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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Conversación reanudada

El presidente del Gobierno y el líder de la oposición estuvieron ayer a la altura de sus responsabilidades. Cada uno en su papel, desarmaron su desconfianza recíproca y transmitieron a la opinión pública un mensaje de unidad, que es lo que la mayoría desea para todo lo que tenga que ver con el terrorismo. El presidente obtuvo de Rajoy el apoyo que le había pedido, y Rajoy de Zapatero, el compromiso de compartir información y consensuar las respuestas que habrá que ir dando a los obstáculos que sin duda se plantearán a partir de ahora.

Rajoy propuso convocar una reunión del Pacto Antiterrorista para dar visibilidad a la recuperación del consenso. Hacerlo sería dar satisfacción al PP, que no ha dejado de reclamarlo, pero no cabe olvidar que lo primordial es el consenso de todo el arco parlamentario. Sin contar con que el pacto irrita específicamente a los nacionalistas, cuya complicidad será necesaria para deslegitimar las maniobras con que ETA y Batasuna tratarán de imponer su propia agenda. Y en cuanto a las relaciones entre los dos grandes partidos, el tipo de cuestiones a abordar y las informaciones a transmitir son más propias de un contacto personal entre ambos líderes que de reuniones entre comisionados.

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Es digno de elogio que ambos evitasen una discusión en términos de agravios mutuos o petición de explicaciones retrospectivas; en vez de eso, Rajoy mostró su satisfacción por la palabra de Zapatero de que no existía ningún compromiso político previo con ETA y le propuso evitar dar pasos irreversibles o con difícil marcha atrás, y también cualquier gesto que pudiera interpretarse como contrapartida política o suspensión de la aplicación de la ley. Todo ello encaja con los principios de la resolución aprobada por el Congreso en mayo pasado, y que no votó el PP. Se presenta así la oportunidad de ensanchar el consenso para que comprenda tanto a los partidos nacionalistas, que sí la votaron, como al PP.

La implicación de este partido es necesaria por su fuerte peso electoral y por su influencia en sectores clave, como el movimiento de víctimas, entre otros; pero también como garantía de la unidad de los demócratas frente a las pretensiones de ETA. Al igual que en Irlanda, habrá seguramente provocaciones, dilaciones, dilemas complicados; el Gobierno tendrá mayor fuerza p

ara hacerles frente si se sabe respaldado por la oposición. Eso es lo principal que estaba en juego ayer. Porque es evidente que ETA intentará forzar cambios en el marco político, a fin de presentar su retirada como fruto de la eficacia de la violencia. Zapatero adelantó el criterio de que, sin violencia, todo es planteable, pero que eso no presupone que se vaya a aceptar cualquier propuesta: "Se podrá responder que sí o que no". Y para ello será necesario el acuerdo entre los partidos democráticos.

Las palabras de reconocimiento de Zapatero, en la sesión de control de la semana pasada, hacia la contribución del PP a la derrota de ETA que ha llevado al alto el fuego, han ayudado, sin duda, a disolver desconfianzas; la evidencia, confirmada por las encuestas del fin de semana, de que la opinión pública quiere ver a los dos principales partidos juntos en esta cuestión ha impedido que se impongan los partidarios de la bronca.

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