sus hijos en rutilantes estrellas de cine

Jaysha Patel, de nueve años, coloca una silla frente a otros actores en una insulsa sala de conferencias. Las madres, sentadas en la parte de atrás, parecen ausentes: una teje, otra pone sellos a una pila de postales con la foto de su hijo. Mientras tanto, Trisha Simmons, la guapa profesora, ofrece a sus alumnos un par de consejos: "Las inspiraciones cortas os ayudarán a llorar, y también el endurecer la garganta". Simmons está resplandeciente con una chaqueta de color morado chillón con capucha y un cinturón de diamantes falsos, circulando entre los alumnos que tiene a su cargo, algunos de tan sólo cinco años. "Sácate el dedo de la nariz", reprende a uno, y luego se detiene para mirar a un chico. "¿Qué tienes en los labios?", pregunta. "Rosquillas con azúcar", reconoce.

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El taller, Llorar cuando te den la señal, tiene lugar en Oakwood Toluen Hills, un enorme complejo de apartamentos de alquiler temporal de Los Ángeles (Estados Unidos) que ofrece sus servicios a familias que anhelan intensamente una carrera en Hollywood. Además de alojamiento, Oakwood imparte el Programa para Niños Actores, que atrae al lugar a profesionales del sector, como Simmons, y ha convertido el lugar en una codiciada residencia para niños aspirantes a actores. Simmons y otros enseñan técnicas especializadas y vendibles: "Si eres un niño y sabes llorar, tienes una larga carrera por delante, mucho trabajo", afirma Simmons, una actriz profesional cuyo currículo incluye papeles en series de éxito como Mujeres desesperadas y Will y Grace.

Esa mañana de domingo, Jaysha se siente bastante confiada: el día anterior había logrado llorar por sí sola, aunque requirió cierta preparación. Primero trató de imaginarse a su padre muerto; luego, a su madre. "Probó con el perro", dice su padre, Jay, "pero no funcionó. Teníamos que ser nosotros dos". Jaysha fingió que sus padres habían sido apuñalados.

Simmons se arrodilla frente a la niña y le pide que cuente una historia triste. Sentada en su silla, Jaysha hace un mohín y comienza: quería un cachorro, pero su padre le dijo que no. Compraron un perro. Su padre, que es propietario de una licorería, lo bautizó Smirnoff [como el vodka]. "Pero se hacía pipí en la alfombra y le mordía los dedos del pie a mi madre", continúa Jaysha, pegando la barbilla al pecho para mayor efecto. Su padre vendió a Smirnoff porque era demasiado difícil de educar.

"¿Cómo te sentiste?", pregunta Simmons en voz baja. "Mal", balbucea entre dientes. Los niños la observan en silencio y a ella se le llenan los ojos de lágrimas. La profesora aplaude, los niños también. Jaysha lo alarga un momento, y luego levanta la cabeza y sonríe.

"¡Qué logro tan increíble!", dice Simmons sonriendo. "¡Sin mentol, ni colirio, ni cebolla! Al natural. Ha sido precioso". Las lágrimas auténticas siempre son las mejores, aconseja la profesora, pero a veces las audiciones requieren ayuda. Si, por ejemplo, optan por utilizar un pañuelo con cebolla troceada, Simmons recuerda a sus estudiantes que no lo tiren después en la sala de audiciones.

Mientras Jaysha escucha a sus compañeros narrar historias tristes sobre ardillas atropelladas en la carretera y padres ausentes, Jay espera en el concurrido vestíbulo del North Clubhouse de Oakwood, el centro de actividad del programa. Niños vestidos a la moda hablan por teléfonos móviles; otros leen en los sofás de una sala de espera, frente a la recepción, donde el cualificado personal ofrece a los huéspedes servicios similares a los de un hotel. El gimnasio, que dispone de entrenadores personales, tiene vistas a unos senderos ajardinados que conducen a una piscina y a las pistas de tenis.

