La máscara de un bufón
Un payaso genial. Con todo lo que ello implica. Peter Sellers fue un brillante cómico que deambuló por la vida sin encontrar su lugar en el mundo. Quizá porque ni siquiera le apetecía buscarlo. Su lugar en el mundo era colocarse una máscara y ser esa máscara. Sin más. Así lo ha retratado Stephen Hopkins en Llámame Peter, biografía cinematográfica del protagonista de obras maestras de la comedia como El guateque y Teléfono rojo: ¿Volamos hacia Moscú?, un telefilme producido por la brillante cadena de pago HBO, pero con pura apariencia de celuloide. De hecho, a pesar de estar realizado inicialmente para la pequeña pantalla, los programadores del Festival de Cannes decidieron incluirlo en su Sección Oficial a concurso.
LLÁMAME PETER
Dirección: Stephen Hopkins. Intérpretes: Geoffrey Rush, Emily Watson, Charlize Theron, John Lithgow. Género: comedia dramática. EE UU, RU, 2004. Duración: 122 minutos.
Consciente de la oportunidad y del gran material que tenía entre manos, Hopkins, director de un buen número de episodios de la serie 24, intenta desplegar un potencial creativo que termina resultando algo irregular, aunque al menos hay que admirar su capacidad de riesgo. Lejos de filmar un biopic televisivo plano y hagiográfico, Hopkins se zambulle en los no demasiado escondidos defectos de su criatura para dibujar el retrato de un desequilibrado emocional con un talento descomunal para ser otras personas. "No tengo personalidad propia; me la extirpé mediante una operación quirúrgica", dice en un pasaje de la película nuestro protagonista, un bufón de la corte que pocas veces abandonaba un extraño y negrísimo sentido del humor que casi siempre resultaba sangrante para los que le rodearon en vida.
Con una bellísima fotografía de tonalidades pop muy acorde con la época que retrata, Llámame Peter tiene sin embargo algunos de los habituales problemas de las semblanzas que ilustran largos periodos de tiempo. Así, la buena interpretación de Geoffrey Rush se ve perjudicada en la primera parte por su aspecto, bastante más avejentado que el joven Sellers de la época radiofónica.
Por otro lado, Hopkins y sus guionistas toman una arriesgada decisión como hilo conductor: convertir a Rush en narrador de su propia historia, pero travestido de los diferentes secundarios que le rodearon a lo largo de su vida (familiares, compañeros de trabajo...), para así indagar aún más en la máscara perpetua en la que se convirtió Sellers. Un trapecista juego narrativo que puede que en el papel del guión resultara imaginativo, pero que en la pantalla nunca acaba de funcionar.
Babelia
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