La caída de Phil Spector
Lo ha sido todo en la música pop. Productor de los mejores discos de John Lennon, Ike y Tina Turner o los Ramones, Phil Spector ha tocado fondo. A sus 64 años está acusado del asesinato de una actriz de 'serie B'. En libertad bajo fianza, el juicio se celebrará en 2006.
Tumbada sobre el suelo de mármol de la entrada de un palacio barroco digno de un potentado de Hollywood, la joven estaba bañada en un mar de sangre. Se llamaba Lana Clarkson. Rubia, esbelta, provocadora, de unos cuarenta años bien llevados, tenía tras de sí una sólida carrera de actriz secundaria en películas de serie B como Barbarian queen I, de Héctor Olivera, y II, de Joe Finley, o El último guerrero, de John Watson. Trabajó también en Scarface, de Brian de Palma. Entre rodaje y rodaje frecuentaba asiduamente, casi sin ropa, las páginas centrales de Playboy.
Estamos en la madrugada del 3 de febrero de 2003, en Alhambra, al noreste de Los Ángeles, en Estados Unidos. El día anterior, Lara había ido a una discoteca de moda de Sunset Boulevard, llamada House of Blues, para asistir a un concierto privado de Rob Halford. El antiguo cantante de Judas Priest, un grupo de heavy metal con aspecto sadomasoquista, que conoció su momento de gloria en los años ochenta, intentaba volver a los escenarios. Al fondo de la sala, un tipo bajito, con cara arrugada, ojos ocultos detrás de unas inmensas gafas negras, abundante pelo negro teñido de rubio, la invitó a una copa. Varios testigos les vieron después desaparecer hacia la salida
A las cinco de la madrugada, alertada por los vecinos, que habían oído varios disparos, la policía descubrió el cuerpo de Lana en la entrada de la residencia de uno de los principales productores de música del mundo. En la casa, un hombre se ocultaba en la oscuridad. Era el tipo de la discoteca. No había visto nada, no había oído nada. Phil Spector, con 62 años, acababa de pasar de las páginas de "arte y espectáculos" a las de sucesos.
La leyenda de Harvey Philip Spector, más conocido por Phil Spector, comienza el 26 de diciembre de 1940, en el Bronx de Nueva York. Es la historia de un hombre que acaba convirtiéndose en multimillonario, al que apodarán "el Van Gogh del pop", "el Garbo del rock and roll", el "Ciudadano Kane del soul". En 1965, Tom Wolfe, que aún no había escrito La hoguera de las vanidades, pero era ya uno de los reporteros famosos del "nuevo periodismo", le dedicó un artículo, The kandy-colored-tangerine-flake streamline baby, en el que le bautizó como "el primer emperador de la adolescencia".
Phil era un muchacho ceñudo, huérfano a los nueve años, que cultivaba un aspecto tenebroso, encorsetado en trajes sombríos. Quería ser traductor de francés de la ONU. Y los fines de semana cantaba y tocaba la guitarra en un grupo, los Teddy Bears, que intentaba unir el rock de Presley y el rhythm and blues de los Coasters.
A los 18 años, Phil consiguió su primer éxito con el muy melancólico tema To know him is to love him (Conocerlo es amarlo), epitafio grabado sobre la tumba de su padre. Impresionados por sus capacidades melódicas, Jerry Leiber y Mike Stoller, los letristas de Presley, le pidieron que trabajara con ellos y Phil dejó las candilejas para convertirse en uno de esos hombres en la sombra que permiten a los artistas existir.
Con Leiber escribió para Ben E. King Spanish Harlem, que hoy sigue siendo un clásico del soul. Y aprendió, en Phoenix, junto a Lee Hazlewood, el futuro socio de Frank Sinatra, los secretos de un estudio de grabación. "Permaneció conmigo dos años, yo le enseñé a multiplicar los sonidos. Lo que hizo después es extraordinario. Yo empleaba 50 cosas; él, cuatro veces más Phil es un artista, el primer productor de discos artista. Quería alcanzar la luna, la alcanzó, y todas las estrellas con ella", recuerda el autor de These boots are made for walking (Estas botas están hechas para caminar).
