_
_
_
_
Crítica:ROCK | Lou Reed
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Negarse a sí mismo

Uno de los versos de su inconmensurable Sweet Jane dice: "Cualquiera que haya tenido alguna vez un corazón, no se volverá para romperlo. Y cualquiera que alguna vez haya interpretado un papel, no se volverá para odiarlo". Pues bien, Mr. Reed, con tanto taichi, tanta fotografía y tanta actitud de prócer de la cultura más cool se niega en escena a sí mismo. Niega sus palabras, porque no es que este neoyorquino de 64 años no transija en tocar aquellas canciones que compuso cuando vislumbró en su alocada juventud el reverso tenebroso; es que le debe dar urticaria cuando recuerda que él fue el autor de Heroine, una de las mejores canciones de amor y muerte jamás escritas en el entorno del rock. Debe avergonzarle recordarse a sí mismo, voraz devorador de anfetaminas, en el lado salvaje de la más magnética Nueva York del siglo pasado. Debe deprimirse mucho recordándose aquella pinta andrógina que le definió a él y a la turbulenta década de los setenta.

Lou Reed

Lou Reed (voz y guitarra), Mike Rathke (guitarra), Fernando Saunders (bajo, contrabajo, guitarra y coros), Tony Rmith (batería), Rob Wasserman (contrabajo) y Czelsko McMullen (manipulación de sonidos). Palacio de Congresos. Madrid, 4 de junio.

Desde entonces ha llovido mucho, y sus conciertos son últimamente como ir a misa. Una misa que él oficia tocando la guitarra a un volumen atronador y con unos acoples que dan miedo, mientras sus músicos acompañantes van al tran tran en el circular de arreglos de medio tiempo y dos acordes. El recinto está lleno de seguidores y él arranca con What's Good.

Ataviado con una camiseta de cuero, para y manda bajo la mirada atenta de Fernando Saunders, su mano derecha en escena, y el resto de la banda, todos atentos, porque las señales para empezar, terminar, subir o bajar la intensidad dependen de los impulsos de Reed.

Y estos impulsos carecen de lógica y se producen como sacudidas, como si su autor quisiera decir: "Ahora que no te lo esperas, toma". Tanto es así que abronca un par de veces al batería, por no pegarle a la caja o por no subir o bajar de intensidad tanto como él cree que es necesario. El batería sonríe como si esto fuese el pan de cada día. Lou Reed se pierde mientras tanto en solos de guitarra en los que él no busca las notas, porque no sabe en qué punto de su guitarra están.

Simplemente, se las va encontrando en su camino; si el resultado suena bien, perfecto. Si no, un acople y el tirar de una cuerda harán efecto de rock.

Lentamente, se van sucediendo a lo largo de la hora y pico de concierto la densa y oscura Coney Island baby, el realismo sucio de Dirty boulevard, el alucine histérico de White light / White heat, Ecstasy, Jesus y Guardian Angel. El repertorio es corto y, una vez más, los viejos clásicos de los setenta tampoco van a sonar. Los músicos se meten para adentro, pero vuelven a salir y entonces es cuando sale el maestro de taichi Chuan a hacer una pequeña demostración mientras Reed se arranca a los compases de Perfect day. Acto seguido, satisfecho, se despide y se marcha. Ha cumplido su trabajo sin demasiadas concesiones al público.

Lou Reed, durante su actuación el domingo en Madrid.
Lou Reed, durante su actuación el domingo en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_