Cada año, entre mediados de enero y mayo, cuando se realizan pruebas de reparto para unos cien episodios piloto de series de televisión, una cuarta parte de las 1.151 viviendas amuebladas de Oakwood están ocupadas por familias de niños actores. "Hogar de los famosos, y de los casi famosos", reza un cartel junto a la entrada principal. Situado cerca de Burbank, el centro está próximo a la mayoría de los grandes estudios de Hollywood. Oakwood está especializado en novatos. En el complejo hay conferencias sobre el sector del espectáculo; contactos con gente como Simmons, que imparte clases suplementarias para enrolar a nuevos alumnos, o una feria para niños actores que ofrece cintas para aprender dicción, fotografía y presentación de retratos o DVD con estrategias de mercadotecnia. El alquiler mínimo de un estudio con campa plegable en Oakwood es de 1.600 euros.

Algunas fuentes del sector atribuyen la oleada de novatos a los programas de televisión rodados entre bastidores, películas biográficas sobre estrellas, noticiarios de las celebridades y revistas de entretenimiento para adolescentes, que dan a los que van por libre una sensación de confianza respecto a cómo funciona el mundo del espectáculo. "Con American idol e Internet, todo el mundo cree entender lo que está ocurriendo", dice la representante Jillian Neal. "Antes existía una división mucho mayor entre el mundo real y Hollywood". El promocionado Programa de Niños Actores de Oakwood alimenta la idea de que existe una fórmula para alcanzar el estrellato.

Muy pocos padres de los que conocí durante las cuatro semanas que viví en Oakwood parecían motivados por el dinero que podían ganar sus hijos (los inusuales 80.000 euros por un anuncio emitido en todo el país o, si un niño consigue un papel en un programa piloto, entre 4.000 y 40.000 euros, en función de la importancia del papel, si se emite por antena o por cable). Pero muchos de ellos, al igual que los padres demasiado ansiosos que están decididos a que su hijo acceda a una universidad de la Ivy League [las facultades más prestigiosas de Estados Unidos], parecen creer que las interminables clases y sesiones garantizarán el éxito de sus pequeños.

Anne Henry, cofundadora de la Biz Parentz Foundation, un grupo sin ánimo de lucro que ofrece información a las familias de niños actores, señala que el creciente número de familias que desarraigan su vida para ir a Los Ángeles es reflejo de la presión social. "Los padres creen que deben a sus hijos la oportunidad de perseguir su sueño". Y para muchos de ellos, eso implica dedicarse a convertir sus aspiraciones en una carrera en la cima de Hollywood.

Las madres suelen predominar entre quienes van con sus hijos a Oakwood. Jay Patel, un padre de 36 años, es la excepción; pero, al igual que sus compañeras, no tenía ni idea de que pudiera resultar tan duro. Su hija, Jaysha, era especial; destacaba en cada oportunidad que le daban en el vecindario de su ciudad natal, Bradenton (Florida): bailes tradicionales indios, fútbol, natación o kárate. El problema es que le encantaba todo. Jay quería que la niña se centrara en sólo una cosa para que pudiera iniciar el ascenso profesional mientras fuera joven. Jay, un inmigrante de Zambia, había abandonado los estudios, y cuando su prometedora carrera de críquet no se materializó, acabó regentando una licorería con su esposa. Creyente convencido de la educación planificada, pagó cerca de 7.000 euros por una matrícula de por vida para Jaysha en la John Robert Powers, una escuela de modelos que situó a Jaysha en el circuito regional y más tarde en el nacional. Padre e hija han viajado a California en dos ocasiones -por un coste superior a 8.000 euros- para asistir a convenciones de artistas, incluida la reunión de la International Modeling and Talent Association (IMTA), una de las más importantes del país.