Entre 1961 y 1966, primero en Atlantic, la marca de los hermanos Ahmet y Nesuhi Ertegu, después a la cabeza de su propia sociedad, Philies Records, inventó el muro de sonido, que, gracias a las nuevas técnicas de grabación y de mezcla, transforma las canciones pop en sinfonías en miniatura. Los éxitos se sucedieron: Corrina, Corrina, de Ray Peterson (1960); I love how you love me, de las Paris Sisters (1961); He's a rebel; luego, Da doo ron ron, de las Crystals (1962); Be my baby, de las Ronettes (1963); You've lost that loving feeling, de los Righteous Brothers (1964) ¿Su secreto? Las partes instrumentales de cada canción se tocan varias veces y se amontonan unas sobre otras con un sonido cavernoso que da la impresión de un fragmento grabado en una especie de catedral pop. El resultado, "sinfonías de bolsillo para adolescentes", explica con modestia el genial autor.
A los 25 años, nuestro hombre era multimillonario. En 1996 llegó el apoteosis con su álbum River deep mountain high, de Ike y Tina Turner, asombrosa mezcla de rhythm and blues y galopadas wagnerianas. Era a la vez ingenuo y grandioso. Pero el público no le seguía. Y Phil, ofendido, decidió, a la manera de Howard Hughes, aislarse y vivir escondido en las colinas de Hollywood, volviéndose cada vez más raro y paranoico.
Salió de su aislamiento el 26 de mayo de 1969. En una suite del hotel Queen Elizabeth de Montreal, participó, tocando la pandereta, en la grabación de Give peace a chance, de John Lennon, con Timothy Leary, el papa del LSD, Petula Clark, un rabino y algunos miembros de la comunidad krishna del barrio. Y consiguió disfrazar todos los contratiempos de John Lennon ahogando con reverberaciones (ecos) el conjunto del fragmento.
Spector había conocido a John Lennon cinco años antes, el 7 de febrero de 1964, en el vuelo 101 de PanAm que unía Londres y Nueva York. Los Beatles se preparaban para invadir Estados Unidos, y John, antes de emprender esta gira triunfal, no encontró nada mejor que hacer que ligar en el avión con Veronica Bennet, la escultural cantante de las Ronettes, que no era otra que la compañera de Phil (se casó con ella en 1968 y luego emprendió una carrera en solitario con el nombre de Ronnie Spector). Desde entonces fueron amigos.
Cuando John decidió, en enero de 1970, grabar un single con su propio nombre, Instant karma, para así liberarse de los Beatles, se dirigió a Phil. En ese momento de sus respectivas carreras se necesitaban mutuamente. Spector construyó el sonido de la pieza mediante capas sucesivas hasta alcanzar una altura monumental. Para tapar los rugidos de los juerguistas de una discoteca cercana, se le ocurrió aumentar la potencia de la voz de Lennon. A John le encantó. Siempre había soñado con ello, pero los otros Beatles se negaban. "Era fantástico. Daba la impresión de que estaban tocando 50 personas", comentaría más tarde el compañero de Yoko Ono. En una tarde, con una intuición genial, el productor estadounidense definió el sonido que iba a ser el de John Lennon hasta su último álbum, Just like starting over.
Lennon pidió después a Spector, sin consultarlo con Paul McCartney, que trabajara en los arreglos que los Beatles grabaron en 1969 para un nuevo álbum que debía llamarse Get back. Al borde de la ruptura, los cuatro de Liverpool no llegaron a dar coherencia a esos fragmentos de títulos donde la magia de los comienzos ya no funcionaba. Del 23 de marzo al 2 de abril de 1970, Spector se encerró en el estudio de Abbey Road en Londres. Protegido por un guardaespaldas, puso eco casi por todas partes, manipuló las bandas y cubrió las melodías con arreglos pomposos dignos del peor peplum. Aguantaba tomando una pastilla cada media hora. E insultaba a todo el personal del estudio. Ringo Starr tuvo que intervenir varias veces para calmarle.
