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Un concierto en Etiopía corona las celebraciones del 60º aniversario de Bob Marley

El plan de trasladar los restos mortales del cantante despierta una controversia internacional

Diego A. Manrique

Hoy sonará mucha música reggae en todo el planeta. Para conmemorar lo que hubiera sido el 60º cumpleaños de Bob Marley, se convocan conciertos en todos los continentes, desde Kiev a Palermo, pasando por Copenhague y Sidney. Sin embargo, el gran evento se celebra en la inmensa plaza Meskel de Addis Abeba, la capital de Etiopía, tierra prometida de los rastas, movimiento religioso al que pertenecía el cantante desaparecido en 1981. Bajo el lema de Africa unite, se juntarán artistas africanos -Youssou N'Dour, Angelique Kidjo, Baaba Maal- con una delegación jamaicana encabezada por The Marley Brothers, grupo formado por hijos de Bob, y las I-Threes, el trío vocal que le acompañaba en directo.

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Aunque las previsiones de 200.000 visitantes parecen haber sido enormemente optimistas, Addis Abeba está acogiendo con calor a los seguidores de Bob Marley (Santa Ana, Jamaica, 1945-Miami, 1981), que viajó al país del Cuerno de África dos años antes de morir. Africa unite deriva su título de una canción del politizado disco Survival (1979) e incluye conciertos, debates, exposiciones, proyecciones y hasta un encuentro de fútbol, deporte al que Bob era muy aficionado (muchos creen que el cáncer que acabó con su vida derivó de una mal curada lesión ocurrida en un partido).

Con un presupuesto de un millón de dólares, Africa unite ha sido patrocinado por Unicef, la Unión Africana, el Gobierno de Etiopía, la alcaldía de Addis Abeba, Naciones Unidas, el Banco Mundial y la aerolínea estatal. La única nota discordante corrió a cargo del Departamento de Estado de George W. Bush, que advirtió que no atendería los problemas de los rastas estadounidenses que desafiaran las tajantes leyes etíopes en asuntos de drogas y orden público.

Una cuestión de honor

Como todo lo que tiene que ver con Bob Marley, la conmemoración de su sexagésimo aniversario ha llegado cargada de polémicas. La viuda, Rita Marley, anunció su voluntad de exhumar los restos del artista, que se hallan en su localidad natal, Nine Miles, para enterrarlos en Etiopía. Una decisión que puso en su contra a prácticamente toda la nación jamaicana y que Rita tuvo que rectificar inmediatamente, asegurando que estaba hablando metafóricamente. Para Jamaica, se trata tanto de una cuestión de honor -Bob está considerado como su gran héroe nacional- como de supervivencia económica: el mausoleo de Nine Miles y el Museo Bob Marley son concurridos destinos turísticos.

Las paradojas son tan sangrantes como abundantes. Antes que héroe, Bob Marley fue un rebelde: fue encarcelado por las autoridades jamaicanas y debió exiliarse durante una temporada tras un intento de asesinato. Es cierto que Marley manifestó gran admiración por el emperador de Etiopía, Haile Selassie, que le inspiró canciones como War; poco antes de morir, se rebautizó como Berhane Selassie, al igual que todos los rastas, le consideraba un dios viviente. Selassie visitó Jamaica y se mostró complacido con aquella veneración de los desfavorecidos de la isla caribeña: regaló tierras a un grupo dispuesto a poner en práctica el mandamiento del retorno a África, que se instaló en Shashemene, a 250 kilómetros de Addis Abeba; la comunidad no ha superado las mil almas debido a sus propios cismas y a la desconfianza de las autoridades.

Y es que muchos etíopes manifiestan antipatía visceral por la diminuta tribu rasta: cristianos coptos o musulmanes, rechazan la divinidad de Selassie, cuyo mandato desembocó en una despiadada dictadura comunista, una guerra civil, hambrunas bíblicas y la secesión de Eritrea. Tampoco se aprecian las cabelleras rastas o el uso sacramental de la marihuana, "la hierba de la sabiduría". Por su parte, los emigrantes jamaicanos se quejan de que ni siquiera sus hijos nacidos en Etiopía pueden aspirar a la ciudadanía; además, se consideren victimas del racismo del grupo dominante amhara, de piel más clara.

Todo esto no sería más que un anecdótico conflicto de no estar por medio la figura de Marley. Estamos hablando de la primera superestrella del Tercer Mundo, un icono seguramente superior en reconocimiento global al Che Guevara. Un icono comercialmente muy apetitoso:sin esfuerzos promocionales, sus discos grabados para el sello Island a partir de 1972 despachan anualmente más de un millón de copias, lo que le convierte en una figura comparativamente más rentable que U2, el grupo ahora identificado con la marca Island.

El último lanzamiento de Island es Live at the rainbow, un doble DVD que contiene 70 minutos de un vibrante concierto desarrollado en Londres en 1977 más un documental biográfico de hora y media, con subtítulos y abundantes números musicales en directo, Caribbean nights. Island, ahora parte de Universal, también está reeditando sistemáticamente parte del enorme material discográfico de Bob Marley and the Wailers pensado exclusivamente para el mercado jamaicano. Para muchos fieles, en esas toscas grabaciones hay más verdad y menos concesiones al gusto del rock que en las concebidas para el público internacional.

Dos <i>rastafaris</i> italianos, ante una tienda de recuerdos de Bob Marley en Addis Abeba.
Dos rastafaris italianos, ante una tienda de recuerdos de Bob Marley en Addis Abeba.ASSOCIATED PRESS
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