Alentados por las escuelas locales de artistas, niños de todas partes asisten -y pagan cuantiosas matrículas- para participar en talleres profesionales de la IMTA. Jay se quedó estupefacto ante la cantidad de niños dotados, pero considera que Jaysha, al ser india, juega con ventaja. En la IMTA, la niña participó en talleres de moda, interpretación, concursos de bañadores y monólogos. Le gustó todo, excepto la moda, porque hay que estar muy delgada. "Yo tengo que comer", afirma. Jay regresó a su casa con algunas tarjetas de visita de representantes que opinaban que Jaysha prometía.

La gente con la que habló le recomendó que se trasladara a Los Ángeles para la temporada de programas pilotos. Poco después, Jay comunicó a su esposa que quería venderlo todo y marcharse. "Desde el 11-S he cambiado", dice. "Tienes que vivir". Su esposa le respondió que estaba loco, pero al final accedió a que él y Jaysha se fueran a Hollywood seis meses, y ella se quedaría en casa y se ocuparía de la tienda.

Los agentes y representantes con los que hablé dicen preferir a familias sin limitaciones económicas, así como el compromiso de un progenitor de tomarse la carrera del niño como un trabajo a tiempo completo. Las buenas madres de actores deben ser simpáticas y profesionales, y, a pesar del tráfico de Los Ángeles, conseguir que el artista siempre llegue a tiempo.

Si la carrera del niño empieza a coger impulso, la familia debe trasladarse a Los Ángeles. Es preferible un hijo único, ya que el actor no echa de menos a sus hermanos y la madre no se siente abrumada.

Rhondelle Liberato, una ex agente inmobiliaria de 49 años originaria de Galveston (Tejas), y su hija Liana, de 10, forman una buena pareja para quienes buscan nuevos clientes. Y el año pasado, durante su primera temporada de pilotos, Liana tuvo el golpe de suerte que todo el mundo advierte a los novatos que no se espere: la niña rubia de ojos azules participó en su primera audición. Al final de la temporada había logrado cuatro trabajos importantes en series de televisión, incluidos Cold case y CSI Miami. Liana tiene instinto para interpretar y un rostro que adquiere resonancia en pantalla. "Es muy tranquila por naturaleza, y la tranquilidad es una baza para el cine", señala Simmons, que le da clases privadas. Y luego está la confianza de Liana: durante unas pruebas para un episodio piloto interpretando a la hija de Jane Leeve, fruto de un donante de esperma, imitó ingeniosamente a Leeve -sin guión- e hizo que director y productores se rieran.

Rhondelle recuerda que, cuando estaba embarazada de Liana, iba al cine y veía sesiones continuas. Siempre ha sentido curiosidad por los rodajes cinematográficos y la vida de las estrellas. Cuando Liana, a sus tres años, empezó a participar en musicales de la comunidad -una pasión que comparte con su padre, George-, Rhondelle quedó maravillada ante el aplomo sobre el escenario de la niña y quería que conservara ese descaro. "A mí me intimida el ver a niños actores", comenta Rhondelle. "¿Cómo lo hacen? Yo no soy así, pero no quería reprimirla ni tener que arrepentirme de nada".

Después de que Liana completara su trabajo profesional en 26 funciones de Galveston, the musical cuando tenía siete años, sus padres la apuntaron a un campamento local de actores. Cuando la niña tenía nueve, ella y Rhondelle vivían en Oakwood. Ya que se lanzaron, quiere que su hija lo dé todo. "No he venido aquí para estar mano sobre mano", afirma Rhondelle. El estilo de Liana es más reposado: su competitividad aflora sólo en las audiciones; si está estresada se lo guarda para ella. "Mi madre quiere que trabaje muy duro", dice. "A veces no me apetece hacer nada. Quiero leer el guión una o dos veces, pero ella pretende que lo repase cinco o seis".

Poco después de este prometedor comienzo el año pasado, su padre, que tuvo que someterse a una operación de cáncer de próstata, descubrió que necesitaría radioterapia, y Rhondelle y Liana regresaron a Galveston.

Una vez finalizado el tratamiento, la representante de la niña, Laura Walsh (que también lleva a Jaysha), las animó a regresar, y así lo hicieron.

