El Mundial levanta la moral de Alemania
El Gobierno de Angela Merkel devuelve al país su peso internacional y la confianza económica
La celebración del Mundial de fútbol dará a Alemania la ocasión de presentarse ante los ojos del mundo con una renovada autoestima y protagonismo. Más allá de la pelea en el campo, Alemania enfrenta los desafíos internacionales que plantea el Mundial con el nuevo brillo político que está adquiriendo el país bajo el liderazgo de Angela Merkel. En lugar de esquivar tímidamente las miradas, Alemania muestra ante el mundo más confianza en sí misma, un nuevo orgullo. Superado lo peor de la crisis económica y la inestabilidad política de los últimos meses del ex canciller Gerhard Schröder, el motor de Europa hoy ya no quiere bajar la marcha.
El futbolista inglés Gary Lineker definió una vez el fútbol como "un simple juego en el que 22 jugadores se enfrentan y al final siempre gana Alemania". La frase, de las más citadas en Alemania, sólo pudo haber salido de boca de un extranjero. Nadie en el país se hubiese atrevido a semejante alarde de optimismo. Una pesadumbre endémica, el peso de la culpa histórica, impedía a los alemanes alegrarse, no digamos ya enorgullecerse, de serlo. Ser alemán conllevaba una responsabilidad histórica, un pecado original que inhabilitaba para el orgullo. Pero algo está cambiando. En Alemania comienza a despertar un nuevo talante, una incipiente confianza que se percibe más hacia fuera que dentro del país. A ello contribuye el Mundial, pero se refleja también en otros campos de la vida pública.
"El peso de la culpa histórica impedía al alemán alegrarse o sentir orgullo del país"
"La conciencia de esta nueva autoestima se percibe más en el exterior que dentro"
"Por supuesto que entre 1933 y 1945 fuimos la más bárbara e inhumana nación del mundo y siempre nos avergonzaremos por ello. Pero concentrarnos sólo en las cosas malas no nos ayuda ni resuelve nuestros complejos problemas", dijo el domingo pasado el escritor Florian Langenscheidt en la presentación de Das Beste an Deutschland. 250 Gründe, unser Land heute zu lieben (Lo mejor de Alemania. 250 razones para amar nuestro país hoy), uno de los varios libros publicados este año que tratan de hacer ver a los alemanes el lado positivo de su país. "Tenemos tantísimas cosas que podemos amar y de las que podemos estar un poco orgullosos. No bailamos samba encima de la mesa y no somos los más espontáneos y relajados del mundo, pero a cambio se nos respeta por nuestra fiabilidad y nuestra capacidad organizativa", añadió Langenscheidt.
Similar es la respuesta que da el jefe de Opinión del diario económico Handelsblatt, Thomas Hanke, a quienes lloran la crisis económica y el supuesto estancamiento de Alemania: "Puede que Alemania esté en crisis, por lo que respecta a sus estructuras políticas y económicas, pero no es una crisis de estancamiento, sino de crecimiento", asegura Hanke en su reciente libro Der neue deutsche Kapitalismus (El nuevo capitalismo alemán), en el que asegura que la economía ha evolucionado mucho en los últimos años y no es tan estática e inflexible como algunos la pintan.
Y en ello cada vez le siguen más alemanes, que ven que los indicadores económicos auguran tiempos mejores para el país -los principales economistas prevén que crecerá en 2006 un 1,8%, el mayor aumento desde 2000- y que Alemania empieza a salir del bache que la deprimió desde el auge de la nueva economía en 2000. La nueva confianza imprime optimismo y renovada autoestima, que comenzó con la negativa a participar en la guerra de Irak y se refleja por ejemplo en el orgullo de tener un Papa alemán (Somos Papa, tituló el periódico Bild tras la fumata blanca que sentó a Joseph Ratzinger en la silla de san Pedro).
Este cambio de talante tiene que ver en parte con el relevo en el Gobierno. La canciller democristiana Angela Merkel no sólo devolvió la confianza y la estabilidad, sino que inauguró su mandato con un éxito tras otro en la política exterior que hizo enorgullecerse a muchos alemanes. Alemania empezaba a liberarse de sus complejos y a dejar de lado la humildad en la escena internacional. Apoyada por su gran popularidad, ahora Merkel se dispone a aprovechar la presidencia de la UE, que le corresponde el año próximo, para dar el impulso definitivo a la Constitución, convencida de la necesidad de ésta para vertebrar la Unión.
Alemania juega un papel central en la estrategia de suministro energético de Europa. Interviene en la negociación con Irán a propósito de sus actividades nucleares a la misma altura que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, equiparándose a ellos de facto por primera vez. Alemania es "otro país", según titulaba el dominical británico The Observer. Sin embargo, la conciencia de esta nueva autoestima se percibe más en el exterior que dentro. "Aún no tenemos una relación sana con nuestro país", opina Peter Unfried, subdirector del diario berlinés Die Tageszeitung.
Sin embargo, este periodista reconoce que es cierto que la generación de la guerra ha muerto y ya no hay ese "auto-odio" del que se hablaba en la posguerra. "Pasados 60 años del fin de la guerra, eso se ha normalizado". "Más que una nueva autoestima, creo que ahora estamos más relajados", apunta Peter Riesbeck, jefe de sección del Berliner Zeitung.
Ahmadineyad, el hincha más temido
El mundial 2006 implica desafíos a los que el país anfitrión, Alemania, tendrá que enfrentarse. El más importante es la seguridad, y con ella el racismo fuera y dentro de los estadios, que ya ha llevado a varias instituciones y personalidades a recomendar a los visitantes de piel más oscura abstenerse de ir a ciertas regiones del Este del país.
"Hay ciudades pequeñas y medianas a las que no aconsejaría ir a nadie que tenga otro color de piel. Posiblemente no saldría con vida", declaró el miércoles en referencia al Este de Alemania Uwe-Karsten Heye, presidente de una asociación contra la xenofobia y ex portavoz del Gobierno. Una asociación africana de Berlín llegó a preparar una lista de lugares poco recomendables para aficionados negros. No sólo los aficionados, también los propios futbolistas negros sufren humillaciones cada semana en el campo de juego, especialmente en equipos menores del Este.
Otra cuestión que Alemania tendrá que demostrar que puede gestionar es la temida entrada en el país de 40.000 prostitutas, muchas de las cuales supuestamente vendrían forzadas. Si bien nadie puede confirmar esta aventurada cifra, sí existe ya un megaburdel a las puertas del estadio olímpico de Berlín. La gestión ordenada de la prestación de servicios sexuales garantizando que se respetan los derechos de las mujeres involucradas no sólo preocupa al Gobierno alemán, sino también a la Comisión Europea.
Pero hay algo que ha provocado la alarma en las más altas esferas de la cancillería. Se trata de la posible visita de un hincha indeseado: el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, negador del Holocausto y del derecho de Israel a la existencia como Estado, tema sensible donde los haya en el país anfitrión del Mundial. "Nadie sabe si vendrá", declaró el lunes el ministro del Interior, Wolfgang Schäu-ble, en un debate sobre el Mundial. "Hasta ahora no ha expresado su voluntad de venir. Deberíamos dejar este molesto debate y saludar a los futbolistas iraníes tan calurosamente como a los demás equipos", añadió el ministro.
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