Cuando salió, Let it be no tenía mucho que ver con un álbum de los Beatles. Cuando Paul McCartney descubrió los 18 violines, 4 violonchelos, el arpa, las 3 trompetas, 3 trombones y las 14 voces femeninas que Spector había superpuesto al piano de The long and winding road creyó que iba a desmayarse. Y gritó que era sabotaje.
Lennon estaba en la gloria. Spector iba a producir su primer álbum, Plastic Ono band, en 1970, y después Imagine, en el verano de 1971, en la finca de Tittenhurst Park, en Ascot. "Era como si Spector apareciera en la habitación con sólo chasquear los dedos", recuerda Kierson Murphy, un fotógrafo irlandés que cubría el acontecimiento. "Tenía una presencia colosal. Y lo más asombroso es que él se sentía tan intimidado por Spector como yo por John. Se precipitaba a ofrecerle una silla, tenía mil detalles con él". La complicidad de estos dos hombres produjo dos obras maestras. Desgraciadamente, la continuación no estuvo a la altura.
En 1973, Lennon vivía en Los Ángeles, donde llevaba una existencia algo desordenada. Decidió grabar una serie de temas de rock para enlazar con sus comienzos. Spector, evidentemente, estaba en los mandos. Había convocado a 27 músicos (José Feliciano, Leon Russell, Dr. John Steve Cropper, Jim Ketner, Jesse Ed Davis ), a los que se pagó tres veces más de la tarifa habitual. El primer día llegó titubeante, con un revólver cuya funda le hacía una bolsa en el traje, seguido de un barbudo de unos cincuenta años, George, el único guardaespaldas del mundo encargado de defender a la gente de su empleador. Se quedó nueve horas sólo para colocar los instrumentos en su sitio.
El segundo día apareció en el estudio vestido con una larga camisa blanca con un estetoscopio alrededor del cuello, un revólver en una mano y una botella de vino en la otra. Y durante seis horas colocó los micrófonos disparando algunos tiros al techo. Lennon, que para matar el tiempo bebía a su vez, también se volvió loco. Se peleaban, se estrangulaban, se pegaban En tres meses sólo grabaron nueve temas. Y luego Phil desapareció con todas las grabaciones.
La víspera de Año Nuevo se produjo una llamada de Phil a John: "¡Tengo las bandas de Watergate! ¡Hay helicópteros sobrevolando la casa! ¡Me las quieren quitar! Soy el único que les puede decir si están manipuladas o no". Lennon comprendió que Spector, irritado porque no le había pagado bastante, había decidido quedarse con las bandas de las sesiones.
Finalmente firmó un contrato con Warner, que se disponía a publicarlas. Los hombres de EMI, la discográfica de John, le amenazaron, y Spector, ante 90.000 dólares en efectivo (más de 300.000 euros actuales) y el 3% de royalties sobre el nuevo disco, aceptó devolverlas. Excepto tres temas, estaban inutilizables. Durante la grabación había dejado todas las pistas abiertas al mismo tiempo, con lo que había salido una papilla sonora.
El ex Beatle y el Emperador de la adolescencia no se volvieron a ver. "Siento una profunda pasión por lo que hace", comentó John Lennon dos días antes de su muerte, en 1980, a un programa de la BBC. "Su personalidad, por el contrario, me desagrada francamente. Pero era enriquecedor trabajar con él porque siempre le he admirado por su contribución a la música. Sin embargo, en ningún momento le refrenamos. Con Plastic Ono Band, Phil Spector arregló sus mil castañuelas y su muro de sonido".
En 1977 salió el álbum Death of a ladies' man, del que el delicado y místico Leonard Cohen renegó, y luego, en 1980, End of the Century, que hasta los punkis y marginales Ramones tardaron en digerir por lo marcada que estuvo la grabación por los constantes disparos y grescas. Demasiada cocaína. Demasiadas anfetaminas. Demasiada pólvora. El hombre que en Easy rider, la película de Peter Fonda, representaba el papel de un camello chiflado y charlatán, se había dado a su propio juego.
El 3 de febrero de 2003, Phil Spector pasó visiblemente el muro de sonido.
© Le Monde.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.