A pesar de los incansables esfuerzos de Rhondelle, ha sido difícil recobrar el impulso inicial. Liana todavía se presenta a pruebas, pero aún no ha conseguido trabajo. Entretanto, Rhondelle estaba gastando una pequeña fortuna en las sesiones particulares con Simmons.

Además de las clases, Simmons anima a los padres a esforzarse para que sus hijos destaquen. La profesora sugirió que Liana participara en una de sus estratagemas publicitarias: entregar cestas de obsequio a los directores de las pruebas de selección de los estudios. Todas incluyen fotografías y el currículo del estudiante que participa y de la propia Simmons. "Si las llevara yo dirían: de acuerdo, déjela ahí", afirma. "Pero si lo hace una preciosa rubita con los ojos azules…".

El día de San Valentín, Liana estaba sentada en el asiento trasero del coche de su madre firmando tarjetas para las entregas de cestas. "¿'De Liana'?", preguntó la niña. "¿Qué tal 'Con cariño'?", propuso su madre. Rhondelle dice que le gustaría que la carrera de su hija hubiera superado la fase de tener que hacer cosas como repartir cestas de obsequios. Pero se ha enterado de que Jaysha participará en una prueba para Haversham Hall, una nueva serie de Disney, gracias a uno de estos regalos.

Rhondelle está cansada; ha pasado la noche despierta, preocupada y hablando con su marido. Lo que más la inquieta es presionar demasiado a Liana para la audición de Magic, pero si la niña se hace con el papel de protagonista, ella cree que las cosas arrancarán y la presión no será tan intensa. "No cabe duda de que Liana desea el papel, pero quiero que dé un poco más".

Cuando deja la primera cesta en un estudio, la secretaria de recepción sonríe a Liana. Sin duda ya ha visto a otras monadas con cestas. No obstante, el director de casting sale y la acepta un tanto incómodo. En la siguiente parada, la secretaria indica a la niña que coloque la cesta sobre la mesa de la directora de pruebas, al lado de las otras, incluidas algunas que todavía están sin abrir y que dicen: "¡Feliz 2006!".

De vuelta al coche, Rhondelle se desespera al enterarse de lo de las otras cestas. "¿La has visto a ella, o a su secretaria?", pregunta. Luego acuden a una enorme y ruidosa sala de audiciones llena de gente: montones de bebés emperifollados con pantalones de peto y vestiditos de La casa de la pradera, muchos niños pequeños pelirrojos y rubias con coletas. Los padres seleccionan retratos.

Liana vio por primera vez a Hannah en el gimnasio de Oakwood. Hannah, una chiquilla de 13 años, salió despedida de una cinta para correr después de aumentar demasiado la velocidad. Pero Liana la hubiera visto de todos modos: es delicada, menuda e intensa.

Resultó que Hannah también era actriz. Madres e hijas, que vivían en el mismo edificio, se hicieron amigas. Las mujeres tienen mucho en común: el padre de Hannah también superó un cáncer. Ambos dirigen su propio negocio: el padre de Liana es agente inmobiliario, mientras que el de Hannah tiene una empresa de programas informáticos. Los dos las visitan a menudo. Ambas madres abandonaron una vida muy acomodada y han sido criticadas por permitir que sus hijas realicen ciertos trabajos: Nova, por dejar que Hannah interprete a la hija de un drogadicto en una serie televisiva, y Rhondelle, por consentir que Liana aceptara un papel en el que la madre del personaje utilizaba su fotografía en Internet para atraer a hombres.

Aunque la carrera de Hannah está más avanzada que la de Liana -Hannah tiene tres largometrajes en su haber-, las dos se presentan a pruebas de forma habitual, y ambas familias, cuando están juntas, se sienten bien gracias al nivel compartido de éxito.

