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Reportaje:EL FINAL DE LA VIDA

"He conseguido que mueran en paz"

Un grupo proeutanasia entrega a sus socios una guía para suicidarse en caso de dolencia terminal

Ana Alfageme

- 1. Marina y Cruz. "Después de sorber aquel líquido verdoso que tenía preparado, se acomodó en la cama y me dio las gracias por haber hablado con ella tantas veces; lo habíamos hecho casi a diario durante más de un año. Me dijo que cuando se hubiera ido subiera al piso de arriba para admirar las vistas sobre la ciudad, pero que no me fuera de la casa hasta pasadas ocho horas. Tenía miedo de no morirse. Luego me pidió que la dejara sola".

La mujer que comparte este recuerdo es alta, habladora y de gestos juveniles, pero le queda poco para cumplir 60 años. Le llamaremos Marina, porque su madre, muy anciana, ignora que su hija suele acompañar a moribundos. Aquella tarde Marina se sentó en la silla de la cocina, el único sitio donde podía acomodarse. La casa, muy grande, estaba vacía. Muebles y libros habían sido donados. Sólo quedaba aquella mujer, Cruz (un nombre también supuesto), y la cama donde reposaba su pequeño cuerpo ya consumido y deformado. Padecía un cáncer terminal. La nevera estaba llena de exquisiteces, porque la anfitriona quería honrar a aquella voz amiga, la de Marina, la voluntaria de la Asociación por el Derecho a Morir Dignamente (DMD), que le había confortado tantas veces al otro lado del teléfono. Marina recordó las palabras de Cruz aquella mañana: "Ya no aguanto más".

"Me he sentido bien al acompañarles. Me decía: 'Ojalá yo pudiera irme así", dice una voluntaria
"Les decimos que el suicidio es el último recurso, que hay formas de combatir el dolor"
"Me dio dos besos y le cogí la mano. Le tranquilizaba, porque temía vomitar"

-Desde la cocina, la oía respirar con tranquilidad, incluso reírse, porque había citado a una amiga para el día siguiente. Luego noté que se había dormido y entré a verla. Su cara tenía un gesto relajado, cuando un rato antes no me había permitido tocarla, porque todo le dolía. Dos horas después, murió.

La escena descrita ocurrió en 2005. Un año antes, Cruz, una mujer adinerada y culta, sin parientes, había llamado a la asociación porque deseaba morir. Acababan de diagnosticarle un tumor muy agresivo que le dejaría vivir pocos meses más. Marina, que había padecido cáncer hacía unos años, le cogió el teléfono y le habló de los cuidados paliativos; trató de convencerla de que desistiera. Luego siguieron conversando. Cruz se hizo socia de DMD y le fue facilitada una guía que ha editado la asociación de Madrid para quitarse la vida -"autoliberarse", lo llaman- cuando se padece una enfermedad irreversible con sufrimientos insoportables. Cinco personas, todas asociadas a DMD Madrid y aquejadas de cánceres terminales o dolencias degenerativas, recurrieron en 2005 a este documento y solicitaron la compañía de voluntarios de la asociación en el momento de morir. La guía advierte de que "el suicidio es una conducta impune en España y dar información también lo es".

- 2. El último recurso. La denominada Guía de autoliberación es un folleto-borrador de ocho páginas con información muy condensada, "a la que cualquier persona puede acceder en libros publicados e Internet", según se asegura en el texto. En ella se dan pistas concretas para "autoliberarse". Una de las opciones es mediante combinaciones de fármacos. El texto sólo se proporciona a los socios de más de tres meses de antigüedad de DMD Madrid, una asociación con 440 miembros que aboga por la eutanasia, según fuentes de la propia agrupación. Sólo un 5% de los socios son enfermos terminales. La mayoría la constituyen familiares de personas que han tenido muertes muy duras o quienes militan por la legalización de la eutanasia.

En 2005, 23 personas acudieron a DMD Madrid con el planteamiento de quitarse la vida. Cada vez que esto ocurre, tres voluntarios y dos médicos especialistas en cuidados paliativos se sientan a hablar con el enfermo, según explica César Caballero, coordinador, en el austero despacho que tiene DMD en el centro de Madrid. "Le planteamos que el suicidio es el último recurso, que antes hay que agotar todas las vías disponibles, que es mejor no precipitarse y que existen maneras de combatir el dolor hasta que llegue la muerte, que son los cuidados paliativos. Pero si quiere seguir adelante, hablamos del contenido de la guía y le indicamos cómo conseguir la cantidad de medicación necesaria para tener una muerte digna", asegura Caballero. "El enfermo puede recabarla a través de su médico a lo largo de unos meses". Sólo cinco personas se decidieron.

"Queríamos que nuestros socios tuvieran la tranquilidad de que no estarán desamparados", dice. La guía ha sido redactada por médicos y revisada por juristas socios de DMD.

- 3. Marina y el olor dulce. "Cuando alguien se convence de que puede morir asistido, le proporciona una tranquilidad que le hace retrasar la muerte. O no querer morirse", dice Marina.

