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19ª FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA

Julio Scherer recibe el gran homenaje del periodismo mexicano

A sus casi 80 años fue definido como "la fe de erratas de la clase política nacional"

Juan Cruz

Tiene el aspecto de un gladiador romano, mira como si estuviera preguntando y durante toda su vida ha sido un periodista, desde que en la adolescencia comenzó de mandadero en el diario que luego dirigió, El Excelsior de México. Es Julio Scherer.

La conspiración del poder, que entonces ejercía el presidente Luis Echevarría, le desposeyó de su cargo, pero él se recuperó creando Proceso y escribiendo siempre lo que quiso, con una divisa: la objetividad es mejor que la imaginación. Ahora está a punto de cumplir 80 años, le han hecho doctor Honoris causa por la Universidad mexicana de Guadalajara, y en la Feria Internacional del Libro sus colegas le han aclamado como un héroe del periodismo mexicano.

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Algunas cosas de las que cuentan sobre él avalan el calificativo. Se crió en El Excelsior, lo convirtió en un diario progresista, capaz de denunciar la matanza de Tlatelolco, en 1968; por ello, y por las posiciones que mantuvo su diario, el presidente Echevarría instó su destitución, que se produjo violentamente en el verano de 1976. Esa expulsión concitó el apoyo de la intelectualidad mexicana, y animó a Scherer a inventar la revista Proceso, en la que tuvo como compañeros a intelectuales del periodismo como Carlos Monsiváis, Vicente Leñero y Miguel Ángel Granados Chapa, que intervinieron el martes en el homenaje de la FIL, además de Elena Poniatowska, la novelista y periodista que también se atrevió con Tlatelolco cuando era tabú en México.

Según Scherer, "la sangre del político no es igual que la sangre del periodista", y aunque se busquen siempre se han de rechazar si los periodistas se deciden a cumplir con su deber. Esa máxima le ha llevado a estar, en sus 13 libros y en su ejercicio cotidiano del periodismo, enfrentado al poder. Esa actitud convirtió El Excelsior, según la crítica de arte Raquel Tibol, en "el periódico del país"; los sucesos de Tlatelolco, fundamentales para entender la historia moderna de México, le sirvieron para expresar su "audacia y su claridad": abrió, dijeron, las puertas de la sociedad mexicana. A partir de lo que él permitió que se dijera contra el poder, la sociedad ya supo que nada era tabú.

"Los periodistas trabajan para lo deseable, los políticos para lo factible". Eso dice Scherer. No le gustan las entrevistas, de hecho no ha concedido ninguna, dice, y cuando nosotros estuvimos con él, antes del homenaje, rechazó una con una de sus frases favoritas de viejo periodista de trincheras: "Aquí las preguntas las hago yo".

Siempre va de traje oscuro, en las ocasiones solemnes y en las cotidianas; tiene un humor escueto, acaso alemán (ése es su origen), y trata de usted a los próximos y a los lejanos, como a la realidad misma: "A la realidad usted la trata de usted". Un día le dijo a Leñero: "¿Sabe cuál es la diferencia entre usted y yo? Que si nos encontramos con Picasso usted se pone a mirar los cuadros y yo le hago una entrevista".

Nunca deja de preguntar, para recabar datos: "Los valores de la objetividad son los que hacen mejores a los hombres y, por tanto, a los periodistas". Un obseso del periodismo, y de la humildad con la que los profesionales deben comportarse, agradeció el homenaje a su manera. No suele hablar en público, pero aceptó esta vez para hacer lo que siempre hizo: ocultarse, y trazó una semblanza de todos los que le habían ensalzado. Elena Poniatowska dijo de él que es "un periodista incendiario", que lleva 60 años haciendo realidad su objetivo: que "el periodismo sea exacto como un bisturí: nada supera el dato estricto".

Autor de libros fundamentalmente políticos, se estrenó con uno sobre David Siqueiros, el artista encarcelado, y acaba de publicar La pareja, sobre la pareja Vicente Fox-Marta Sahagún, presidente y primera dama de México. Distante e independiente de los poderes, aparte del doctorado y del homenaje recibió de sus colegas esta definición que le llenó de orgullo: "Scherer es la fe de erratas de la clase política mexicana".

Julio Scherer, fotografiado en Guadalajara.
Julio Scherer, fotografiado en Guadalajara.GUILLERMO ARIAS

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