Los niños de Oakwood no son ni mucho menos tan competitivos como los adultos, pero cuanto más importantes son los papeles, más mengua la cantera, lo cual deja muy claro quién es el rival. (Cada vez que Hannah regresaba para una segunda o una tercera prueba, o para realizar una audición ante los productores, se encontraba habitualmente con las mismas seis chicas). Es bueno para la relación el que tengan estilos diferentes y no compitan a menudo por los papeles: Liana es rubia, atlética y juvenil; Hannah es morena, seria y madura.

Pero ambas niñas se ofenden cuando los adultos dan por hecho que el actuar está echando a perder su infancia. "Interpretar es mi pasión, y creo que eso es ser una niña", dice Liana. "Lo mismo digo", añade Hannah.

Una noche de febrero, Hannah estaba durmiendo en casa de Liana. Ellas evaluaban los nuevos retratos de Liana como si estuvieran eligiendo al chico más guapo de una revista para adolescentes. Luego se pusieron a jugar al escondite. Después, Hannah montó con autoridad una cama de almohadas en el suelo. "Mira esto", dijo, mientras se ponía recta y se dejaba caer de espaldas. "Es una acrobacia que tuve que hacer en Doll graveyard", un filme de terror de bajo presupuesto. En una escena, Hannah tenía que caer de espaldas en su tumba, que había sido ablandada con un colchón. "Pero desde fuera parecía polvo", explicaba.

La madre de Hannah, Nova, una ex actriz de 48 años nacida en Los Ángeles, cree que su hija, a la que siempre le ha encantado actuar, está hecha para la profesión en la que ella no se centró. "Se necesita una visión de túnel", dice Nova, que a los seis años ya tenía agente. "Hannah tiene más talento y confianza". Nova interpretó en televisión a la típica chica estadounidense sana, y su hija prefiere papeles dramáticos en películas serias. "Para Nova todo es luz y sol", dice Jillian Neal, representante de Hannah y una de las viejas amigas actrices de Nova. "A Hannah la atrae el lado oscuro".

Cuando Hannah tenía 10 años le dijo a su madre: "Quiero tener las oportunidades que tú tuviste". Aunque Nova quería apoyarla en todo aquello que pudiera, le preocupaba que las presiones de Hollywood acentuaran la tendencia de la niña a estresarse con facilidad. Hannah siempre ha sido un manojo de nervios; de pequeña tenía problemas para dormir. "Para ser una niña con todos estos privilegios, sufre mucho dolor emocional", afirma la madre.

Pero, para Hannah, el actuar también era una forma de expresarse. "De todos modos, Hannah nunca encajó", señala Nova. En la escuela no fue una niña popular. La cohíbe ser tan diminuta, pero en Hollywood eso es un punto a su favor. (Hannah puede interpretar a personajes más jóvenes). En 2005 fueron a Oakwood con la intención de quedarse sólo ocho semanas. Ya ha pasado más de un año. Para Hannah, la jornada comienza viendo Live with Regis and Kelly [un show de televisión de gran audiencia], ya sea en la cama o en su sofá blanco de piel. Después, ella y su madre estudian en casa. Una noche por semana, Nova elige una película para analizar su dirección o sus interpretaciones: Luna de papel, Mi vida como un perro o Un retazo azul. Les gusta jugar al Scene It, un juego de preguntas y respuestas sobre cine. Se ríen mucho. Hannah, una niña muy minuciosa, crea complejos collages de moda y famosos. Intenta aprender tanto como puede de todo el mundo que se encuentra en el plató: una vez le pidió a un productor que le explicara cómo funcionaba un presupuesto.

A Hannah le gusta salir con Liana, pero puede resultarle agotador. A Liana le encanta correr por Oakwood. Un día, Hannah llegó a casa y dijo, asombrada: "¡Me ha hecho trepar por un árbol!". Nova dice que espera que las ganas de jugar de Liana relajen a su hija. Cuando las ansiedades de Hannah la abruman, cosa que ocurre a menudo, su madre dice: "Necesitamos una dosis de Liana".

