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Una atrevida apología del sexo deja indiferente al festival

'Shortbus', de John Cameron Mitchell, recuerda el cine independiente de los sesenta

En lugar de películas memorables, el festival ha mostrado en su cuarta jornada algunas curiosidades, entre las que destaca la primera entrega de una serie propuesta por Lars von Trier, el animado promotor del estilo Dogma, según la cual tres directores jóvenes deberán hacer otros tantos filmes sobre los mismos nueve personajes de ficción. Fuera de concurso se ha proyectado Shortbus, el nuevo filme de John Cameron Mitchell, que hace cinco años sorprendió con Hedwig y the angry inch, la historia del rockero transexual al que no operaron bien, dejándole esa "puntita cabreada" que dio título a su aclamada película.

En esta ocasión, Cameron Mitchell se acerca a un club neoyorquino, el Shortbus, en el que se práctica el sexo libremente, y a fe que la película lo muestra con detalle. Coinciden en dicho club personajes de distinto signo, desde la sexóloga que nunca ha tenido un orgasmo a la enamorada pareja gay que quiere nuevos alicientes, pasando por la gobernanta que en realidad busca una historia clásica de amor, un viejo alcalde gay que filosofa sobra la epidemia de sida que se desató durante su mandato... Todos revolotean en el divertido club, pero ahí no acaba la cosa. Quien más y quien menos tiene fuertemente reprimidos sus sentimientos amorosos y sufre por ello.

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Shortbus es un desvergonzado disparate con capacidad para escandalizar a timoratos y que recuerda por su melancolía a algún cine independiente de los sesenta o setenta, así como por su simbolismo evidente: de sopetón se apagan las luces del gran Nueva York hasta que en una fanfarria final los clientes del club entonan con alegría un himno festivo, consiguiendo que vuelva a brillar triunfante la luz en la ciudad. Presentada fuera de concurso, Shortbus abarrotó la sala de prensa, pero no despertó más que algún aplauso tibio.

Tampoco provocó entusiasmos la propuesta de Red road, dirigida por la primeriza Andrea Arnold, que cuenta la vida cotidiana de una vigilante de seguridad encargada de observar a los habitantes de un barrio a través de los cientos de cámaras situadas por las calles. Un día, la vigilante descubre que se ha puesto en libertad a un hombre que debería seguir en la cárcel, y sin que el espectador sepa la razón de su interés por él, la mujer desciende a la calle para entablar una intensa relación con el delincuente. Se trata, claro está, de la historia de una venganza. Y también la de un error. Red road es un filme áspero, en ocasiones atractivo y también inquietante, pero en su mayor parte innecesariamente confuso, por culpa sobre todo de su obligado respeto a ese estilo Dogma, de nerviosa cámara en mano, escasa luminosidad y demasiadas pretensiones formales. La actriz danesa Kate Dickie transmite con sensibilidad la enjundia de la trama: todo en ella es pasión contenida, cerebro y fragilidad, un pequeño derroche de buena interpretación ajustada al drama, sin atenerse a dogmas. Lógicamente, Kate Dickie repetirá personaje en las otras dos películas previstas en este proyecto a tres bandas que ha lanzado Lars von Trier. Además de ella, en la historia cuentan su marido y su hija, muertos en accidente, el drogadicto que les mató (Tony Curran), su amigo de la cárcel (Martín Compston), los padres de ella, las novias de ellos... Esperemos el desenlace de la trilogía, aunque Red road sea en sí misma una película suficiente que no necesita de acompañamientos.

También debería hablarse muy bien del conjunto actoral del primer filme francés presentado a concurso, Selon Charlie, de la actriz y directora Nicole García. Sin sus actores, la película quedaría en poca cosa. De hecho, lo es. Historia coral que transcurre en una ciudad del Atlántico en la que siete personajes viven en secreto conflictos íntimos que en nada corresponden a sus personajes públicos, déjà vu. Película morosa que parece no acabar nunca, antigua en el lenguaje y en ambiciones, va ganando en interés según avanza, pero sin alcanzar la calidad que se espera en un festival al que se han presentado para ser seleccionadas, según sus directivos, más de 1.500 películas.

Lindsey Beamish (izquierda) y Sook-Yi Leen, protagonistas de <i>Shortbus</i>, ayer en Cannes.
Lindsey Beamish (izquierda) y Sook-Yi Leen, protagonistas de Shortbus, ayer en Cannes.REUTERS
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