Entre el 80% y el 90% de quienes desean autoliberarse pospone el momento de la muerte una vez que es asesorado. Y la mitad de los que hacen acopio de la medicación no la utiliza nunca, según datos de DMD Madrid. Marina, que trabaja con marginados, también se acercó a DMD hace ocho años porque pensaba que le quedaba poco tiempo. Le habían hallado una metástasis. Desde que un amigo falleciera de sida, desesperado junto a ella, ha acompañado en la muerte a unas 60 personas, la mayoría pacientes del síndrome.

-Yo les acaricio la frente, el pelo, las cejas, porque a mí me gusta que me toquen las cejas.

Se pasa sus dedos largos por encima de unos ojos oscuros y despiertos.

-Les digo: no te resistas, no pongas barreras, conmigo aquí no puede pasar nada. Aunque estén sedados les sigo hablando, y notas que les cambia la cara. He conseguido que mueran con paz. Me he sentido bien cuando he acompañado en la autoliberación. Pensaba en mi propia muerte y me decía: ojalá yo pudiera irme así.

Cuando Marina dice que reconoce el momento en que llega la muerte, su expresión se dulcifica.

-Primero noto el olor, es un olor dulce.

- 4. La llave de la vida. Caballero prosigue: "Están tranquilos teniendo los fármacos en su mesita de noche. Al poseer la llave de su propia vida y saberse dueños de su destino, a veces no llegan a usarlos nunca".

El texto recoge las cantidades letales de seis fármacos -sólo uno se puede conseguir sin receta médica- y el mecanismo por el que actúan. La guía fue elaborada en abril de 2005 y se basa en la traducción de un documento de 62 páginas de la Sociedad Escocesa de Eutanasia Voluntaria (VESS) que DMD editó en 1993. Pero era demasiado larga y compleja, aseguran. Hace un mes y medio ha sido revisada para añadirle dos fármacos más y tres cócteles. "Los pacientes deben tener suficiente autonomía como para quitarse la vida ellos mismos, poder realizar el acto físico de administrarse los medicamentos", asegura Caballero, "porque nosotros no podemos ayudarles, podría ser punible".

La guía, que se ha enviado a las otras sedes de DMD (Asturias, Cataluña, País Vasco y Galicia, en total DMD tiene 2.000 socios en toda España), comienza definiendo el término autoliberación: "Es el suicidio en las circunstancias en las que se justifica la eutanasia: enfermedad terminal o irreversible que causa un sufrimiento insoportable para la persona que lo padece, por una decisión libre, reflexiva y madura, con la voluntad inequívoca de morir como último recurso para poner fin ella misma (autoliberarse) a ese sufrimiento".

Se especifica que la autoliberación "no es un acto irreflexivo que obedece a un impulso o a una situación social, económica o emocional por muy desastrosa que sea, sino una opción meditada que el individuo toma en libertad". También advierte de que la depresión no es motivo para quitarse la vida. "La depresión puede ser reversible; el suicidio, no".

La guía, que incluye direcciones de interés y enlaces web, informa sobre cómo preparar los fármacos, lo que no se debe hacer -"es muy importante que no haya interrupciones, visitas imprevistas"-, o el tiempo necesario para evitar la reanimación: "Tan importante como el método elegido es el plan a desarrollar: cuándo, dónde, con quién, qué hacer si algo falla, notas al juez y a los seres queridos, quién encontrará el cuerpo y, sobre todo, el periodo de tiempo necesario para evitar la reanimación posterior, que ha de ser de 8 a 12 horas".

Aconseja enviar a los seres queridos "cartas o testimonios que expliquen los motivos y muestren agradecimiento hacia esas personas que disminuyan los sentimientos de culpabilidad que pudieran surgir", dice literalmente. También sobre la posibilidad de mantenerlo en secreto: "Algunas personas desean que su suicidio pase desapercibido y su muerte parezca una muerte natural consecuencia de la enfermedad, manteniendo en este caso en secreto su voluntad y omitiendo cartas y testimonios".

La última página es un modelo de una carta dirigida al juez de guardia, en el que se expone la situación de "enfermedad incurable" y se declara que para tomar esa decisión "seria, serena e inequívoca" no ha sido inducido por ninguna persona, "ni he recibido ayuda", afirma. "Mi objetivo ha sido morir de forma digna y responsable, eximiendo a cualquier otro individuo", concluye la carta, que ha de ser depositada en el buzón "la noche anterior" o "por su acompañante cuando todo haya acabado", si no es probable que encuentren el cadáver en las próximas 24 horas.

- 5. Marina y Eva. "El día de su muerte, Eva fue a la peluquería para cortarse el pelo a la última moda y hacerse la manicura y la pedicura. En las uñas de los pies le pintaron unas florecitas. Luego encargó a un restaurante que le subieran comida para cinco y cenó cuatro veces, cada una con una persona. La última fui yo".

