Europa reinventa la novela negra
Un encuentro internacional reúne en Barcelona a autores representativos de la potencia del género
El escritor francés Jean-Patrick Manchette (1942-1995), considerado el padre del neopolar francés, explicó en la I Semana Negra de Gijón (1988) que esta corriente iniciada en Francia a principios de los años setenta había intentado romper con la influencia estadounidense, aportando desde una posición de izquierda un contenido político y social. Su novela El caso N'Gustro es de 1971; Nada, de 1976. En 1972, Manuel Vázquez Montalbán publicó Yo maté a Kennedy, el origen de la serie de Pepe Carvalho. Tatuaje apareció en 1974.
Dicen quienes saben que a partir de esta confluencia se reinventó el género negro europeo contemporáneo. Es posible. Antes que todos ellos, está el gran Simenon. Lo que sí es cierto es que Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Bangkok, 2003) es el padre de lo que ahora se denomina novela negra mediterránea. Tiene varios hijos que fueron sus amigos. Por ejemplo, el francés Jean-Claude Izzo, fallecido de cáncer en 2000, autor de la espléndida Trilogía de Marsella, protagonizada por Fabio Montale, un poli desesperado. En España se ha publicado tarde. Akal ha sacado dos títulos, Total Khéops (2003) y Chourmo (2004), y la editorial andorrana Límits, en catalán, los tres (Keops, Xurmo y Soleà), en espléndida traducción de Lluís Maria Todó.
Jean-Claude Izzo, Camilleri y Márkaris son 'hijos' de Vázquez Montalbán
La mayoría de los detectives de ficción europeos aceptan el orden establecido
El siciliano Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925) es el creador del comisario Montalbano, que comparte con Carvalho el placer de la gastronomía y más cosas: una visión de lo que pasa desde la izquierda. Sólo hace falta leer su última novela publicada en España, Un giro decisivo (Salamandra en castellano y Edicions 62 en catalán), para ver lo furioso que se puede poner Montalbano: está a punto de dimitir por la actuación de la policía durante la reunión del G-8 en Génova. No le gusta la política de Berlusconi. El miedo de Montalbano (Salamandra), que acaba de aparecer, reúne seis relatos que ofrecen lo mejor del comisario.
El griego Petros Márkaris (Estambul, 1937) es, como Camilleri, un escritor tardío de novela negra y también tiene muchos puntos en común con Vázquez Montalbán. Suicidio perfecto (Ediciones B) es un ataque furibundo y lleno de humor a los Juegos Olímpicos de Atenas. MVM también atacó los de Barcelona 92 en El laberinto griego o Sabotaje olímpico.
Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), autor, entre otras novelas, de Crónica sentimental en rojo y Tiempo de venganza (Planeta), no es hijo de MVM, pero está entre los mediterráneos.
Los tres participarán en el I Encuentro Europeo de Novela Negra, que se celebrará en Barcelona del 20 al 22 de enero. Con él arranca el Año del Libro y la Lectura.
También estará la estadounidense afincada en Venecia Donna Leon (Nueva Jersey, 1942), creadora del comisario Guido Brunetti, como sus compañeros de ficción, un amante de la buena mesa. Leon ha publicado en España 11 novelas (Seix Barral en castellano y Edicions 62 en catalán), en las que arrea contra todo, la burocracia, el Ejército, la Iglesia... En marzo saldrá un nuevo título, Pruebas falsas, en el que aborda el tema de los prejuicios hacia los inmigrantes o hacia los homosexuales.
Francia tendrá una buena representación en Barcelona: Thierry Jonquet (París, 1954) es un heredero directo de Manchette, antiguo militante de izquierdas, que perteneció a la generación sesentayochista. Moloch, sobre la pedofilia, es una de sus novelas más polémicas. Ediciones B recuperó en 2003 Tarántula (publicada por Júcar en 1986), sobre la locura de un cirujano plástico en una sociedad enferma. Patrick Bard (París, 1958), periodista, fotógrafo y escritor, ha publicado una novela tremenda, La frontera (Grijalbo), sobre la globalización y los asesinatos de Ciudad Juárez (México).
