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La transformación del universo discográfico

La soberanía del consumidor

Diego A. Manrique

En Internet, no falla, siguen surgiendo profetas. Profetas estruendosos, enérgicos predicadores de nuevos paradigmas como MC Lars, autor de Download this song. En realidad, lo que plantea MC Lars en su (ingeniosa) parrafada es lo que desean los directivos del negocio de la música desde hace años: su sueño húmedo de olvidarse de vender música en soportes. Imaginen: de una tacada, prescinden de fábricas, almacenes, representantes, transportistas, tiendas. Después de todo, ¿no prometían las nuevas tecnologías el adelgazamiento drástico de plantillas?

No, no hay que convencer a la gran industria fonográfica de las ventajas de vender canciones por Internet. Otro asunto es que el cambio de paradigma les haya pillado con el paso cambiado: son estructuras que se mueven torpemente, inconvenientes de formar parte de conglomerados multinacionales, a veces con intereses encontrados. Y la realidad es que ninguna otra industria se ha encontrado con una catástrofe similar. Pónganse en su lugar: prácticamente todos sus productos expuestos gratuitamente, al alcance de cualquiera dispuesto a apoderarse de ellos.

Los sucesivos informes de la crisis son tediosos: nos hablan del imparable descenso en ventas de los soportes, del modesto incremento de ventas legales por Internet, del tráfico clandestino en archivos sonoros. No mencionan, sin embargo, otros desastres: la evaporación del circuito de tiendas pequeñas o el cierre de históricos estudios de grabación, derrotados por la falacia de que pueden ser reemplazados por los estudios caseros. ¿Que hay una bajada de calidad sonora? Ése es un valor que no puntúa en los tiempos del iPod y los politonos.

Estas nuevas formas de consumo están suponiendo la desmaterialización de la música, ahora alojada en reproductores de MP3, en el disco duro del ordenador o en CD-ROM baratos. Invisible, la música se devalúa, especialmente si se consigue gratis. Literalmente, entra en la categoría de "usar y tirar", aunque también existe el síndrome del almacenamiento: se van acumulando discografías completas, sin que eso implique conocimiento o apreciación de lo que se almacena.

Semejantes pautas de consumo también alteran la idea de obra creativa. En los años sesenta, el medio de expresión de la música popular se desplazó desde los singles de dos canciones a los elepés de 40-45 minutos. Con la llegada del CD, capaz de acoger cerca de 80 minutos, el disco largo se hinchó y perdió esbeltez. Ahora, ya no hay paciencia: se extraen una o dos canciones del disco largo; el resto no interesa. Hasta hay revistas consagradas a señalar exactamente qué temas bajarse.

La regla de oro del comercio se mantiene en Internet: el consumidor es soberano, aunque no haya pagado nada por el servicio. Se trata de un medio con el que ha crecido y donde, cree, no son válidos los criterios del mundo real, los mantenidos por padres o hermanos mayores. Allí no funciona el canon del pop, esa jerarquía que comienza con Elvis Presley y sigue con los Beatles y llega hasta Nirvana. Para nada: uno de los placeres de la jungla digital es inventarse un nuevo esquema, cuyo lugar central ahora lo ocupa un grupo de la tercera división o un movimiento ínfimo.

Manda la santa voluntad y el real capricho. Naturalmente, prefieren pensar que los tesoros de Internet brotan de la nada y están fuera del imperio de la economía. Los cantantes son millonarios, repiten, y las discográficas no cumplen ninguna función necesaria. Pueden llevar pintas radikales, pero en estos asuntos son tan implacables como Margaret Thatcher.

Curioso, no obstante, que casi todos los artistas beneficiados por la varita mágica promocional de Internet hayan terminado fichando por compañías establecidas. Hasta MC Lars, el autor de Download this song, está siendo tentado por multinacionales: siempre hay hueco para un rapero blanco que machaca obviedades.Invisible, la música se devalúa, especialmente si se consigue gratis

Perico Sambeat y Ramón Cardo, durante la grabacion de un disco.
Perico Sambeat y Ramón Cardo, durante la grabacion de un disco.JESÚS CISCAR
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