Aidan Mitchell, otro amigo de Hannah, comparte su obsesiva intensidad. Aidan, que tiene 12 años, se vio condenado al ostracismo por las cualidades que le resultan tan útiles en Hollywood: su belleza física casi tierna y su voluntad de correr grandes riesgos emocionales. Al hablar con su madre, Connie, queda claro que su infancia fue extremadamente infeliz. Padece trastorno de desarrollo de la coordinación, lo cual le convirtió en objeto de burlas y acoso antes de que su familia abandonara Irlanda y se estableciera en Estados Unidos cuando él tenía tres años. Pero Aidan encajaba bien entre actores adultos. Cuando tenía 10 años se mudaron a San Diego, y las clases le resultaban decepcionantes. "No estaban muy bien", dice. "Los niños iban allí a divertirse. No estaban para aprender nada". Su madre, que quería que los productores de cine le conociesen, le llevó a Los Ángeles durante una semana de clases intensivas de preparación para los programas piloto, y Aidan tuvo una buena acogida. Recientemente pasó a formar parte del reparto de uno de estos programas, Low life, en el que interpreta al hijo de Minnie Driver y Eddie Izard. Ha trabajado en dos películas y empezará a rodar una tercera, Rodeo, en la que encarna a un niño que sufre abusos físicos de su padrastro.

A Connie le resulta fácil gestionar los negocios de su hijo en Hollywood en comparación con los desafíos de su vida anterior. "En Irlanda me pasaba la vida dándome cabezazos contra el sistema educativo y médico", comenta. "Ahora puedo invertir el tiempo en cosas positivas para él". Connie está agradecida de que su pequeño por fin abrigue esperanzas. "Aquí se celebra su forma de ser", dice.

En el caso de Jaysha, las audiciones han ido llegando poco a poco. Se las toma con calma, como parece hacer con todo lo demás: ensaya, lo intenta, fracasa y sigue adelante. Va a ver películas de Bollywood con su padre y toma helados en el Olive Garden, un local con solera.

Sin embargo, Jay parece destrozado. Ha empezado a sufrir migrañas. Ha ganado peso. Está bebiendo demasiado. Su mujer, a la que conoció a través de un matrimonio amañado, se ha vuelto mucho más independiente, y cuando le visita no parece ansiosa de retomar su papel tradicional. El viejo desafío de dominar el negocio del espectáculo se ha vuelto tedioso. Jay también percibe el comportamiento de los padres que le rodean, el desesperado soborno de sus hijos para acceder a audiciones y las airadas críticas hacia los profesores. "Los padres están dispuestos a gastarse el dinero", afirma Jay, "pero quieren resultados".

Desde el principio, Jay decidió no vivir en Oakwood y enviar a Jaysha a una escuela católica convencional para intentar conservar cierto parecido con una infancia normal. Pero, aun así, la lleva a todas las clases que se ofrecen: un curso de cinco semanas con un director de casting (310 euros), ocho sesiones sobre lecturas sin preparación previa (290 euros) y un intensivo de seis horas sobre el mismo tema (120 euros). La segunda vez, las clases de lectura improvisada las daba Joey Paul Jensen, que se encarga de la selección de actores para la productora Disney. A Jay le gusta Jensen porque es seria, y espera que tenga en cuenta a Jaysha para un futuro papel.

Pero, según Jensen, los niños tienen pocas probabilidades. Para un papel menor o secundario en un episodio piloto, Jensen puede probar tranquilamente a 500 o 600. Cada uno de los cuales dispone de entre dos y cinco minutos. "Pones un anuncio para un casting diciendo que necesitas un niño pelirrojo de siete años con un ojo azul y otro marrón, y al cabo de 10 minutos hay cientos de niños en la sala de espera", afirma Marc Warren, colega de Jensen y guionista de la serie televisiva de Disney Raven.

No obstante, Jensen coincide con Jay, el padre de Jaysha: es el momento del look étnico. Y aunque la niña es india, puede convertirse en hispana, y siempre hay escasez de niñas latinas de 10 a 12 años.

