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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ciencia virtual

Los argumentos de los editores científicos ante las críticas recibidas por el caso Hwang son admisibles, como lo fueron en los fraudes comparables del pasado, y como lo volverán a ser cuando un nuevo Hwang, un investigador en verdad experto en su disciplina, decida invertir su conocimiento, su tiempo y el dinero de los demás en la composición de un cuento tan perfecto que hasta él mismo se lo podría creer. Los investigadores que revisan los borradores no se dedican a buscar farsas, sino errores metodológicos y conceptuales, y ése es el mejor servicio que las grandes revistas pueden hacer a la ciencia.

Sin embargo, el escándalo del científico surcoreano ha tirado de dos hilos muy preocupantes. Uno es el caso de Jon Sudbo, un investigador noruego que llevaba cinco años publicando grotescas invenciones en tres de las revistas médicas más prestigiosas del mundo. Sus trabajos eran tan inútiles que a ningún médico se le ha ocurrido aplicarlos; ni leerlos, probablemente. Los montajes eran tan chapuceros que, con independencia de que provinieran del engaño o del error, no hace falta ser ningún experto para verlos incluso a cierta distancia. El prestigio de estas revistas médicas cuelga ahora de dos preguntas: ¿revisan los artículos antes de publicarlos?, ¿por qué publican trabajos que (afortunadamente, en este caso) no interesan a ningún médico ni tienen ninguna aplicación concebible?

La segunda alarma no cae bajo el epígrafe del fraude, pero va por un camino casi peor. Los editores de una revista científica modesta han puesto a punto un sistema automático para detectar manipulaciones fotográficas, hasta el extremo de que el 25% de los artículos recibidos contenían fotos donde las cosas habían cambiado de sitio. En general, no eran fraudes, sino maquillajes. Es notable que las instituciones científicas hayan caído en unos hábitos de edición fotográfica -por llamarlos de alguna forma- que se consideran escandalosos en los periódicos serios. El dato del 25% revela el carácter epidémico de una actitud no sólo ajena a la mentalidad científica, sino incompatible con ella: pensar que el mundo no está a la altura de uno mismo.

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