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Reportaje:

Provenzano, mensajes mafiosos hasta en la cárcel

El 'capo' detenido en Corleone sigue escribiendo sus notas en papelitos

Andrea Rizzi

Todos los días lee la Biblia y hace ejercicio con una bicicleta estática. Come sólo verduras y platos ligeros. Y escribe obsesivamente sus pizzini, las ya legendarias notas manuscritas sobre pequeños papeles a través de las que se comunicaba con los suyos. Así es la vida del gran capo de la mafia, Bernardo Provenzano, en la cárcel de máxima seguridad de Terni, en el centro de Italia. Allí, en una celda de cuatro metros por tres y medio, ha acabado recluida después de casi 43 años la trama de clandestinidad y misterio más espectacular de la historia del grupo criminal siciliano.

El padrino corleonés, según reveló ayer el diario italiano La Repubblica, se levanta todos los días a las cinco en punto. Bebe un sorbito de agua, y empieza a escribir, aunque ya no pueda entregar a nadie sus apuntes. Todas las mañanas, dos o tres horas. Bebiendo el café con leche. Difícil dejar una costumbre a los 73 años.

Provenzano está recluido en aislamiento absoluto, vigilado por cámaras 24 horas sobre 24, en un bloque especial de la cárcel reservado sólo a él. Una prisión en la prisión, con almacén, patio -donde el boss pasea dos horas al día, siempre por la tarde-, y sala de videoconferencias exclusivos. Sólo podrá recibir visitas de sus abogados y, una vez al mes, de su mujer y sus dos hijos.

Una Biblia de regalo

Provenzano, según relata La Repubblica, no lee periódicos ni revistas. Sólo la Biblia. Una nueva, regalada por la dirección de la cárcel. La suya, la que se encontró en su escondite, está bajo secuestro, en manos de los fiscales palermitanos: se dieron cuenta de que estaba toda llena de anotaciones.

Hay otra lectura que llena los días del capo: sentencias, notificaciones, todo tipo de acto judicial que le concierna o le pueda interesar. Su celda está llena de estos papeles, desde ordenes de captura firmadas por Giovanni Falcone hace más de 20 años, hasta las actas más recientes.

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La televisión, naturalmente, acompaña a Provenzano en su reclusión. Curiosamente, no vio ningún partido de los mundiales de fútbol. Mientras los azzurri se abrían camino hacia la copa, el líder mafioso permanecía absorto en sus papeles y pensamientos. En cambio, desde su ingreso en la prisión, no se ha perdido ni un telediario de las 20.30 de Rai 2.

El procedimiento para llevarle la comida es muy estricto, por el temor a envenenamientos. Un oficial de la policía penitenciaria coge del comedor común raciones, respetando las peticiones de Provenzano ("Por favor, sólo alimentos ligeros. Y sobre todo nunca nada picante, me hace daño"). El mismo oficial, tras sellar los contenedores, tiene que entregar la comida al mafioso.

El boss fue detenido cerca de Corleone, en Sicilia, el 11 de abril de este año. En el lugar de la detención se intervinieron, además de la Biblia, más de 200 pizzini. Gracias a ellos -¿y a la Biblia?- hace un mes, la policía detuvo a otros 45 supuestos hombres de mafia.

Policías italianos conducen a Bernardo Provenzano a un coche policial el día de su detención en Palermo.
Policías italianos conducen a Bernardo Provenzano a un coche policial el día de su detención en Palermo.REUTERS

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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