Jay ha gastado hasta la fecha 40.000 euros y no parece que vaya a parar. "Cuando veo que a los directores realmente les gusta Jaysha, pienso que puedo aguantar". (De hecho, a finales de mayo consiguió su primer papel importante en una película titulada Quest of alchemy, en la que interpreta a una niña de madre india y padre estadounidense). Jay se está planteando la idea de mudarse a Los Ángeles. Aunque quizá Hollywood esté destrozando su salud y su seguridad económica, es consciente de una cosa: ha alterado profundamente su idea de ser padre. Antes solía preocuparse sólo de sí mismo, se pasaba el tiempo jugando al golf y yéndose de juerga con los amigos. Ahora toda su atención se centra en Jaysha, que se está volviendo más independiente, e incluso más tranquila.

Una noche, a mitad de la sesión de grabación de programas piloto, Liana y Hannah se tiraron a la piscina del North Club de Oakwood después de remojarse en el jacuzzi. Los focos de la piscina hacían que el agua brillara bajo las palmeras. Las niñas hacían el pino y carreras de natación. Liana interpretó su imitación de Tiburón. Hannah fingió ahogarse, tan convincentemente que daba miedo. Liana cuenta que se quedó paralizada cuando le dijeron que realizara las pruebas para Haversham Hall sin ayuda. "¿Sabes lo divertido de llorar cuando te lo piden?", pregunta. "Piensas en algo y luego te echas a llorar".

A las nueve y media de la noche se presenta en la piscina el padre de Hannah, un hombre atlético con una toalla en cada una de sus fuertes manos. "Ya es la hora". "No", dice Hannah, sumergiéndose. "Ya es la hora", repite cuando la niña sale a la superficie. "¡Papá!", suplica Hannah mientras sale de la piscina, "¿podemos quedarnos juntas?, ¿puedo ir a casa de Liana?". Su padre la envolvió en la toalla, y Hannah correteaba junto a él por el camino mientras Liana caminaba detrás. "Ya la verás mañana", le replica Robin.

Robin y las niñas se detienen frente a la casa de Liana, donde Hannah había dejado la ropa. Las chicas tardan una eternidad en cambiarse, y la conversación de Rhondelle y Robin vuelve a las preguntas que formulan todos los padres de niños actores: ¿cuánto tiempo aguantas?, ¿sigues alquilando una casa en Oakwood?, ¿compras un piso? De hecho, Hannah y Liana finalmente tuvieron una buena primavera: aunque Liana no consiguió actuar en Magic, en el mes de mayo acabó haciéndose con el papel protagonista en una película, en la que interpreta a una chica galesa; Hannah encarnaría a la hija de un terrorista saudí en una serie de televisión, Criminal minds. Pero todo lo que no sea un éxito espectacular implica que la pregunta surgirá una y otra vez.

Hannah sale disparada del dormitorio. Robin la agarra por debajo del brazo, se dirige de nuevo hacia la puerta y la abre con la mano que le queda libre. Como una gran dama, lanza besos de despedida y se inclina elegantemente para decir adiós.

La puerta se cierra de un golpe. Rhondelle le dice a Liana que se prepare para acostarse. "¿Puedo levantarme tarde?", pregunta.

Cuando Rhondelle se pone a corregir los deberes de las clases particulares de su hija, se enfada en voz alta. Liana se había tirado en el sofá con el bañador mojado y se había echado una colcha sobre las rodillas. Puso al corriente a Rhondelle sobre las últimas noticias de Hannah: estaba en las rondas finales para un papel en una película con Nicole Kidman. Como siempre, Rhondelle tenía numerosas preguntas: sobre esa audición y sobre si Hannah había recibido noticias del director de casting de Urgencias, que solamente hace pruebas a unas cuantas niñas cada vez. Pero a estas alturas, Liana ya sabe cómo tranquilizar a su madre y animarse a sí misma sin hablar mal de su amiga. Mesándose los mechones de su pelo rubio, le explica: "Querían a alguien que no se pareciera a Nicole Kidman, así que no podía ser yo".

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