Jean Christophe Grangé (París, 1961), también periodista, crea atmósferas inquietantes, como se puede comprobar en Los ríos de color púrpura (Seix Barral), El vuelo de las cigüeñas (SM) y El imperio de los lobos (Grijalbo).
El sueco Henning Mankell (Estocolmo, 1948), el más conocido de los escritores nórdicos, se ha dedicado a desmontar novela tras novela la imagen idílica que teníamos de la sociedad sueca del bienestar. Sabe combinar como nadie la acción con la reflexión. Sus novelas, protagonizadas por el depresivo inspector Kurt Wallander, suelen rondar las 400 páginas o más, pero es imposible dejarlas. Las publica Tusquets, que acaba de sacar el octavo título, Cortafuegos. En ella, a Wallander se le suman un montón de problemas: dos chicas asesinan salvajemente a un taxista, se enfrenta a creer que alguien de su equipo le está traicionando y se siente terriblemente solo.
Mankell no podrá estar en Barcelona, como se había anunciado, pero su nombre es de referencia obligada. Sí estará el noruego Kjell Ola Dahl (Oslo, 1958). Diez años más joven que Mankell, sigue sus pasos. Ha publicado cuatro novelas negras, protagonizadas por el inspector jefe Gunnarstranda y su ayudante, Frølic, de enorme éxito en su país. Planeta (en castellano) y Columna (en catalán) empiezan a traducirlo en España. El primer título, La muerte en una noche de verano, saldrá en febrero.
Si Wallander sueña con tener una casa con jardín y un perro, Gunnarstranda vive en voluntario aislamiento con la única compañía de un pez de colores. K. O. Dahl y Henning Mankell son herederos de la pareja de escritores suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que crearon, hace más de 35 años, al policía Martin Beck.
Treinta y cinco años que se notan. Beck aún creía que era posible la revolución, que el mundo podía cambiar. Sus herederos, no. Wallander, Montalbano, Jaritos, Brunetti, Rebus (el inspector creado por el escocés Ian Rankin), Gunnarstranda... La mayoría de los detectives de ficción europeos que nacieron a finales del siglo XX son policías que aceptan el orden establecido, aunque a veces se lo saltan. La diferencia es que los mediterráneos disfrutan más de los placeres de la vida que sus colegas del norte.
Cronistas de su tiempo
La mayoría de los escritores que asistirán al encuentro de Barcelona, como muchos de los europeos que no estarán, son cronistas de su tiempo en la mejor tradición de la novela negra.
Jakob Arjouni (Francfort, 1964), considerado de origen turco aunque al parecer es alemán de pura cepa, retrata magníficamente los problemas de inmigración e identidad en novelas como Más cerveza, Happy birthday turco o Radkee con dos es (las tres publicadas por Virus). Un Francfort absolutamente vivo y real es el paisaje de sus historias.
¿Qué pasaría en Alemania si apareciera otra Baader Meinhoff? Ésta es la cuestión que plantea otro escritor alemán, Bernhard Schlink, en El engaño de Selb (Anagrama y Columna en catalán). Schlink no estará en Barcelona, pero es otro nombre de referencia para los amantes del género negro.
El español Antonio Lozano (Tánger, 1956) ha descrito de manera impresionante la emigración magrebí y subsahariana en Harraga y Donde mueren los ríos (las dos en Zoela). Alexandra Marínina (Moscú, 1957) da cuenta en Los crímenes del balneario, El sueño robado o Asesino a su pesar (Planeta) de los cambios que se están produciendo en su país tras la desaparición de la URSS.
Andreu Martín y Carles Quílez recorren los bajos fondos de Barcelona en Asalto a la virreina (Grijalbo) y muestran hasta qué punto afecta la lucha antiterrorista a los policías que trabajan en ella. Alicia Giménez Barlett se sumerge en el mundo de los sin techo en Un barco cargado de arroz (Planeta), un nuevo caso de la inspectora Petra Delicado.
Babelia
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