Marina recuerda ahora que Eva, la otra mujer a la que ha acompañado en su autoliberación, con una terrible enfermedad degenerativa, le recibió en la puerta, muy arreglada, le dio unos guantes y le dijo que se los quitara cuando se fuera de su casa.

-Comimos cocochas y jamón pata negra. Bebimos buen vino y mejor champán. Yo me resistía. Y ella: "Tranquila, mientras yo me muero, tú duermes la borrachera". Cuando acabamos, se tomó la medicación y protestó en broma de lo mal que sabía en comparación con el cava. Me consultó sobre el camisón que se iba a poner, y se tumbó sobre la cama, sin taparse, porque quería que se le vieran las uñas de los pies. Me dio dos besos y le cogí la mano. Le hablaba para tranquilizarla. Temía vomitar, pero se durmió muy rápido.

Horas después, Marina salió de la casa con un libro, un disco de música de relajación -regalos de Eva- y una carta para el juez que echó en el primer buzón.

Janet y David Mills, en Australia, tras pedir la eutanasia para ella en 1996. La ley fue derogada poco después.
Janet y David Mills, en Australia, tras pedir la eutanasia para ella en 1996. La ley fue derogada poco después.REUTERS

Ética, legalidad y 'zonas grises'

¿Es legal o ético proporcionar una guía para suicidarse a enfermos terminales? El artículo 143 del Código Penal castiga la inducción al suicidio, la cooperación con actos necesarios (los imprescindibles para que el suicida muera) y la ejecución de la muerte con penas de entre dos y 10 años de cárcel. El apartado 4 rebaja los castigos para quien cooperase en el suicidio de un enfermo terminal por petición "expresa, seria e inequívoca de éste".

"En España el suicidio es una conducta impune, dar información también lo es", dice la Guía borrador de autoliberación de la Asociación por el Derecho a Morir Dignamente (DMD) de Madrid. César Caballero, de DMD, mantiene que los "actos necesarios" serían proporcionarle al enfermo la receta de los fármacos o una sustancia para acabar con su vida y que la asociación, en ningún caso, induce al suicidio.

"Inducción es convencer a una persona determinada para que se suicide", asegura el profesor titular de Derecho Penal de la Universidad de Málaga Octavio García, "no el hecho de dar un folleto con instrucciones generales. Eso es, a lo sumo, una provocación, y no está penado". "No creo que sea bueno plasmar por escrito información sobre el suicidio, porque la persona que la reclama está sufriendo", opina la experta en bioética Carmen Sánchez Carazo, "hay que acompañar y proporcionar una muerte sin dolor".

"Estas guías llevan años circulando por el mundo", advierte el médico Pablo Simón, especialista en bioética, "y yo creo en el suicidio lúcido, pero sería prudente con la difusión de la guía, por si cae en manos de gente que no cumple los requisitos. Además, los suicidios asistidos se realizan de manera más segura en el ámbito sanitario. Hay que plantear abiertamente este tema".

María Dolores Vila-Coro, de la cátedra de Bioética de la Unesco, afirma: "¿Quién asegura que alguien ha tomado una decisión meditada? La guía es abrir una puerta o dar facilidades a personas que, por incapacidad mental transitoria, no tengan pleno discernimiento sobre un acto irreversible".

¿Qué ocurre con quienes acompañan al enfermo cuando se quita la vida? "Al no ser un acto directo, tampoco se puede considerar que vaya contra la ley", se asegura en la guía, que advierte de que "otras acciones como el suministro de material (bolsa, medicación, un vaso, agua) o la colaboración en el método elegido (triturar y mezclar las pastillas, ayudarle a tomar el cóctel...) estarían en una zona gris más dudosa que se podría considerar auxilio al suicidio o cooperación necesaria".

Los médicos, divididos

La eutanasia activa y el suicidio asistido son ilegales en España. El PSOE no abordará en esta legislatura un cambio legal. En una encuesta a 1.057 médicos realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2002 se pronunciaron así: seis de cada diez apoyaban un cambio de la ley "para permitir a los enfermos pedir y recibir el suicidio asistido por un médico y/o la eutanasia activa".

Uno de cada cinco encuestados (19,5%) había recibido la petición por parte de un enfermo de una sobredosis de fármaco para acelerar el final de la vida y a ocho de cada cien le habían solicitado una dosis letal de un fármaco para acabar el mismo paciente con su vida. El 84% de los médicos preguntados consideraban que el correcto manejo de los cuidados paliativos no resolvía todos los casos de eutanasia.

En caso de un paciente con una enfermedad incurable y dolorosa que esté cerca de la muerte, casi la mitad de los médicos (43%) estaba de acuerdo en administrar al paciente un fármaco en dosis letales (21%) o proporcionar al enfermo la dosis letal para que él mismo acabe con su vida (21%). Los médicos se muestran más reacios cuando se trata de enfermedades no terminales con dolor crónico y graves padecimientos (el 26% proporcionaría o administraría dosis letales de fármacos) .

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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